Este lunes se cumplen 65 años de la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en Venezuela. Desde entonces, decir "23 de enero" se ha vuelto en la conciencia colectiva del venezolano sinónimo de resistencia al autoritarismo.
Alejandro Armas/El Político
Durante el régimen chavista, año tras año el 23 de enero ha sido fecha de convocatoria a protestas opositoras exigiendo el regreso de la democracia. En esta oportunidad, de nuevo, hubo manifestaciones en varias ciudades del país. Pero en todo caso tuvieron más que ver con los reclamos laborales de maestros y otros empleados públicos de las últimas dos semanas, que con exigencias de un cambio de gobierno.
De hecho, el chavismo se encuentra en una situación bastante estable. La probabilidad de que en el corto o mediano plazo ocurra un evento parecido al tan conmemorado 23 de enero es baja. Veamos por qué.
Dirigencia no calificada
Por casi una década, el gobierno de Pérez Jiménez pudo perseguir implacablemente a sus detractores políticos, mientras mantenía a la sociedad civil (la Iglesia, el empresariado, etc.) en cierto grado de conformidad. Pero ese statu quo se resquebrajó en 1957, último año de su dictadura. Una crisis económica y la prolongación inconstitucional del régimen hicieron que el descontento se volviera mucho más generalizado.
Hasta ahí, la realidad de aquel entonces guarda similitud con la actual. Pudiera decirse que la ha guardado por años. ¿Cuál es entonces la diferencia? En primer lugar, la calidad de la dirigencia opositora. Durante la década de 1950, los distintos partidos opositores actuaron casi siempre por separado. Pero en 1957 hubo elementos que facilitaron su unión en un organismo: la Junta Patriótica. Esta coordinó parte de la agitación que, aprovechando la malestar socioeconómico del momento, precipitó la huida de Pérez Jiménez.
Esto contrasta con las profundas divisiones que frecuentemente afectan a la oposición contemporánea, incluso en momentos de oportunidad. La misma no ha sido capaz de trazar un curso estratégico común. Manteniendo la comparación, ello pudiera deberse a que tiene muchas más situaciones en las que debe escoger entre planes integrados al sistema de instituciones controladas por el régimen (sobre todo elecciones) o que rompan con él. En cambio, para 1957, Pérez Jiménez había proscrito prácticamente a todos los partidos opositores, llevándolos a converger en una estrategia anti sistema.
El hecho de que en los 50 los partidos importantes fueran mucho menos (sol cuatro) también facilitó la unión en la Junta Patriótica.
Además, muchos de los dirigentes de entonces ya eran veteranos en la lucha contra dictaduras, pues crecieron bajo la de Juan Vicente Gómez. Esto les brindó amplia experiencia en la planificación anti sistema. En cambio, el grueso del liderazgo disidente contemporáneo es hijo del período democrático (1958-1998) y cuenta con menos experiencia. Pero por otro lado, sus propias vivencias bajo el chavismo deberían permitirles saber qué esperar.
Conformidad en los cuarteles
Quizá la diferencia más importante entre 1958 y 2023 radique en las Fuerzas Armadas. La de Pérez Jiménez era una dictadura eminentemente militar. Pero para 1957, el descontento nacional alcanzó a este mismísimo componente esencial del régimen. El 1 de enero 1958 hubo un primer intento castrense de derrocar al Presidente. Aunque fracasó, tres semanas más tarde los militares se rehusaron a reprimir una oleada de protestas. Ese fue el momento cuando el dictador se rindió.
No es que ahora no haya malestar dentro de las FF.AA. venezolanas. Para muestra, las decenas de uniformados que han sido detenidos por acusaciones de conspirar. Hay casos notables de desertores, como el de Manuel Cristopher Figuera, otrora director de la temida policía política del chavismo.
Pero el hecho es que el chavismo ha sido capaz de mantener la lealtad de los cuarteles al punto de lograr la estabilidad incluso durante una crisis económica sin precedentes en la historia venezolana. Los militares ocupan posiciones clave del gobierno, nada relacionadas con la defensa y la seguridad de la nación. De esa forma, tienen acceso a cuantiosos recursos públicos.
Tal vez la magnitud de la crisis actual sea la clave comparativa. Cuando la situación en los 50 empezó a empeorar, Pérez Jiménez dejó de contar con apoyo militar bastante rápido, lo que indica que las Fuerzas Armadas también dejaron de beneficiarse. En cambio, el chavismo retuvo dicho respaldo aun con la crisis agravándose a niveles infernales. Si en tiempos de vacas flacas los uniformados se han permanecido satisfechos, pues ello pudiera estar relacionado con que, mientras tanto, la calidad de vida del resto de la población se desplomó completamente.