La semana pasada, en EEUU se hizo un descarado anuncio sobre un “Día Nacional del Odio” antisemita por parte de grupos supremacistas blancos a celebrarse en todo el país, el último sábado de febrero.
Beatriz Wasserman de Rittigstein/El Político
A manera de precaución, las policías de diferentes estados y de las principales ciudades estadounidenses, entre ellas, Nueva York, Nueva Jersey, Chicago, y Miami desplegaron su presencia cerca de sinagogas y sedes de organismos judíos, tras las publicaciones provocadoras en las redes sociales.
Entre los grupos de odio destacaron la Liga de Defensa Goyim, (parodia del nombre de la Liga Antidifamatoria) y el Movimiento Nacionalsocialista, que se hicieron eco de la campaña y lo promocionaron en línea.
¿Redes sociales o redes de odio?
En las redes sociales, emitieron publicaciones como: “Tome una posición y exponga la camarilla internacional de alimañas parasitarias que infestan nuestra nación”, o esta: “Hagan que sus voces se escuchen alto y claro, que el único enemigo verdadero del pueblo estadounidense es el judío”.
Este tipo de mensajes, recordaron los fieros pogroms y hasta Kristallnacht, algunos temieron violentos enfrentamientos. Pero los fanáticos tenían un plan y pidieron a sus seguidores que distribuyan mensajes antisemitas usando pancartas, pasquines, calcomanías y grafitis.
En la fecha indicada, hubo eso mismo: mensajes antisemitas en carteles y volantes distribuidos en diversas zonas. Los dirigentes intolerantes saben usar la legislación a su favor, caminan por el filo de la ley y aprovechan la muy proclamada libertad de expresión. Lamentablemente, esta libertad colide con la protección contra los delitos de odio.
En realidad no existe ese amparo; recordemos que, tras unas declaraciones antisemitas referidas al estereotipo de doble lealtad por parte de la representante Ilhan Omar, esta reiterada situación llevó a los representantes a promover una resolución acerca del fenómeno excepcional y único del antisemitismo; sin embargo, con la defensa que hizo la entonces vocera de la cámara Nancy Pelosi sobre su pupila Omar, y una serie de posibles objetivos agregados, la resolución en cuestión quedó absolutamente diluida y se perdió la oportunidad de una imperiosa resolución de condena al antisemitismo.
Estos grupos de extrema derecha son relativamente pequeños y buscan llamar la atención, lograr una exagerada propaganda a través del vandalismo, insultos a gritos mediante megáfonos y comparaciones aborrecibles.
No obstante, hace pocos años, asesinaron a fieles judíos en la sinagoga “El árbol de la vida” en Pittsburgh y en la sinagoga de Jabad en Poway, California, por ello, son necesarias las alertas a sus acciones.
Además, existen otras tendencias tan e incluso más peligrosas: los grupos de ultraizquierda que también han agredido y asesinado judíos, pero utilizan tretas para mimetizarse, como el apoyo a causas loables, de este modo hacen uso de la llamada interseccionalidad con la cual, por ejemplo, aparentan combatir el racismo o simulan bregar por los derechos de las mujeres.
Para mayor riesgo, en numerosos casos, la ultraizquierda se alía con otro extremismo: el radicalismo islámico, juntos demonizan a los judíos y deslegitiman a Israel; ambos extremismos han conseguido ambientes sumamente hostiles para profesores y estudiantes judíos en numerosas universidades en toda la geografía estadounidense.
No se puede obviar el amedrentamiento de los supremacistas, pero resulta urgente desenmascarar el antisemitismo que, disimuladamente, viene confabulando la ultraizquierda tomada de la mano con el islam radical.
Es hora de considerar que estos grupos son una amenaza al modo de vida estadounidense y, en especial a los judíos, quienes han contribuido, prosiguen contribuyendo, prosperan y se nutren de la libertad.