La crisis de los migrantes venezolanos en las fronteras de Ecuador y Chile, el cambio de actitud de los gobiernos de esos países ante este masivo movimiento de personas y la indiferencia con que el régimen chavista ve un problema que ha creado tienen (y no por casualidad) un antecedente en América: la crisis de los balseros cubanos hacia Estados Unidos.
El Político
La actitud de Nicolás Maduro hacia la crisis provocada por la masiva migración venezolana a países de Suramérica recuerda a la que tuvo Fidel Castro en 1980 en el llamado “éxodo de Mariel”, cuando permitió que más de 125.000 cubanos abandonaran Cuba (aproximadamente 1,3% de la población total de la isla en ese momento) en condiciones desesperadas hacia las costas de Florida.
Con eso Castro consiguió dos objetivos: aliviar el descontento interno contra su régimen usando la migración como válvula de escape y causarle problemas a su vecino.
De la migración venezolana, inicialmente compuesta por inversionistas, empleados y técnicos de la industria petrolera, médicos, profesores universitarios, jóvenes emprendedores, o exiliados políticos, se ha pasado a la de todos aquellos a los que la “revolución chavista” prometió redimir.
En un primer momento “los marielitos” fueron recibidos con los brazos abiertos por las autoridades de Estados Unidos, hasta que los funcionarios de inmigración de ese país se percataron de que Castro estaba vaciando sus cárceles y hospitales psiquiátricos. Se estimó que 8.000 presos comunes fueron infiltrados en la oleada de honestas familias cubanas que deseaban simplemente tener una mejor vida.
De hecho, esa crisis migratoria fue una de las causas de la derrota electoral de Jimmy Carter en las elecciones presidenciales estadounidenses de ese año.
Nicolás Maduro está haciendo exactamente lo mismo, pero a una escala mucho mayor, con los países vecinos de Venezuela en Suramérica. La masiva migración venezolana por la región es la mayor crisis migratoria del mundo en estos instantes, aunque la prensa mundial tenga su foco en el Mediterráneo.
La diferencia de la actual migración proveniente de Venezuela con los otros tres grandes movimientos de población que se dieron de país a país dentro del continente americano en el último siglo es el corto tiempo en que está ocurriendo.
En 2015 se estimaba que casi 700.000 venezolanos se habían establecido en el exterior. En 2018 esa cifra saltó a 2,3 millones y hoy, según datos de Naciones Unidas, ha superado los cuatro millones. El grueso no ha abandonado Venezuela por los aeropuertos (como en el pasado) sino por los 2.219 kilómetros de frontera con Colombia.
Según las autoridades de ese país, el número de venezolanos residentes allí pasó de 48.000 en 2015 a 600.000 al cierre de 2017. A inicios de este año eran más de 1,3 millones. Esa cuenta no incluye a los venezolanos con pasaporte colombiano, ni a los que usan ese territorio sólo como cruce hacia destinos más lejanos como Perú, Chile, Argentina y Uruguay.
Ese es un flujo que no se detiene. Todos los días miles y miles de personas provenientes de Venezuela (en ocasiones se han contabilizado hasta en 37.000) cruzan el puente Simón Bolívar hacia Colombia.
El número de emigrados venezolanos sólo en Suramérica (sin tomar en cuenta a Colombia) se multiplicó por 10 en dos años: de 90.000 a 900.000. Hoy se acerca a millón y medio.
Fuente: Al Navío