“Réquiem por el centro en España. Se suicidó y lo mataron”. Así titula en The New York Times el escritor y periodista, David Jiménez, autor de la célebre obra “El director” su más reciente artículo, en cuyo contenido comenta que el político español Edmundo Bal, miembro del Congreso de los Diputados por Ciudadanos en representación de Madrid, quedó último en la campaña electoral más crispada de la democracia deja a su partido fuera del parlamento y al centro político español en situación moribunda.
El Político
El autor comenta que Bal se abrazó a un lema sencillo para desmarcarse de la competencia: “Vota al partido que no insulta”. Pero el resultado propagandístico le revirtió a su partido, que en sus orígenes fue visto como una esperanza frente a los bandos tradicionalmente enfrentados, en una derrota literal. Argumenta que pese a que centró su campaña en planes de acción concretos, nadie lo atendió en medio del ruido.
En su columna periodística habitual, Jiménez estima que el debate político en Madrid quedó reducido a las consignas de los salvapatrias de uno y otro bando. Mientras la derecha sostenía que la democracia solo sobreviviría en sus manos —“comunismo o libertad”—, la izquierda se presentó como muro de contención frente a un fascismo que supuestamente estaba a punto de tomar la Puerta del Sol.
Precisa: “La victoria fue para la conservadora Isabel Díaz Ayuso, que disparó su popularidad durante la pandemia al mantener la economía abierta y resistirse a aplicar las restricciones impuestas en otras regiones españolas. La presidenta madrileña, del Partido Popular, consolida con su triunfo aplastante el ayusismo, una nueva variante de la derecha populista que ha explotado con habilidad la polarización de la política nacional”.
Coraje político no es gritar más al adversario, hoy convertido en enemigo, sino sentarlo para dialogar las diferencias.
Mi columna en The New York Times sobre la defunción del centro español (otra más).
https://t.co/MTnQ30SVap— David Jiménez (@DavidJimenezTW) May 6, 2021
En España Bal incurrió en sus propios errores
Conforme a Jiménez, la votación confirmó la maldición histórica del centro en España. Porque aduce que los intentos de reinventar la tercera vía española se frustaron desde el declive de la Unión de Centro Democrático (UCD). El mismo partido que pilotó los primeros años de transición democrática tras la dictadura del general Francisco Franco entre 1975 y 1982.
Argumenta: “Las razones de ese fiasco continuo hay que buscarlas en una mezcla de errores propios. Traiciones internas y sabotajes externos, a los que suelen unirse con similar entusiasmo derecha e izquierda. Ciudadanos es el mejor ejemplo de cómo llevar un partido desde lo más alto a la destrucción en apenas dos años”.
Contextualiza además la participación de la formación naranja de Albert Rivera. Un político a quien califica de rompedor que en su campaña de 2006 se presentó literalmente desnudo ante la ciudadanía. Explica: “Era su manera simbólica de ofrecer transparencia, reformismo, meritocracia y diálogo. La oferta con la que atrajo a las clases urbanas, liberales y profesionales de las grandes ciudades. Al partido no le importó pactar con los socialistas en Andalucía y con los conservadores en Madrid. Porque sus objetivos regeneradores se imponían a las preferencias ideológicas”.
Jiménez concluye que España requiere otra vez un partido que ejerza un papel mediador con capacidad de dejar a un lado las trincheras ideológicas que posibiliten soluciones pragmáticas a los problemas del ciudadano común.
“En mitad del embrutecimiento actual de la política nacional, el coraje no reside en gritar más alto al adversario, hoy convertido en enemigo. Sino en sentarlo a dialogar las diferencias. Un país sin espacio para el centro está condenado a enfrentarse en los extremos”, puntualiza el escrito.
Fuente: The New York Times