Acciones que muchos ven como una cruzada contra los cuentapropistas continúan en La Habana. La constante vigilancia sobre los puestos de venta de pequeños emprendedores ha provocado que muchos cierren sus negocios, temporal o definitivamente. Otros se han visto obligados a hacerlo luego de recibir la visita de los inspectores.
Aleyda, quien vendía útiles del hogar, cerró su mesa luego de recibir un Acta de Apercibimiento en la que se le advertía que perdería su licencia si ofertaba algún producto o servicio fuera de lo autorizado.
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"Lo estuve pensando, saqué cuentas y decidí entregar la licencia", comenta. "Es que los artículos que no tenía permitido vender, como los cables y los tomacorrientes, eran los que más se vendían y los que me permitían pagar la licencia".
Según Aleyda, los inspectores comenzaron a pasar por su negocio constantemente. "Ya no me bastaba con recoger las cosas cuando ellos vinieran, porque se aparecían en cualquier momento y ya no eran los inspectores municipales, sino provinciales y algunos venían sin identificarse y le tiraban fotos a la mercancía. Nos enterábamos de que eran inspectores después, cuando llegaban con la ropa que los identifica y las credenciales".
Raydel, también con licencia para vender útiles del hogar, pero en otro municipio, coincide con Aleyda.
"Empezaron a aparecer casi todos los días, algunos sin identificarse como inspectores, para cogernos de atrás pa’lante", cuenta.
"El problema con los inspectores provinciales es que no los conocemos", agrega. "Los cuentapropistas tienen normalmente arreglos con los inspectores municipales. En algunos lugares hasta les avisan cuando viene una inspección, para que recojan todo lo que es ilegal antes de que lleguen".
Algunos vendedores ni siquiera recibieron el Acta de Apercibimiento.
"A mí nadie me entregó nada, ni me advirtieron", asegura Raydel. "Cuando vinieron fue para decomisarme la mercancía y retirarme la licencia".
La licencia para la venta de útiles del hogar no pertenece al régimen simplificado de trabajo por cuenta propia. Quienes la poseen pagan impuestos mensuales, seguridad social y tienen que hacer declaración jurada a final de año.
"Es un dineral lo que pagamos", dice Aleyda. "Un dineral que no se hace vendiendo percheros y palitos de tendedera, que es lo que tenemos permiso de vender".
"Ellos saben muy bien eso", opina Raydel. "Cualquiera puede darse cuenta de que son las otras cosas, los cables, la pintura, lo que nos permite pagar las licencias. Nadie gana tanto vendiendo pañitos de cocina".
A Raydel le pusieron una multa de 1.500 pesos cubanos y le decomisaron mercancía con valor aproximado de 2.000 CUC.
"Yo miré mientras estaban escribiendo el acta de decomiso y vi cómo se quedaban con mercancía para ellos", asegura Raydel. "Ponían cinco brochas en vez de seis, o tres cables y no cuatro, que era lo que me estaban quitando en realidad. Así lo hicieron con casi todos los productos, sobre todo los ilegales".
Durante las inspecciones y decomisos los vecinos y transeúntes suelen protestar contra los inspectores.
"Les dicen ‘abusadores’ y ‘descarados'", comenta Aleyda.
Raydel cuenta que algo así también ocurrió durante su decomiso. "Una persona que pasaba les dijo hasta que eran unos corruptos, que si querían que dejáramos de vender cosas ilegales, que las vendieran ellos en las tiendas a un precio que la población pudiera pagar".
"Deberían hacerse una auditoría ellos mismos", agrega. "Se supone que si te quitan la licencia no puedes volver a sacarla, tienes que sacar otra diferente. Yo he visto gente que ha tenido tres veces la misma licencia y eso no pasaría si no hubiera corrupción en el Gobierno, que es el que aprueba".
"Aquí hay negocios ilegales y corrupción en un montón de instituciones estatales. Eso ya es común en Cuba", dice Aleyda. "Pero hay una pila de militantes del Partido viviendo de eso, así que nadie se mete. A quienes acosan es a los particulares, que somos los que no les convenimos, los que no somos del Partido".
"La solución siempre es botar el sofá, sobre todo porque el sofá no les gusta", opina Raydel. "En vez de arreglar el desabastecimiento de sus tiendas y los precios altísimos que le ponen a las cosas, la cogen con nosotros. Y ya sabes lo que van a responder, que las tiendas están desabastecidas por culpa de nosotros que compramos para revender. Eso no es así, pero la culpa la tenemos que cargar nosotros, así que lo van a seguir diciendo".
A pesar de las presiones, tanto Aleyda como Raydel piensan sacar otras licencias para negocios por cuenta propia en el futuro cercano.
"Hay que trabajar", dice Aleyda, "pero no para el Estado. Para el Estado, ni muerta".
Con información de El Diario de Cuba