Desde que funcionarios policiales detuvieron y desaparecieron forzosamente a Rory Branker el pasado 20 de febrero en Caracas,Venezuela sus familiares, amigos y colegas han vivido con una mezcla constante de incertidumbre y dolor.
Nadie ha vuelto a verlo. No hay información oficial sobre su paradero ni sobre los cargos que se le imputan.
Rory tiene 46 años. Nació en Caracas, aunque gran parte de su infancia la vivió en Delta Amacuro. A la capital volvió para estudiar Estudios Internacionales en la UCV, pero fue el periodismo lo que le conquistó por completo.
Con el tiempo egresó de la Especialización en Periodismo Digital de la Universidad Monteávila aunque ya su entrega lo había llevado a dirigir contenidos en El Farandi y a ser editor en La Patilla. Amaba lo que hacía y lo ejercía con total dedicación.
Quienes lo conocen lo describen como un hombre tranquilo, hogareño, de hábitos entrañables: la sopa de los domingos, la siesta a las cuatro, los paseos con sus perros, el café compartido con su mamá al despertar o al atardecer. Esas costumbres pequeñas, íntimas, son las que hoy más se extrañan.
En lo profesional, Rory es un tipo que confía. No presiona. Cree en el trabajo bien hecho, en la capacidad de quienes lo rodean. Apasionado por los temas políticos y sociales. No busca imponer, sino construir en equipo.
Siempre abierto a aprender algo nuevo y a enseñar a otros sin hacer alarde. En su medio, se ganó el respeto no solo por su experiencia, sino por su calidez.
Con su familia y su pareja es protector, presente, comprometido. Con sus amigos, leal, generoso, cercano, incluso en las diferencias. No actúa con malicia. No es de dobleces. Tiene la capacidad de hacerte sentir en casa sin mucho esfuerzo. Si te quiere, lo sabes. Y lo sientes, todos los días, a la misma hora.
Rory no se merece nada de esto. Su historia es la de un hombre íntegro, comprometido con su trabajo y con los suyos. Hoy su ausencia no solo duele: moviliza. Su familia ha hecho todo lo posible por obtener respuestas.
Han llamado, han exigido, han insistido ante las autoridades. Nadie les ha respondido.
Mientras, su nombre sigue presente. Porque Rory no está solo. Está en cada voz que lo menciona, en cada esfuerzo por visibilizar su caso, en cada reclamo que no se detiene hasta que se sepa la verdad y se haga justicia.