Los bombardeos del régimen sirio cerca de posiciones de soldados de élite estadounidenses en el noreste de ese país vuelven a poner en el foco la misión, mayoritariamente secreta, de ese contingente militar, y evidencian los límites y peligros de la estrategia norteamericana. Estados Unidos cuenta con unas 300 fuerzas especiales en Siria. Las primeras 50 llegaron el pasado noviembre y las restantes en abril.
La cifra es muy inferior a la de Irak, donde hay desplegados 4.600 soldados, pero EE UU actúa allí en coordinación con el Gobierno de Bagdad mientras que en Siria lo hace sin la aprobación directa de Damasco. La aviación estadounidense ataca en ambos países posiciones del Estado Islámico (ISIS en sus siglas en inglés).
La mayoría de militares norteamericanos están en el noreste de Siria, pero en junio un bombardeo ruso reveló que EE UU y Reino Unido tenían una base secreta de fuerzas especiales en el suroeste de Siria. El objetivo oficial de las tropas es asesorar y asistir a las milicias rebeldes que luchan contra el ISIS. En el norte, son fuerzas kurdas que tratan de aislar al grupo terrorista en Raqa, su autodenominada capital. La finalidad última es que lideren una ofensiva contra Raqa respaldadas por asesores y aviones estadounidenses.
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Al margen de los objetivos, se sabe muy poco qué hacen los efectivos estadounidenses. El presidente Barack Obama, reticente de adentrarse en una guerra imprevisible, insiste en que no tienen función de combate. “No van a liderar la lucha sobre el terreno”, prometió en abril. Pero los ataques de la aviación siria, el jueves, revelan que los militares están muy cerca del frente de combate en que operan las milicias kurdas.
La misma sensación afloró en mayo cuando unas fotografías de la agencia AFP mostraron por primera vez a soldados norteamericanos en Siria. Aparecían fuertemente armados junto a fuerzas kurdas a 60 kilómetros al norte de Raqa. AFP aseguró que los militares estaban “cerca de las líneas de frente”, algo que negó el Pentágono, que subrayó que no participan en combates.
Tras el ataque de la aviación siria, EE UU desplegó cazas para proteger a sus soldados y a las fuerzas kurdas, y advirtió al régimen sirio de no interferir con sus tropas y recordó que tienen derecho a la defensa propia.
Pero, más allá de la retórica, Washington busca evitar al máximo un enfrentamiento militar con el régimen de Damasco porque su estrategia oficial es derrotar al ISIS y no al régimen de Bachar el Asad, y porque dilapidaría los frágiles equilibrios de la guerra, en que Rusia e Irán apoyan a Siria mientras todos se oponen a los yihadistas.
Con información de El País