Henrique Capriles, ex gobernador del estado Miranda, por tercera vez es aspirante a la presidencia de Venezuela. Consciente de que su denuncia de fraude electoral en 2013, por no llevar a nada, debilitó su liderazgo en la oposición, hoy su campaña hace un esfuerzo por modificar la narrativa de aquellos hechos.
Alejandro Armas/El Político
El dirigente insiste en que entonces derrotó al presidente Nicolás Maduro, pero dice que el chavismo no reconoció su triunfo por el escaso margen entre ambos. Augura que en las presidenciales de 2024 pasará lo mismo si la diferencia entre un opositor victorioso y el candidato oficialista es ínfima.
Por ello, Capriles sostiene que la oposición solo llegará al poder si derrota al chavismo "por knock-out". ¿Es esta una apreciación acertada? Veamos.
Fe ciega en las cifras
El argumento de Capriles es que, pese a su naturaleza autoritaria y a los vicios en el sistema electoral que controla, el chavismo no se atrevería a desconocer un resultado desfavorable si su derrota es numéricamente abrumadora. Como ejemplo, apunta hacia la victoria aplastante de la oposición en los comicios parlamentarios de 2015.
Pero este ejemplo en todo caso juega en contra de la argumentación de Capriles. Porque el gobierno de Maduro reconoció esa derrota solo nominalmente. Apenas permitió que la nueva mayoría opositora sesionara en la sede de la Asamblea Nacional. Casi de inmediato, mediante un poder judicial comprometido con sus intereses, confiscó todas las funciones del parlamento, reduciéndolo a un cascarón vacío.
Eventualmente, la legislación nacional fue asumida por una "Asamblea Nacional Constituyente" cuya "elección" fue diseñada por el oficialismo para garantizar su control. Un proceso ampliamente denunciado como fraudulento por la oposición venezolana y por las democracias del mundo. Ninguna ley aprobada por la Asamblea Nacional legítima se hizo realidad.
No hay señal alguna de que con la presidencia de la República en juego ocurriría algo distinto. Por el contrario, cabe esperar que el chavismo esté menos dispuesto aun a ceder el poder ejecutivo solo porque una amplia mayoría así lo decida. Es a este poder al que están sometidos los organismos militares y policiales de los que el chavismo depende para hacer cumplir su voluntad. Sin ellos, su poder es prácticamente nulo.
Falta el plan
Luego de ganar las primarias opositoras para desafiar al entonces presidente Hugo Chávez, y luego a Maduro, Capriles se alzó por un tiempo como el líder de facto de la oposición. Pero cuando convocó protestas contra lo que, en sus palabras, fue un robo de su victoria de 2013, las cuales luego canceló, ese liderazgo sufrió un golpe del que nunca se recuperó del todo. Desde entonces, Capriles es uno de varios dirigentes con apoyo minoritario, al igual que sus actuales rivales por la nominación opositora.
El ex gobernador siempre ha insistido en que al suspender las manifestaciones, que muy probablemente hubieran sido reprimidas con dureza de haberse dado, "evitó una guerra civil". Su argumento presente de que la oposición solo tiene que ganar por amplio margen va de la mano con esta narrativa, que para algunos receptores del mensaje pudiera legitimar su decisión en 2013.
El problema es que esta interpretación está divorciada de la experiencia previa, por lo narrado en la sección anterior de este artículo. Si la oposición se inclina por ella y prescinde de un plan que considere la posibilidad de que el gobierno rechace una derrota aunque sea por amplio margen, su probabilidad de llegar al poder se reduce inmensamente.
Capriles no es el único que evita hablar de esto. Ninguno de los aspirantes a la candidatura opositora parece tener un plan para tal escenario. Pero lo que en los demás es omisión, en Capriles es una aclaratoria explícita.