El Político.- Entre confusiones y esperanzas venezolanos fueron a votar este 15 de octubre, impregnados de optimismo para pedir un cambio en el país, ciudadanos se preguntaban si confiar o no en elecciones llenas de irregularidades desde su convocatoria, la crisis y la desconfianza por un arbitro electoral parcializado alimentaron el desánimo de los electores. Votar o no, era la disyuntiva que acompañaba la ilusión de demostrarle al régimen el rechazo profundo a su gestión que se vive en las calles.
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Ella había escuchado los llamados para boicotear la elección y le preocupaba que si al candidato que apoyaba le iba bien, el chavismo podría manipular los resultados en su contra. Y el día iba a ser largo: el gobierno cambió la ubicación de su centro de votación, en el que había sufragado desde 1972, a otro ubicado en un barrio lejano y con altos índices delictivos.
Pero Roberta Elicelia Castillo Isturiz, de 77 años, no iba a quedarse sentada en su casa durante los comicios regionales del domingo en Venezuela, la primera elección en el país desde que el presidente Nicolás Maduro afianzó su poder por medio de una Asamblea Nacional Constituyente, un proceso que otras naciones de la región han calificado como una dictadura.
“Lo peor sería quedarse en casa”, dijo Castillo mientras estaba sentada en su antiguo centro de votación en Sucre, en el estado Miranda, en espera de un autobús que la llevara a su nueva ubicación. “La esperanza muere al último”.
En medio de una crisis económica signada por un severo desabastecimiento de alimentos y medicinas que ha ocasionado un aumento de la violencia, los venezolanos acudieron el domingo a las urnas para elegir a los gobernadores de los 23 estados del país.
La votación se desenvolvió de manera pacífica, sin protestas políticas violentas como las que han afectado a la capital y otras ciudades desde hace meses. Sin embargo, la incertidumbre abundó entre los votantes sobre cuándo o cómo podrían siquiera sufragar y sobre si los resultados harían alguna diferencia en cuanto al futuro del país.
Encuestas realizadas en los días previos a la votación sugerían que la oposición ganaría la mayoría de las gobernaciones, aumentando el número de entidades bajo su control de tres a dieciséis, según algunas predicciones.
Pero el domingo por la noche, los funcionarios electorales venezolanos anunciaron que el partido del presidente Maduro había resultado victorioso en diecisiete gobernaciones, mientras que la oposición solo ganó en cinco y los resultados de un estado todavía se estaban definiendo.
“Hoy ha ganado la verdad de Venezuela”, dijo Maduro en un discurso desde el palacio presidencial. “Hoy la patria se ha fortalecido”.
Pero los líderes de la oposición se comprometieron a impugnar los resultados, exigiendo una auditoría y pidiendo a sus candidatos que planifiquen “diversas actividades callejeras” para apoyar su protesta. “Ni Venezuela ni el mundo se comen el cuento”, dijo Gerardo Blyde, un líder opositor. “Ni el propio gobierno puede explicar estos resultados”.
Recientemente la oposición acusó al gobierno de intentar confundir a los ciudadanos y obstaculizar la elección al reubicar más de doscientos centros de votación durante los últimos días, además de incluir boletas con los nombres de candidatos opositores que ya no estaban en la contienda.
La Mesa de la Unidad Democrática (MUD) dijo que las maniobras del gobierno continuaron el domingo, con denuncias contra el Consejo Nacional Electoral. Los funcionarios electorales fueron acusados de retrasar a propósito la apertura de algunos centros en zonas que apoyan a la oposición.
Un centro ubicado en Miranda, el estado que colinda con el distrito capital de Caracas, no tuvo electricidad sino hasta pasadas las nueve de la mañana, tres horas después del momento en que debían abrir los centros. Los simpatizantes de la MUD presentes en el sitio acusaron que hubo mano negra en los retrasos y que los funcionarios chavistas no tenían prisa alguna por arreglar el problema.
“Eso no pasa solo porque sí”, dijo George Rotker, ingeniero químico que fungió como observador electoral de la oposición en ese centro.
Maduro ha descartado las acusaciones de que su gobierno se encamina hacia una dictadura con las elecciones del domingo como evidencia de democracia, aunque líderes opositores como Henrique Capriles han denunciado que “la democracia no solo es votar”.
Con esto en mente, grupos de la oposición primero le pidieron a sus simpatizantes que no votaran, bajo el argumento de que la elección era fraudulenta y que la participación solo validaría el programa de Maduro. Temían que, incluso si el chavismo era derrotado, hubiera fraude en el conteo. La participación habría rondado el 61 por ciento, según los datos del CNE.
Abraham Semerene, guardia de seguridad de 22 años y del municipio de Los Salias, votó por primera vez en su vida en las elecciones legislativas del 2015. A menos de dos años, ya está desilusionado con la política venezolana.
“Uno pierde la esperanza”, dijo. “El gobierno hace lo que quiere. Tienen demasiado que perder como para ceder el poder”.
Incluso entre los simpatizantes de la oposición que sí sufragaron cundían las dudas sobre si sus votos harían diferencia alguna o aun si serían contados.
Al gobierno de Maduro se le acusa de haber alterado los resultados de la elección para la constituyente, que fue declarada por encima de los demás poderes, incluida la Asamblea Nacional, la única instancia gubernamental que es controlada por la oposición. La constituyente incluso tiene el poder para remover del cargo a gobernadores o impedir que funcionarios electos puedan asumir el cargo.
“El gobierno nunca juega limpio”, dijo Jesús Pestana, de 46 años, un vendedor de autopartes mientras esperaba para votar por el candidato de la MUD en Miranda. “Siempre hacen las cosas para favorecerse entre ellos”.
Jorge Marrero, de 41 años, había estado haciendo fila por casi tres horas, con el sol encima, en una casilla en Sucre que registró varios problemas técnicos.
“Estoy seguro de que van a aplicar todas los trampas del mundo y que van a falsear los resultados”, dijo Marrero, dueño de una franquicia de Papa John’s Pizza. “Pero tengo fe en que si hay una respuesta fuerte, no podrán hacerlo”.
Poco después el sol dio paso a la lluvia y Marrero se encogió de hombros. “Si te mojas, no importa”, dijo. “Al menos estamos haciendo algo”.
El día fue muy pesado para los electores cuyos centros de votación fueron reubicados. Quienes normalmente sufragaban en el Instituto San Lucas en el barrio de clase media de El Llanito fueron trasladados en autobuses de la oposición a un centro ubicado en el barrio La Unión.
El candidato opositor para la gobernación de Miranda, Carlos Ocariz, fue uno de los venezolanos que tuvieron que ser trasladados. Él solía votar en El Llanito, pero en esta ocasión tuvo que hacerlo en La Unión. Así que lo convirtió en un evento.
En una conferencia de prensa improvisada frente al Instituto San Lucas, reportó que hubo muchos retrasos en casillas en todo el estado, y que eso significaba que era muy importante que la gente saliera a votar.
La Unión parecía ser un territorio enemigo para Ocariz. Los muros estaban cubiertos de carteles a favor del candidato chavista Héctor Rodríguez. Los residentes le gritaron al convoy desde sus ventanas y puertas.
Se bajó del autobús y caminó hasta el centro de votación donde sus partidarios y los chavistas se gritaban consignas a favor y en contra.
CreditMeridith Kohut para The New York Times
Rosa Colón, de 70 años, dijo que estaba “100 por ciento” a favor de Rodríguez y que el Partido Socialista Unido de Venezuela había hecho un mejor trabajo a lo largo de los años para apoyar a los más pobres.
Dijo que, empezando por la Constitución de 1999 redactada durante el gobierno de Hugo Chávez, “descubrimos que la gente de los barrios populares podía ser incluida”.
Colón, una analista jubilada del Ministerio de Defensa, reconoció que las condiciones de vida han empeorado con Maduro, pero culpó a los partidos opositores por su presunta colaboración con Estados Unidos para socavar al gobierno.
“Todo esto es para tumbar a Maduro”, dijo.
Matilde Bautista, de 48 años y asistente de cocina en un restaurante, también dijo que votó por Rodríguez, pero agregó que ningún partido podía rescatar al país de la crisis.
“Los bandos tienen que unirse”, dijo.
Pese a todo, añadió Bautista, todavía tiene fe en el proceso democrático de Venezuela. Dijo que si un funcionario electo fracasa en su tarea de mejorar el país “votaremos por otro”.
“Como dice el refrán: Quítate tú pa ponerme yo”, dijo.