¡Medio siglo!, quién diría que la vida me permitiría el haber estado en los Juegos Olímpicos de Múnich, 1972, como periodista del diario venezolano “Meridiano”, y poder contar 50 años después los momentos culminantes que nos tocó vivir en la peor tragedia que se ha registrado en el deporte. Cuando el odio pretendió desplazar a la confrontación sana del cuerpo y de la mente: La masacre de Múnich.
Apolinar Martínez / El Político
La mayor y sorpresiva alegría que tuve fue cuando el presidente del Instituto Nacional de Deportes, doctor Carlos Felice Castillo, me informó que el presidente de la República, doctor Rafael Caldera, me invitaba a que formara parte de la delegación nacional a los Juegos Olímpicos de Munich.
Junto a mis colegas, Armando Naranjo, del diario El Universal, Luis García de Radio Caracas Televisión y Francisco Mata del IND, fuimos los periodistas venezolanos que asistimos a esta excepcional aventura.
La sombra de las Olimpiadas de Hitler
Múnich debería ser el escenario en el que Alemania habría de borrar la imagen de los Juegos Olímpicos de Berlin, 1936. Recordados como los juegos nacionalsocialistas de Adolf Hitler.
Por ello el ambiente de la Villa Olímpica era de cordialidad y alegría en la que sólo se pensaba en los récords que impondrían los grandes atletas. Como el nadador norteamericano Mark Spitz, a la postre ganador de siete medallas de oro. Y la sensacional gimnasta rusa Olga Korbut, vencedora sensacional en todas sus pruebas.
Quizás por esta razón se descuidó un aspecto esencial: la seguridad. Por donde entró el crimen y la maldad.
Asalto a la delegación Israelí
Mientras los deportistas dormían, en la madrugada del 5 de septiembre, hacia las 04:40 a.m, ocho miembros del grupo terrorista palestino Septiembre Negro, escalaron la reja de dos metros que rodeaba el complejo.
Estaban vestidos con trajes deportivos y llevando pistolas y granadas en bolsas de deporte.
El entrenador del equipo de lucha, Moshé Weinberg, de 33 años, y el luchador Yossef Roman, forcejearon con los asaltantes. Pero ambos israelíes resultaron muertos.
Otros nueve atletas israelíes fueron tomados como rehenes, muchos habían logrado escapar.
Villa Olímpica 5 a.m
En la Villa de Prensa, a las 5:00 a.m recibí una llamada del Director Técnico de la Delegación Venezolana, Carlos Sánchez. Me contó que en la Villa Olímpica pasaba algo grave, que nos fuéramos para allá.
Desperté a mis tres colegas y puedo asegurar que fuimos los últimos periodistas que pudimos entrar a esa Villa, que comenzaba a acordonarse para cualquier eventualidad.
Sin saber todavía que pasaba, desde la sede venezolana observamos a los enmascarados que se asomaban por los balcones de la Delegación Israelí.
La masacre
Al centro de prensa de la Villa fuimos convocados quienes cubríamos los Juegos. Se nos informó lo ocurrido hasta ese momento, la suspensión de los eventos y que se nos diría que medidas se tomarían.
Lo que no podían imaginar los directivos de prensa era lo que se preparaba.
Los secuestradores pedían la liberación de 234 prisioneros alojados en cárceles israelíes. Así como de los fundadores de la Fracción del Ejército Rojo, Andreas Baader y Ulrike Meinhof, encarcelados en Alemania.
Además, solicitaban un avión en el cual viajar a un país árabe.
El gobierno alemán soltó a los dos miembros del Ejército Rojo, dijo que sí, a entregarles un avión que los sacara del país. Pero había preparado una emboscada contra los terroristas al momento de trasladarlos.
Craso error que se tradujo en la muerte de todos los israelíes, y de cinco de los ocho guerrilleros. Tres terroristas tomados prisioneros fueron posteriormente liberados al apoderarse Septiembre Negro de un avión de Lufhansa y amenazaron con explotarlo si no se soltaba a sus compañeros.
Primavera de la Juventud… la Cólera de Dios
Lo que siguió a la masacre no nos tocó presenciarlos, sino leerlos en libros y revistas o verlos en la película Múnich.
La primera ministra de Israel Golda Meier, reunió a su grupo de inteligencia, el Mossad, y dio la orden. Había que exterminar a todo el que hubiera participado de aquella macabra acción. Las dos operaciones recibieron los nombres de Primavera de la Juventud y la Cólera de Dios
Los resultados son ampliamente conocidos y en ellos no nos detendremos.
En conclusión
El deporte, pese a todas las amenazas, sigue siendo el gran instrumento de la paz. El querer entorpecerlo con actos como la masacre de Múnich, no puede permitirlo la humanidad.