PSOE y Ciudadanos no dan su brazo a torcer. Ni siquiera después de que Mariano Rajoy, en un movimiento táctico, haya dejado en suspenso el último paso delproceso que le ha encomendado el Rey: solicitar la confianza de la Cámara para ser investido presidente del Gobierno. Una decisión ésta que en las dos formaciones políticas interpretan en clave de presión, una suerte de ultimátum que consideran inconstitucional y al que, hoy por hoy, aseguran, no están dispuestas a sucumbir.
El candidato designado por Felipe VI ha cerrado ya citas con los líderes de los dos partidos que pueden facilitarle la formación de Gobierno, Pedro Sánchez y Albert Rivera. Ni uno ni otro quieren que se diga que se niegan al diálogo. Serán el martes y el miércoles en el Congreso, pero a ambas acude Rajoy sabiendo que la posición que mantienen los dos es en principio inamovible: Ciudadanos se ha instalado en la abstención y PSOE, en el no. Una ecuación con estas variables imposibilita la investidura y la formación de un Ejecutivo. La cuestión es: ¿hasta dónde llegará el órdago del PP?
La decisión de ambas se ha fortalecido, según explican en las direcciones de los dos partidos, tras los acontecimientos de la última semana. Y sobre todo tras la aceptación condicionada con que el líder del PP ha respondido a la designación del Rey y que, ni la sede de Ferraz ni en la de Alcalá, comparten.
Pedro Sánchez ya ha advertido personalmente a Rajoy de la posición que sostendrá el PSOE. En la conversación que mantuvieron ambos el viernes, el secretario general de los socialistas, según explican fuentes de Ferraz, no sólo le avanzó que no podrá contar con los votos de sus 85 diputados, sino que le recordó «la obligación y la responsabilidad constitucional de presentarse a la investidura», consiga o no en un plazo razonable los apoyos suficientes. Y, de paso, le «animó a explorar» la vía de los 179 escaños que consiguió recabar para sacar adelante su diseño de Mesa del Congreso.
En definitiva, le urgió una vez más a buscar respaldo en el nacionalismo catalán y vasco aun cuando el primero mantenga en el frontispicio de su programa el derecho a la autodeterminación de Cataluña, un requisito que el propio Sánchez no podría en ningún caso aceptar por expresa prohibición del Comité Federal socialista.
En este último punto, los argumentos del líder del PSOE también entran en el terreno del puro tacticismo al pedir al rival político que pacte con quien él, de mantenerse fiel a los principios constitucionales de su partido, jamás lo haría.
Con información de El Mundo