La carne brasileña recibió esta semana un nuevo revés después de que Estados Unidos suspendiera la importación de vacuno fresco por problemas “sanitarios”, una decisión que prolonga el “annus horribilis” del sector en el país suramericano.
Las restricción de Estados Unidos supone un duro golpe para la industria pecuaria, la cual ha sido cuestionada en los últimos meses a raíz de varios escándalos, entre ellos el de la “carne débil”.
En marzo pasado, las autoridades brasileñas descubrieron una mafia que adulteraba los productos tanto para el consumo interno como para la exportación, lo que llevó a la restricción temporal de carne por parte de algunos compradores internacionales.
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Estados Unidos intensificó entonces los controles sanitarios y, según explicó la Secretaría de Agricultura en un comunicado, rechazó la entrada de 106 lotes de productos cárnicos brasileños debido a “preocupaciones de salud pública, condiciones sanitarias y problemas de salud animal”.
Washington importó el año pasado $3.35 millones de carne bovina congelada y fresca, de los $4,300 millones de ese producto exportados por Brasil en 2016, según datos del Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio.
Pero la importancia de la primera potencia mundial en ese mercado va más allá de las cifras, ya que, según especialistas, Estados Unidos es un referente para otros países importadores de carne bovina.
El Gobierno intenta revertir la situación y el ministro de Agricultura de Brasil, Blairo Maggi, anunció que la semana próxima viajará a Estados Unidos, después de que “fueron detectados algunos abscesos” en carnes que pudieran ser consecuencia de una “reacción” de los productos a “componentes de la vacuna contra la fiebre aftosa”.
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“Entendemos las quejas y daremos las explicaciones pertinentes”, dijo el ministro.
Maggi consideró además que en Estados Unidos hay “presiones muy grandes” de poderosos empresarios contra la carne brasileña, que compite en los mercados mundiales con los productos estadounidenses.
Con información Primera Plana