Antes de que se cumpliera un mes de la instalación del Congreso de Estados Unidos luego de las elecciones del año pasado, la polarización reflejada en sus integrantes ya tiene manifestaciones de peso. Una disputa que, al estar marcada por el lenguaje técnico, no suele captar el interés de las masas, pero que puede tener consecuencias inmensas. En todo el mundo.
Alejandro Armas
Se trata del techo de la deuda. En resumen, el Congreso decide cuánto dinero puede tomar prestado el gobierno norteamericano. Estos préstamos son esenciales para que el Estado honre todos sus compromisos financieros, incluyendo el pago de intereses de deuda previa.
Si Estados Unidos, por lo general considerado un pagador seguro de sus compromisos, de pronto no puede hacerlo, ello pudiera desatar una crisis financiera global. Pues bien, hace dos semanas se alcanzó el techo de la deuda y no hay seguridad de que vaya a ser levantado. Veamos qué implica todo esto.
Maniobras provisionales
La Cámara de Representantes es desde enero controlada por el Partido Republicano, con una ínfima mayoría. Es esta la que se niega a autorizar un incremento en el techo de la deuda, lo que daría vía libre al gobierno para que tome prestado más dinero y pueda hacer los pagos necesarios.
¿Estamos entonces a las puertas de un desastre económico global? No necesariamente. El Departamento del Tesoro de Estados Unidos cuenta con herramientas para ganar tiempo en situaciones así. Básicamente son maniobras de contabilidad que evitan una crisis aunque no se haya autorizado al gobierno para que adquiera nuevas deudas.
Pero estos malabares tienen fecha de caducidad. Janet Yellen, secretaria del Tesoro, alertó que pueden durar hasta junio, aproximadamente.
Si para entonces no se ha levantado el techo de la deuda, Estados Unidos pudiera entrar en default. Por tratarse de la primera potencia económica del mundo, el impacto será mundial. Ocurriría además en un contexto económicamente delicado, por las consecuencias en los mercados de la guerra en Ucrania. Ya es muy probable que Europa caiga en recesión. Estados Unidos realiza un acto complicado de equilibrismo monetario para evitar otro tanto. Si a ese cóctel peligroso se le agrega el problema del techo de la deuda llevado al extremo, será una tormenta perfecta.
El que pestañee primero
¿Por qué entonces la mayoría republicana se resiste a aprobar un alza en el techo de la deuda? Su argumento es que la deuda ya es demasiado grande. Más importante aún, el partido espera obtener a cambio de la autorización concesiones en materia de recorte del gasto público.
Pero el gobierno de Joe Biden se rehúsa a ceder ante estas exigencias, sosteniendo que lo contrario impactaría las políticas de ayuda a los más necesitados. Exige a la cámara baja que apruebe el incremento del techo, sin las contracciones fiscales. De manera que hay un juego de quién se asusta primero por las consecuencias de un default y accede a lo que la otra parte pide.
No es la primera vez que ocurre algo así. El gobierno de Barack Obama tuvo un conflicto similar con la mayoría republicana en la Cámara de Representantes en 2011. Pero justo antes de llegar al límite, se resolvió mediante negociaciones. Hoy, sin embargo, el Partido Republicano es mucho más agresivo en su oposición a la agenda demócrata. Además, el presidente de la cámara, el republicano Kevin McCarthy, es muy vulnerable a las demandas del ala más radical de su partido.
Puede que el gobierno de Biden en última instancia ceda. O también puede ocurrir que republicanos que representan zonas sin lealtad partidista fija (y que por tanto necesitan el apoyo de votantes moderados) se unan a los demócratas y así se apruebe el alza. Pero por ahora, la incertidumbre reina.