A Xi Jinping le está resultando útil utilizar el poder que le otorga a su país el haberse convertido en fabricante de vacunas contra el COVID-19, gracias a la empresa SINOVAC BIOTECH, para reparar algunas de sus relaciones dañadas en el extranjero o para anudar apegos de nuevas naciones.
Beatriz de Majo/ El Político
La nueva punta de lanza de la diplomacia china para con los países más afectados por el virus, que son los que no cuentan con los recursos para sanar a sus ciudadanos, es esta nueva imagen de responsabilidad social que están desarrollando.
Si son exitosos en ese terreno, ello le permitirá mostrarse como una potencia en el campo de lo científico.
Con 4 vacunas en su haber que han alcanzado ya la última fase de pruebas clínicas, y 5 otras más en camino, el coloso de Asia se está permitiendo el lujo de declarar a sus vacunas como un “Bien Público Global” y, con ellas bajo el brazo, desarrollar una bien orquestada campaña de colaboración con los más débiles.
Países como Pakistán, Indonesia y Bangladesh y Marruecos ya han hecho público su reconocimiento al líder chino por la solidaridad mostrada.
Pero este apoyo no va más allá de declaraciones verbales ya que aún deben transcurrir meses para disponer de una producción masiva y para hacer un uso comercial de su descubrimiento.
En Latinoamérica y el Caribe, ya unos cuantos países aseguran que harán uso del billón de dólares en créditos chinos que serán puestos a su alcance para adquirir sus dosis.
Pero no todo es filantropía del lado chino. Algunos de los países más pobres y populosos que están en la lista de posibles favorecidos por China han prestado su concurso aportando “voluntarios” para las pruebas previas a la autorización sanitaria. Bangladesh está entre ellos.
Si lo anterior no se llama “caridad con uñas”, invito a los lectores a ponerle a este tipo de ayuda un nombre que se le ajuste.
La inclinación de Pekín siempre ha sido la de actuar en solitario. Solo fue en octubre de este año cuando China tomó la decisión de afiliarse a COVAX, la iniciativa puesta en marcha por Francia a la cabeza de la Unión Europea y la Organización Mundial de la Salud para poner al alcance del mundo entero – no solo de los países con capacidad económica holgada- las vacunas que fueran siendo aprobadas para combatir el COVID.
“Nadie está a salvo hasta que todos estén a salvo” es la consigna de esta alianza pública y privada que aspira instaurar un régimen equitativo de acceso a las vacunas.
Se especula mucho en torno al este retardo en hacerse parte de un esfuerzo que, en su esencia, coincide con la política que Xi quien había asegurado que su país haría todo lo necesario para que sus vacunas estuvieran al alcance de los menos favorecidos.
The American Pew Research Center publicó una encuesta en la que demuestra el rechazo mundial a las políticas chinas, provocado por su manera de abordar la plaga planetaria del COVID-19. Este rechazo generalizado hizo un pico en agosto de 2020.
De 14 países desarrollados que fueron parte de la investigación, 9 rechazaron las actuaciones chinas: Australia, Reino Unido, Alemania, Holanda, Suecia, Estados Unidos, Corea del Sur, España y Canadá. En el interior de ellos, 7 de cada 10 ciudadanos no tenían confianza alguna en la manera en que Xi lideraba y actuaba en estos polémicos terrenos.
Así pues, a raíz de este estudio, parecería que China finalmente habría decidido remendar el capote incorporándose a COVAX para batallar desde dentro de lo multilateral en favor de un acceso no discriminatorio a las vacunas anti COVID.