El último atentado de Londres, que ha sido reivindicado por el Estado Islámico (EI), evidencia la rentabilidad mediática y logística para los yihadistas de fomentar los ataques contra los civiles.
Una furgoneta, varios cuchillos y unos falsos chalecos bomba, fueron suficientes para que tres terroristas acabaran con la vida de siete personas, el pasado sábado, y causaran heridas a otro medio centenar de civiles.
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Llevar a cabo este tipo de atentados, "desde el punto de vista logístico, es fácil, tanto en cuanto los atacantes no necesitan saber cómo construir una bomba o usar armas de fuego. Hoy, los objetos de la vida diaria están siendo usados para perpetrar las acciones más horrenda", asegura a Efe la analista Dalia Ghanem Yazbeck.
El grupo terrorista de inspiración islamista ha favorecido en Europa, desde hace tiempo, este tipo de ataques, como el atropello de cuatro ciudadanos y un policía por un hombre al volante de un vehículo, el pasado 22 de marzo ante el Parlamento británico.
Pero también la muerte de doce personas en un mercado navideño de Berlín, el 19 de julio de 2016, arrolladas deliberadamente por un camión; o el ataque de otro "lobo solitario" al volante de otro vehículo de carga en la ciudad francesa de Niza, el 14 de julio del año pasado, en el que 84 personas fallecieron.
La estrategia es impulsar y reforzar a los simpatizantes, así como a sus seguidores y a los lobos solitarios", sostiene Ghanem Yazbeck, analista del centro Carnagie de Oriente Medio, para quien con estas acciones el EI lanza varios mensajes importantes.
A sus seguidores les dice: ‘Tenéis que creer en la organización porque todavía podemos golpear, así que levantaos y haced vuestro trabajo’, y a sus enemigos, la organización les dice: ‘Podemos golpear donde queramos y cuando queramos", explica la especialista, que considera que estos ataques "a pequeña escala, pero de gran impacto" continuarán.