Joe Biden se encuentra en una encrucijada, tras la guerra de Ucrania, pues la subida de los precios de la energía obliga a incentivar la producción nacional y liberar millones de barriles del fondo de reservas estratégicas, sin entrar en contradicción con su objetivo de transición energética.
El Político
Cómo conciliar las demandas de los ecologistas y los intereses particulares de algunos demócratas, como el senador Joe Manchin, cuyo patrimonio está ligado a la industria del carbón y que suele oponerse a cualquier iniciativa verde de su jefe de filas.
El empate en escaños en el Senado entre republicanos y demócratas, además de las inciertas elecciones de medio mandato en noviembre, no se lo van a poner fácil al presidente, reportó El País.
Invasión rusa de Ucrania
Al margen de todos sus efectos dramáticos, la invasión rusa de Ucrania podría suponer una ventaja para la industria del gas natural en EEUU.
Biden y la Comisión Europea anunciaron la semana pasada un plan para enviar anualmente 50.000 millones de metros cúbicos de gas natural licuado a la Unión Europea hasta al menos 2030, más del doble que ahora, con el objetivo de destetar a Europa de la energía rusa.
Para incentivar la producción local, los legisladores en Washington comienzan a flexibilizar regulaciones vigentes. El jueves, la Comisión Federal Reguladora de Energía, en medio de la presión del Congreso, estudió revertir su política de evaluación del impacto ambiental de los ductos existentes.
Biden atento a la situación en Ucrania
¿Paso atrás de la Administración de Biden? No parece, a juzgar por la partida de 45.000 millones de dólares (casi 41.000 millones de euros) para política ambiental contenida en su propuesta de presupuestos para 2023, esa lista de los deseos que luego se encargará de jibarizar el Congreso.
El mandatario, que basó su campaña electoral en la apuesta por las energías limpias, se ve ahora entre la espada y la pared: entre la coyuntura internacional, con una inflación atizada por el precio del petróleo; la necesidad de producir más para compensar el cierre del grifo ruso y la desconfianza de una industria que se considera demonizada por el demócrata (y al que acusa, sin razón, de pretender prohibir el fracking).
La hostilidad del Congreso a sus propuestas climáticas se sustancia en los goles en propia puerta del senador Manchin, mientras los ecologistas temen un retroceso en los propósitos ambientales de Washington.
Críticas a las empresas por subir precios
A instancias de los grupos ambientalistas, los demócratas han pasado a la ofensiva sobre el precio de la gasolina, con un mensaje crítico de tintes populistas dirigido al sector de la energía que enfrenta al partido con los republicanos y con la propia industria.
“Han tenido beneficios récord, pero ahora no pueden conformarse con eso”, clamó Biden, tras anunciar la salida al mercado de 180 millones de barriles en seis meses, a partir de mayo, para frenar la escalada de precios, una vez que el combate a la inflación se ha convertido en la batalla electoral clave de cara a noviembre. “Tienen que producir más”, dijo, y los que no lo hagan “tendrán que empezar a producir o pagar por su inactividad”.