Los fines de semana suelen ser momentos para la relajación y el esparcimiento, incluyendo en los medios de comunicación. Pero, como en todo, eso se trastoca cuando hay una guerra en pleno desarrollo, transformando en el proceso el orden internacional.
Alejandro Armas/El Político
Así que muchos periodistas venezolanos de guardia tuvieron trabajo extra cuando trascendió que una delegación estadounidense visitó Caracas para reunirse con Nicolás Maduro el pasado sábado. Funcionarios norteamericanos de tan alto nivel no habían estado en Venezuela en años.
¿Por qué ocurre ahora? ¿Cuál es la motivación de ambas partes para reunirse, luego de años de hostilidad total?
Los hechos, en resumen
Jen Psaki, vocera de la Casa Blanca, reconoció brevemente el encuentro, dos días más tarde y sin dar mayores detalles. Esa noche el propio Maduro también dijo que ocurrió, reservándose igualmente lo discutido. Pero varios medios se abocaron a averiguar cuanto les fuera posible. El reporte más completo viene de Reuters.
Según su artículo, entre los representantes de EE.UU. estuvo Juan González, asesor del presidente Joe Biden en asuntos latinoamericanos. Fueron recibidos por Maduro y su vicepresidente, Delcy Rodríguez, en el palacio presidencial. Las identidades de los reunidos indican que en ambas partes hay interés mayúsculo.
Dice Reuters que no hubo acuerdos significativos, debido a que ambas partes insistieron en sus exigencias previas. Washington pidió elecciones presidenciales justas y la liberación de presos políticos, incluyendo a ciudadanos norteamericanos. Los cabecillas del régimen venezolano demandaron el fin de las sanciones en su contra y la devolución de activos del Estado venezolano en el extranjero.
Sin embargo, hubo coincidencia en la necesidad de más conversaciones, sin fecha específica.
Otra vez el oro negro
Una hipótesis que surgió de inmediato sobre por qué Estados Unidos de pronto decide tratar de entenderse con Maduro radica en el petróleo. Al vetar Washington el petróleo de Rusia como sanción por la invasión de Ucrania, surgiría la necesidad de reemplazarlo con otro crudo, como el venezolano.
Francisco Monaldi, profesor de la Universidad de Rice especializado en temas petroleros, advierte que este enfoque tiene complicaciones. “Venezuela produce entre 700 y 800 mil barriles diarios de petróleo. Rusia producía casi 11 millones y exportaba casi 7 millones. Venezuela en el corto plazo no puede llegar ni a 1 millón sosteniblemente”.
Es decir, incluso si se levantaran las sanciones contra la industria petrolera venezolana, el bombeo no sería ni remotamente suficiente para reemplazar el ruso. Pero Monaldi admite que el hidrocarburo venezolano sí podría reemplazar una parte de lo que EE.UU. importaba de Rusia.
Así que no es descabellado pensar que en Washington circule la idea de buscar varios sustitutos al petróleo ruso que colectivamente compensen lo que se deje de importar de Rusia. O que al menos aminoren el efecto adverso de aquel escenario. Después de todo, al coro de exigencias de democratización, los estadounidenses en Miraflores añadieron una de reformas a la industria petrolera venezolana para aumentar la producción y exportación.
¿Nuevo escenario?
Un punto importante es que la reunión no fue solicitada por la Casa Blanca, sino por Maduro, mediante una firma internacional de abogados. Pero de todas formas el gobierno de EE.UU. accedió, cuando pudo rechazar el llamado alegando la falta de relaciones. Así que el interés es mutuo.
En materia de exigencias, lo ocurrido el fin de semana pasado no es muy distinto a experiencias similares durante el gobierno de Donald Trump. Por ejemplo, en 2020, uno de sus asesores, Richard Grenell, se reunió en México con Jorge Rodríguez, entonces ministro de Comunicaciones del régimen venezolano y uno de los líderes chavistas más influyentes.
Sin embargo, esta vez el encuentro fue en la propia Venezuela, y no en un tercer país. Además, los delegados de Estados Unidos aceptaron futuras reuniones. Todo ello indica la posibilidad (se subraya “posibilidad”) de una mejora en las relaciones entre Washington y Caracas, por pequeña que sea.
Una ganga política
Si la Casa Blanca autorizara un levantamiento de sanciones contra Venezuela, el costo político en casa sería relativamente poco. Excepto por el estado Florida, hogar de una gran comunidad de origen latinoamericano que favorece la mano dura con regímenes autoritarios de izquierda, el interés por Venezuela en Estados Unidos es muy poco.
Mucha más atención recibe la invasión de Ucrania. El público estadounidense espera que Biden haga todo lo que esté a su alcance para apoyar al país agredido… Sin que eso los perjudique a ellos. Por lo tanto, un embargo al petróleo ruso que dispare el ya alto precio de la gasolina en EE.UU. muy probablemente será impopular.
Biden, cuya gestión es reprobada por la mayoría del público norteamericano, necesitaría tomar medidas que amortigüen el golpe al bolsillo. Permitir el regreso del petróleo venezolano, vetado desde 2019, pudiera ser una de las medidas consideradas.
¿Y Guaidó dónde queda?
Estados Unidos ha sido el más importante aliado de la oposición venezolana en sus intentos de presionar al régimen chavista para que negocie una transición democrática. Cualquier relajación de esa presión dificultaría aun más el cumplimiento de su objetivo.
Trascendió que los visitantes norteamericanos también se entrevistaron con el líder opositor Juan Guaidó. Pero a su equipo le avisaron sobre la reunión con Maduro apenas horas antes de la misma. Y la perspectiva de más negociaciones de esta índole, impulsadas quizá por razones ajenas a Venezuela, le opaca el futuro a la causa democrática venezolana.
De todas formas, es muy poca la información que se ha hecho pública sobre lo discutido en el palacio presidencial. Para tener claridad sobre el porvenir de las relaciones entre Washington y Caracas, habrá que esperar más acontecimientos.