Apartado en Mar-a-Lago, fuera de las redes sociales y con contadas apariciones en medios de comunicación, el expresidente Donald Trump ve cómo se afianza su control del Partido Republicano.
El Político
Con una estrategia impulsada con una gran dosis de revancha contra quienes no respaldan los infundios del inexistente fraude en las elecciones del 2020 del que insiste en hablar.
La defenestración de la que fue víctima la representante Liz Cheney este miércoles, cuando en una rápida votación fue despojada de su posición como número 3 de la bancada republicana en la Cámara de Representantes, muestra la revancha del expresidente en acción, reportó Univision.
Trump insiste en la teoría del fraude electoral
Cheney ha condenado a Trump por su insistencia en la teoría del fraude electoral y haber incitado a la rebelión a sus simpatizantes que asaltaron el Capitolio el 6 de enero y que dejó 5 muertos. La representante por Wyoming fue una de los 10 republicanos que votó por el segundo ‘impeachment’ del entonces presidente.
Y cuando en las últimas semanas el residente del famoso resort de West Palm Beach volvió por fueros, en comunicados dignos de Twitter enviados vía correo electrónico por su SuperPac ‘Save América’, Cheney le ha salido al paso denunciándolo como un peligro para la institucionalidad estadounidense.
Pero la venganza de Trump pudo más y Cheney terminó siendo expulsada por una mayoría “abrumadora”; según relatos de quienes estuvieron presentes en la conferencia republicana, menos de cuatro meses después de que logró sobrevivir con comodidad a una moción similar.
Se desinfló el rechazo a Trump
En los días inmediatos al asalto al Capitolio muchos republicanos, impactados por las tensiones recién vividas, condenaron a Trump; por su responsabilidad en los eventos de aquel día, cuando arengó desde las afueras de la Casa Blanca a sus simpatizantes a marchar hasta el edificio del Congreso que en ese momento cumplía la formalidad de registrar el voto del Colegio Electoral que dio el triunfo a Joe Biden.
Algunas condenas eran más directas o fuertes que otras, pero en general había el consenso de que el tono; y la oportunidad del discurso del mandatario no habían ayudado a calmar las cosas.
El líder de los republicanos en la Cámara Baja, Kevin McCarthy, tuvo una conversación telefónica; que terminó en gritos cuando le pidió a Trump que pidiera a sus seguidores que se retiraran del edificio. “¿Con quién demonios cree que está hablando” le gritó McCarthy al presidente, según dijo un legislador republicano familiarizado con la llamada.
"Cobardía" republicana
Por esos mismos días Cheney pedía a los republicanos: “No debemos abrazar (las ideas) del anterior presidente” en una entrevista con Fox News.
Es claro que su recomendación no surtió efecto y los republicanos han ido consagrando a Trump como el líder del partido.
Un candidato, aunque perdedor, que logró obtener 74 millones de votos (47% del total) y cuenta con un seguimiento; cuasi religioso entre sus simpatizantes es un factor de poder que no es conveniente ignorar.
Además, una directiva dividida sería pésimo en la estrategia de un partido que aspira recuperar la mayoría en el Congreso en las próximas elecciones.