Cuando el presidente ruso Vladimir Putin hizo oficial la anexión de cuatro regiones ucranianas hace dos semanas, quedó claro que la guerra entraría en una nueva etapa. Una con mayor potencial de devastación y pérdida humana.
Alejandro Armas/El Político
El objetivo de la anexión, desconocida por el grueso de la comunidad internacional, a todas luces era consolidar ocupaciones territoriales para Moscú. Para lograrlo, el mensaje implícito a Ucrania y sus aliados era que cualquier contraofensiva en los territorios anexionados sería considerada "una agresión a la propia Rusia", a la que esta pudiera responder con mayor contundencia.
De momento, esa estrategia no está funcionando. Las fuerzas de Kiev siguen avanzando en su recuperación de territorio. De hecho, Rusia ha seguido sufriendo derrotas y humillaciones. Pero un ataque reciente a varios blancos ucranianos, ordenado por Putin, muestra que tampoco está de brazos cruzados. Veamos en detalle esta nueva fase de la guerra y su posible agravamiento.
Sube la temperatura
El hecho es que Rusia se anexionó cuatro regiones ucranianas (Kherson, Zaporiyia, Donetsk y Luhansk) sin tener el control pleno de ninguna de ellas. En todas, se mantiene el combate con las tropas ucranianas. Estas siguen avanzando y, la semana pasada, lograron retomar la ciudad de Lyman, en Donetsk. Este tipo de victorias es de gran importancia simbólica, por tratarse de localidades de las que meses antes los soldados ucranianos fueron expulsados por los rusos.
El fin de semana pasado, un tramo del único puente que conecta a Rusia con la Península de Crimea (que Rusia ocupa desde 2014) colapsó por una fuerte explosión. Moscú responsabilizó por ello a Ucrania, cuyas autoridades celebraron el hecho sin reconocer autoría. El puente es de alto interés estratégico para el aprovisionamiento de fuerzas rusas en el sur de Ucrania. Justamente las que tratan de consolidar el control de Kherson y Zaporiyia. Pero además, el ataque representa una humillación para el Kremlin, que identifica a Crimea como zona de relevancia histórica para Rusia y su control como uno de sus mayores logros.
En la mañana de este lunes, Rusia lanzó un ataque inmenso con misiles que impactaron varias ciudades ucranianas, varias de ellas bastante lejos del frente de guerra. La lista incluye a Kiev, la capital. Las autoridades ucranianas reportaron al menos 11 muertos y daño material que entre otras cosas interrumpió el servicio eléctrico en buena parte del país. Putin señaló que es una respuesta por el ataque al puente.
Esta ofensiva muestra que, a pesar de sus fracasos en las zonas de combate (o precisamente debido a ellos), el Kremlin está dispuesto a aterrorizar a la población civil ucraniana para debilitar al país. Y la medida da frutos, al menos dentro de Rusia. Elementos radicales en la opinión pública rusa, que han criticado el desempeño pobre de las fuerzas invasoras, celebraron el ataque como un paso en la dirección correcta. Ello alienta a Putin insistir por esa vía.
El peligro nuclear
En la medida en que las fuerzas rusas sigan sufriendo derrotas en las regiones que pretenden quitar a Ucrania, mayor será la determinación de Putin a tomar medidas extremas. El propio Presidente ruso lo dejó claro, al sugerir la posibilidad de usar armas atómicas de corto alcance. La semana pasada, su par estadounidense Joe Biden advirtió que el mundo no había estado tan cerca de una calamidad nuclear desde la Crisis de los Misiles en Cuba, hace 60 años.
El uso de una de estas armas atómicas por Rusia en Ucrania sería una verdadera Caja de Pandora. Obligaría a los aliados de Kiev a brindarle un apoyo mucho más significativo. Cuesta prever si los países de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) decidirán entonces involucrarse directamente. El riesgo de tal confrontación con las fuerzas rusas involucra el peligro nuclear del que Biden alertó.
Como mínimo, Estados Unidos y las democracias europeas tendrían que aumentar considerablemente las sanciones económicas a Rusia. Pero el Kremlin parece estar preparándose para afrontar aún más daños por ese lado. Desde que comenzó la guerra, pese a las sanciones contra el petróleo ruso, el aumento del precio del crudo a nivel mundial ha compensado las pérdidas por las medidas punitivas occidentales.
Rusia apuesta a que el precio siga subiendo. De ahí su acuerdo la semana pasada, con Arabia Saudita, para recortar el suministro de crudo de ambas en los mercados internacionales. Y así, Putin aspira a contar con recursos que financien su aparato militar, pase lo que pase.