El presidente brasileño Jair Bolsonaro y varios de sus aliados esta semana solicitaron ante el Tribunal Superior Electoral de ese país que invalide algunos votos en los comicios de octubre. En estos, el mandatario fue derrotado, con estrecho margen, por su rival de izquierda, el expresidente Luiz Inácio "Lula" da Silva.
Alejandro Armas/El Político
Para algunos, esta maniobra representa un intento desesperado del actual gobierno conservador por revertir el resultado de la elección. En tal sentido, iría de la mano con las denuncias de "fraude" que el Presidente y su entorno llevan más de un año haciendo, sin evidencia.
Pero el tribunal desestimó el reclamo y más bien impuso una multa al partido de Bolsonaro por “litigación en mala fe”. Seguidores del mandatario reaccionaron en redes sociales con llamados renovados de intervención militar para evitar que Lula asuma. ¿Cuál es la probabilidad de que esto dé frutos? ¿Hay nuevamente gran peligro para la democracia brasileña tras el desenlace electoral relativamente calmo?
Queja persistente
Lo más probable es que la transición al nuevo gobierno siga avanzando y que Lula asuma la presidencia sin mayor trauma en enero. Ello a pesar de los temores de que Bolsonaro emulara al entonces presidente estadounidense Donald Trump, cuando alentó a una turba de sus seguidores a que frene por la fuerza el ascenso de su sucesor, Joe Biden, en 2020.
Hay varias diferencias con respecto a lo que ocurrió en Estados Unidos. A diferencia de Trump, Bolsonaro ha estado muy poco activo tras su derrota. Redujo a una mínima expresión su uso de redes sociales y solo se ha mostrado ante el público dos veces. En ambas ocasiones, no reconoció expresamente la victoria de Lula, pero su lenguaje tampoco fue particularmente incendiario. Además, su gobierno autorizó el inicio de la transición.
Asimismo, aún luce remota la posibilidad de que los militares intervengan como los partidarios de Bolsonaro piden. Por presión del propio bolsonarismo, ya realizaron una auditoría en la que no hallaron evidencia de fraude.
En cuanto a las protestas de calle de ciudadanos comunes, seguidores de Bolsonaro, se han mantenido a lo largo de las semanas. Pero el propio Bolsonaro ha pedido a los manifestantes que se abstengan de acciones radicales, como el bloqueo de vías públicas.
Otros propósitos
Es posible que el bolsonarismo entienda que no va a evitar que Lula asuma la presidencia y que su intención sea otra. Pudiera simplemente estar preparando el terreno para que la gobernabilidad de Lula sea lo más difícil posible.
Cuestionar la legitimidad de origen del próximo Presidente mantendría a la oposición, la cual según el resultado electoral sería poco menos de la mitad de los brasileños, en un estado de rechazo total permanente a lo que sea que haga Lula. Y si su gobierno se vuelve impopular, no sería tan complicado destituir al mandatario en un juicio político, como ocurrió a Dilma Rousseff en 2016.
De todas formas, la situación es delicada para la institucionalidad democrática brasileña. La polarización no quedó atrás con los comicios presidenciales y la oposición conservadora se muestra intransigente. El gobierno de Lula pudiera verse asolado por inestabilidad política.
Además, aunque los militares hasta ahora no se han expresado en contra del resultado electoral, su intervención en todo el proceso es atípica para una república civil. Su lenguaje en el reporte de auditoría de votos fue ambiguo y acaso sea señal de mayor disposición a intervenir en la política de ahora en adelante.