El Político.- Conseguir un cuerpo espectacular, la comida gourmet tipo restaurantes famosos, un cabello y cutis perfecto es el sueño al momento de ver los comerciales que ofrecen a través de la televisión, los productos que te ayudan a llegar a tu meta.
Sin embargo, los productos de infomerciales tienen dos realidades: la que te vende la publicidad y la que el comprador vive. Te venden funcionamientos perfectos, rápido, sencillo de uno que otro producto innovador.
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Resulta que los informerciales siempre se convierten en ese producto milagroso que llega al mercado para resolver ese problema que agobia tu vida, y nos hace las preguntas cotidianas: “¿Harto de hacer ejercicio y no obtener los resultados que busca?”, “¿Le preocupa perder su pelo?”, “¿cansado de sacar grasa y comida pegada de su sartén?”.
Las imágenes en blanco y negro con personas viviendo desastres, con rostros de decepción, son el punto de partida de los informerciales. No importa la hora, basta con dedicarle un tiempo a la pantalla chica para quedar encantado con dos o tres productos.
Son muchos los artículos que se promocionan, desde utensilios prácticos para el hogar hasta prendas de vestir; pero los más cautivadores son aquellos que hacen parecer que la desgracia es un problema que tiene solución. Desde hace dos décadas, al menos, la televisión venezolana pasó a estar dominada por este tipo de programas, espacios pagados a las estaciones y cuya extensión –mayor a una publicidad habitual– garantiza mayores ingresos. Hogares se convirtieron en auténticos spas y hasta gimnasios domiciliarios. Pero la magia de llamar ya, comprar por teléfono y vivir los resultados prometidos se queda allí, un hechizo de oropel.
Lo cierto, es que muchos de los productos que vemos en televisión no tienen el efecto esperado. La mejor forma de alcanzar ese efecto deseado es implementando una buena rutina de ejercicios y una sana alimentación.
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