Hace exactamente un año, el exministro de exteriores de Jordania Marwam Muasher publicaba un ensayo en la revista Foreign Affairs en el que afirmaba: “En la superficie, muchos estados árabes parecen haber capeado estas dos tormentas [la llamada ‘Primavera árabe’ de 2011 y el desplome del precio del petróleo en 2014]. Pero vienen más turbulencias”.
El Político
Muasher argumentaba que muchos regímenes árabes habían logrado desactivar el descontento que sacudió la región en 2011 mediante subsidios e inversión pública derivada del petróleo, tanto en los países productores del Golfo como aquellos que recibían generosos desembolsos saudíes, como Jordania o Egipto.
Sin embargo, advertía, la caída del precio del barril de crudo imposibilitaba una repetición de esa estrategia. “Las sacudidas de 2011 y 2014 fueron solamente los primeros síntomas de una transformación mayor en marcha en la región: el acuerdo fundamental en el que se sustenta la estabilidad en los estados de Oriente Medio se está deshaciendo y, a menos que los líderes regionales se muevan rápido para llegar a nuevos acuerdos con sus ciudadanos, llegarán tormentas aún mayores”, escribió entonces.
Ese momento parece haber llegado. En los últimos seis meses, movilizaciones populares en Sudán y Argelia han acabado con el liderazgo de dos ancianos autócratas que llevaban décadas en el poder, Omar Al Bashir y Abdelaziz Buteflika. Importantes protestas y disturbios ocasionales de violencia han tenido lugar en Jordania, Marruecos y Túnez.
El mes pasado, por primera vez desde que el ejército egipcio masacrase a los Hermanos Musulmanes en la plaza de Rabba Al Adawiya de El Cairo en 2013, cientos de egipcios se echaron pacíficamente a las calles para exigir el fin de la dictadura de Al Sisi. Y desde hace una semana, jóvenes mayoritariamente suníes desafían a las fuerzas de seguridad de Irak exigiendo el fin de la corrupción y el autoritarismo del Gobierno.
El caldo de cultivo sigue ahí
“Las protestas y movilizaciones llevan sobre la mesa muchos años, desde incluso antes de 2011. Se trata de temas socioeconómicos, de rechazo a la corrupción, contra las acciones de las élites no solo políticas sino también militares y económicas. Hay un hastío contra sistemas opresivos que les han impedido siempre no solo votar, sino también expresar cualquier tipo de opinión política”, afirma Itxaso Domínguez, coordinadora del área de Oriente Próximo y Norte de África de la Fundación Alternativas. Por su parte, Marc Lynch, profesor de ciencias políticas y autor del libro ‘Las nuevas guerras árabes: levantamientos y anarquía en Oriente Medio’, señala que en los últimos años siete de los 21 países de la región han experimentado algún tipo de protesta masiva.
Desde 2011, las condiciones que generaron el caldo de cultivo para lo que entonces se llamó la “Primavera árabe” apenas han variado. Según un reciente informe de la Institución Brookings, las tasas de desempleo juvenil en el mundo árabe rondan el 40% en lugares como Palestina, Arabia Saudí, Jordania y Túnez, de alrededor del 30% en Egipto y Argelia y del 17% en Irak. Apenas ha habido mejorías en áreas como la lucha contra la corrupción o el autoritarismo. En algunos casos como Egipto el empeoramiento ha sido evidente.
“Es una constante. Cuando no se ven resueltas estas demandas vuelven a surgir una y otra vez, hasta que se zanjan mediante una guerra o una represión brutal, o son satisfechas mediante un acuerdo, aunque eso eso es algo que tampoco ha ocurrido nunca”, dice Domínguez a El Confidencial. “Creo que los casos de Argelia y Sudán nos dejan ver que esto no va a dejar de ocurrir hasta que los ciudadanos de esas poblaciones tengan un mínimo de dignidad, que no tiene por qué ser lo mismo que entendemos nosotros”, señala.
Fuente: ElConfidencial