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De acuerdo con la información más reciente de la Secretaría de Hacienda a abril, y a diferencia de años anteriores en los que se anunciaron recortes al gasto y no se materializaron, en 2016 el ajuste fiscal parece ir en tiempo y forma. Sin embargo, surgen diversas dudas acerca de si dicho ajuste será sostenible, no sólo para alcanzar los objetivos de reducción del gasto público y los balances presupuestales programados para este año, sino, sobre todo, para marcar un rumbo de las finanzas públicas a mediano plazo que permita corregir los desequilibrios que han propiciado el incremento de la deuda en los últimos años. En otras palabras, si se cumplirá la promesa de Hacienda de, ahora sí, modificar la trayectoria creciente de los requerimientos financieros del sector público.
En enero-abril de este año el balance público registró un superávit por 177.1 mil millones de pesos, que se compara con un déficit de 116.3 mil millones en el mismo lapso de 2015, y que fundamentalmente se deriva del entero que realizó el Banco de México de su remanente de operación del año pasado. Si no se incluye esa operación, el balance público hubiera sido deficitario en el periodo, pero se habría reducido a la mitad del año anterior. Un paso, pequeño, en la dirección correcta.
De la evolución de los ingresos públicos en el cuatrimestre no hay mucho que decir. Los petroleros continuaron a la baja (menos 6.6 por ciento en términos reales a tasa anual) y los tributarios no petroleros al alza (7.5 por ciento real) pero a tasas decrecientes, lo que es natural en el marco de un crecimiento económico modesto y de cada vez menores efectos de los cambios fiscales en 2014, así como de la capacidad y eficacia recaudatorias del SAT. El impuesto a las importaciones aumentó 13.8 por ciento, el de la renta 9.7 por ciento, el IEPS 6.6 por ciento y el IVA 4.0 por ciento. Es previsible que casi todos los componentes de los ingresos tributarios vayan a la baja en los próximos meses, ante el aumento del tipo de cambio y un menor crecimiento del consumo y las utilidades de las empresas.
Los retos están y estarán en el gasto público. En enero-abril el gasto neto pagado se redujo 3.3 por ciento en términos reales a tasa anual y el programable 5.0 por ciento; si se excluye la aportación de capital que hizo el gobierno federal a Pemex en abril, esas disminuciones ascendieron a 5.0 por ciento y 7.2 por ciento, respectivamente. El problema del ajuste al gasto radica no en su tendencia, que es la deseable y prometida, sino en su composición. Mientras que el del gobierno federal y el de los organismos de control presupuestario directo (IMSS e ISSSTE) aumentó 0.6 por ciento y 1.3 por ciento en ese orden, el de las empresas productivas del Estado se contrajo severamente: 19.8 por ciento; 24.8 por ciento el de Pemex y 9.3 por ciento el de CFE). Además, el correspondiente a subsidios, transferencias y aportaciones corrientes también se incrementó 5.9 por ciento en términos reales.
Si bien este último concepto incluye los apoyos a la ejecución de los programas sociales, debe reconocerse que es el gasto público más improductivo que hay.
En el gobierno federal la composición en la trayectoria del gasto deja mucho que desear. El gasto programable total aumentó 28.6 mil millones de pesos corrientes en los primeros cuatro meses de 2016 en relación con 2015; los servicios personales lo hicieron en 1.4 mil millones (aunque cayeron 2.0 por ciento en términos reales), las pensiones 2.4 mil millones (aumentaron 7.5 por ciento real), los subsidios 35.8 mil millones (incremento de 6.2 por ciento) y la inversión física se contrajo dos mil millones (4.3 por ciento).
En los organismos y empresas la situación es mucho peor: el gasto de operación se ajustó 5.5 por ciento real (2.5 mil millones corrientes) pero el de inversión lo hizo en ¡30 por ciento real!, una disminución de 45 mil millones de pesos corrientes.
En resumen, en lo que va de 2016 la mayor parte del ajuste fiscal se dio en las empresas productivas, en particular en su inversión, mientras que el gobierno federal sencillamente no ha reducido el gasto, lo que pone en duda la viabilidad de ajustar las finanzas públicas en el futuro ante la incertidumbre internacional.
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Con Información de: El Financiero