Nicolás Maduro y su entorno han dejado claro que avalan la invasión rusa de Ucrania. El presidente del régimen venezolano varias veces ha manifestado su apoyo a Vladimir Putin, su par ruso, desde el disparo de la primera bala. Los medios públicos venezolanos han hecho eco de la propaganda del Kremlin que justifica la agresión militar.
Alejandro Armas/El Político
Sin embargo, detrás todo ese despliegue retórico, hay señales de que este apoyo es limitado. En al menos una oportunidad, el régimen venezolano evitó alinearse totalmente con Rusia en la materia. De hecho, en una situación similar previa, Caracas actuó de manera aun más afín a Moscú que hoy.
Veamos ahora en qué consiste esa cautela y a qué se debe.
Un (no) voto notable
Una buena forma de aproximarse a las posiciones que un tercer gobierno tenga sobre la guerra en Europa Oriental es su voto en la Organización de Naciones Unidas. La primera fue una resolución en la Asamblea General, condenando la invasión. Sin embargo, la delegación venezolana no pudo manifestarse en esta instancia debido a sus deudas con la organización. Por otro lado, Cuba y Nicaragua, los únicos otros dos Estados latinoamericanos que han apoyado a Putin, se abstuvieron. No votaron en contra, como Rusia.
Efectivamente, Venezuela sí pudo votar después en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, a propósito de la realización de una pesquisa sobre crímenes de guerra en Ucrania. De nuevo, Rusia votó en contra.
Aunque la abstención no implique un rechazo a Rusia, tampoco implica un espaldarazo. Otros regímenes cercanos al Kremlin, como el de Bashar Al Assad en Siria, sí siguieron la pauta marcada por Putin, votando en contra.
La dictadura siria, claro, depende mucho más de Moscú para su continuidad. La intervención militar rusa en la guerra civil siria fue vital para la victoria de Al Assad.
A diferencia de Chávez…
Como preludio a la invasión de Ucrania, Putin reconoció la "independencia" de Donetsk y Luhansk, dos provincias ucranianas controladas por separatistas afines a Rusia. Pese a la condena del grueso de la comunidad internacional, no era descabellado asumir que el régimen de Maduro actuara inversamente, sumándose a Rusia en el reconocimiento de las dos nuevas "repúblicas".
Después de todo, Hugo Chávez hizo eso mismo en 2008. En aquel entonces, Rusia se aprovechó de conflictos étnicos en Georgia, otro vecino, para intervenir militarmente. Lo hizo a favor de dos movimientos separatistas, en las regiones de Osetia del Sur y Abjasia, cuya "independencia" reconoció. Pero en realidad, ambos territorios georgianos se volvieron apéndices de Rusia. El gobierno de Chávez también les dio reconocimiento, justo después de Moscú. Venezuela es hasta el Sol de hoy uno de los poquísimos Estados que reconocen a Osetia del Sur y Abjasia.
Sin embargo, Maduro ha evitado seguirle los pasos a su predecesor. Su régimen no ha reconocido a Donetsk y Luhansk. Aunque reafirmó su apoyo a Putin luego de que este reconociera a las provincias separatistas, ese tema específico no lo tocan los voceros del chavismo.
Nada personal, solo negocios
No hay manera de saber con plena seguridad qué motiva a un régimen tan hermético como el chavista. Pero lo más probable es que su resistencia al alineamiento férreo con Rusia se deba al temor a más sanciones por parte de la comunidad internacional.
Desde 2019, la elite gobernante venezolana se ha visto afectada por medidas punitivas de Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, por la supresión de la democracia y el Estado de Derecho en el país. Si bien esas sanciones no han puesto al régimen en peligro existencial, sí ha mermado considerablemente sus ingresos para distribuir entre los factores que lo mantienen en pie. De ahí su aversión a más sanciones.
Probablemente el chavismo insista en su retórica a favor de Putin. Pero las medidas concretas que tome al respecto no son tan claras como se pensó inicialmente.