En 2004, una mujer australiana de ascendencia libanesa, Aheda Zanetti, descubrió un nicho de mercado. Afligida al ver a su joven sobrina tratando de jugar netball en una estorbosa combinación de hijab y uniforme deportivo, decidió diseñar algo adecuado para las sensibilidades musulmanas que combinara la modestia y la practicidad. Poco después, hizo lo mismo para las mujeres musulmanas que querían nadar en las playas de Sídney; pero no en bikinis.
Fundó una compañía, Ahiida, para producir las nuevas prendas, que incluían el hijood "una síntesis de hijab y capucha" y el burkini, una amalgama de la burqa y el bikini.
En 2006, Zanetti registró como marca los nombres burkini y burqini en Australia y otras partes. El traje de baño "una prenda de dos piezas, de cuerpo completo y que cubre la cabeza" despegó. Para muchas mujeres musulmanas, el burkini resolvió un dilema de playa.
Adelantémonos una docena de años a través de un periodo de creciente tensión entre el islamismo y Occidente hasta Cannes en la Costa Azul francesa, donde el alcalde prohibió recientemente el uso de los burkinis.
Cannes está a solo 24 kilómetros de Niza, el sitio de un ataque terrorista en julio en el cual un hombre leal al Estado Islámico condujo un camión contra una multitud festiva, matando a 86 personas.
Con Información de: El Observador