Dos de los principales herederos del régimen chavista están contentos por las protestas en Chile y Ecuador. Tienen algo más que un respiro. Pero ellos saben que las cosas no han salido como las planearon. También están sorprendidos y temerosos del efecto contagio que no se detiene en regímenes de izquierda o de derecha. El segundo a bordo del régimen chavista, Diosdado Cabello, transmite euforia en sus intervenciones públicas. Desde su punto de vista no es para menos. La ola de protestas primero en Ecuador y luego en Chile lo tiene en regocijo. Nicolás Maduro por su parte está satisfecho pero es más prudente, reseñó Al Navío.
El Político
El reportero Pedro Benítez reseña que Diosdado Cabello y Nicolás Maduro esperan culminar una buena semana con resultados electorales que les sean favorables en Argentina. Preveían que a estas alturas Gustavo Petro, su aliado en Colombia, consiguiera encender la pradera. Calculaban que la movilización del Partido de los Trabajadores (PT) y los comunistas exigiendo la libertad del expresidente Lula Da Silva tuvieran en jaque a Jair Bolsonaro en Brasil. Y no se esperaban los resultados electorales en Bolivia ni las consiguientes protestas.
Pero las cosas nunca resultan como se planifican y suelen tener giros inesperados. Los dos saben (en particular Maduro) que en la realidad son parte del cordón de seguridad de la dictadura comunista cubana. Porque para eso sirven Venezuela, Bolivia y Nicaragua. Mientras el mundo los mire a ellos no se ocuparán de Cuba. Por lo tanto, si las circunstancias cambian los cubanos no van a soltar una lágrima por ellos.
A los dos líderes oficialistas les caen muy bien las dificultades recientes de Sebastián Piñera y Lenín Moreno, presidentes que se cuentan entre sus más severos críticos. Pero al mismo tiempo le temen al efecto contagio de esas protestas. Los dos saben que en Venezuela hay más razones para protestar que en Chile y en Ecuador. Porque en Venezuela hay hambre generalizada y en Chile no. Porque en Venezuela hay hiperinflación y en Ecuador, donde el dólar es la moneda de circulación oficial, no.
Ambos cuentan con el mayor aparato de represión estatal de toda Latinoamérica. Una Dirección General de Contra Inteligencia Militar (DGCIM) para vigilar y reprimir el descontento militar. Un Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) para espiar y hostigar a los políticos opositores. Unas Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) encargadas de aplicar terrorismo de Estado en los barrios más pobres del país. Y una Guardia Nacional Bolivariana(GNB) en la retaguardia esperando por si hay protestas de calle. También disponen de colectivos armados en las ciudades y grupos guerrilleros en las áreas rurales como complementos de disuasión.
Sin embargo, los dos saben que entre esos funcionarios civiles y militares también cunde el descontento, la necesidad, el hambre, la desmoralización y la corrupción. Por eso le temen a las protestas. Son conscientes de que en cualquier giro inesperado esos mismos policías y militares, que como todos los demás venezolanos esperan una mejoría económica que no termina de llegar, se pueden sumar a la protesta popular.
Por ello, la reciente convulsión latinoamericana es una advertencia para la oposición venezolana que encabeza Juan Guaidó. Todos los países tienen sus propios problemas y esperar un cambio en Venezuela principalmente por presión externa es un error. Tiene que repensar la estrategia, que muy probablemente vaya por lo que está haciendo precisamente hoy la izquierda latinoamericana: capitalizar el descontento interno. Por supuesto, con la importante diferencia del contexto que impone una implacable dictadura en uno de los países más ricos del hemisferio, concluye Pedro Benítez.
Fuente: Al Navío