Mientras Agustín, empresario cubano radicado hace 40 años en Estados Unidos, en la terraza del Hotel Packard fuma un tabaco Cohiba y toma una copa de vino tinto español, la tarde va cayendo en La Habana.
El Político
Fotos del atardecer, de las olas del Océano Atlántico estrellándose contra el muro del Malecón, la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña y el Castillo de los Tres Reyes del Morro, entre otras, han quedado plasmadas en su iPhone 11 dorado.
Una semana atrás, Agustín llegó de Miami con las maletas a reventar de electrodomésticos y regalos para sus parientes, a los cuales, además, invitó a cenar en uno de los tres restaurantes del Packard, hotel cinco estrellas plus sito en Prado y Cárcel. Antes, repartió dinero, recargó cuentas telefónicas y escuchó historias recurrentes de ex vecinos y amigos, quienes a pesar de haberlo intentado, nunca pudieron prosperar y quedaron atrapados en un sistema diabólico.
En mayo de 1980, Agustín y dos amigos del barrio decidieron marcharse a Estados Unidos, aprovechando la estampida migratoria por el puerto del Mariel. La decisión dividió a sus familiares, algunos dejaron de hablarle. "Cuando fui a la unidad de policía y me preguntaron los motivos, dije que no me adaptaba al sistema. El oficial me miró con desprecio y me dijo: ‘A los maricones no los queremos aquí. Algún día vendrás pidiendo perdón por abandonar la patria y la revolución. Que no se te olvide mi cara, porque seré el que te dé la bienvenida’. Imagínate, tenía 20 años y tuve que soportar ese mensaje de odio y también un acto de repudio con gritos de Gusano, Abajo la escoria y Lechuza te vendes por un pitusa", recuerda Agustín y añade:
"Estudié, trabajé duro y triunfé en el mejor país del mundo. Es la segunda vez que vengo a La Habana y ahora la encontré más abandonada y ruinosa. El problema no es la ciudad destruida que asemeja un escenario de guerra. Lo peor es que la gente perdió la fe. Se subvirtieron los valores. No funcionan los servicios públicos. Cuba es un país en bancarrota. El gobierno, en vez de impulsar los pequeños y medianos negocios e insertar mecanismos que aumenten la productividad, se ha enroscado en una estrategia de sanguijuela, intentando recaudar la mayor cantidad de dólares posibles de la emigración. Es un sistema enfermo que se sostiene de ordeñar, sacarle dinero a otros".
Eusebio, economista, considera que es una irresponsabilidad del Estado no implementar cambios profundos que reactiven una economía a la deriva. "Mientras más demoren las reformas económicas que el país necesita, más se descapitalizarán las empresas, crecerá la ineficiencia y seguirá cayendo la productividad. A las acciones de presión del gobierno estadounidense y las malas políticas del régimen, hay que sumar la disminución de la liquidez monetaria y el aumento de la emigración, sobre todo jóvenes y profesionales. Y como las cubanas no quieren tener hijos en Cuba, el envejecimiento de la población se acelerará".
En su opinión, el país está en números rojos, anda en reversa. "De seguir así, en cualquier momento la situación va a implosionar. Apostar por recaudar dólares abriendo tiendas en divisas y vendiendo carros, es una decisión peligrosa, irracional y estúpida. Una cortina de humo que acrecienta el descontento social. Un obrero se pregunta en qué lo beneficiarán esas medidas, pues con su salario, a diferencia de una sociedad normal, no puede ahorrar y poderse comprar un televisor inteligente y necesitaría siete vidas para adquirir un Peugeot 508″, expresa Eusebio.
En la calle, las nuevas medidas estatales para recaudar dólares han provocado críticas y burlas por igual. Pero sobre todo mucho malestar. La gente se da cuenta que al régimen no le interesa mejorarle la vida a los cubanos con menos recursos, sin acceso a divisas y forman parte de ese porcentaje de la población que vive en la pobreza.
Joel, empleado de una agencia automovilística situada en Vía Blanca y Primelles, Cerro, afirma que es un chiste de mal gusto del gobierno decir que el dinero recaudado por las ventas de autos se utilizará para mejorar el transporte público. "De 2014 a la fecha no se han vendido más de 200 vehículos y motos. Si el gobierno pretende solucionar la problemática del transporte con ese dinero, está diciendo por lo claro que no moverá un dedo para mejorarlo. ¿Quién va a comprar un auto de segunda mano en 80 mil dólares o un Peugeot nuevo en más 200 mil dólares, cuando en cualquier nación no pasa de 40 mil? Además sin otorgar créditos, pagando al contado. La apertura de esas tiendas dolarizadas es un disparate. Beneficia a menos del uno por ciento de la ciudadanía, el 99 por ciento restante solo las ve a través de las vitrinas. Se supone que los gobernantes deben legislar para beneficiar a la mayoría, no a la minoría".
Irma, maestra, cree que el gobierno debería implementar medidas que acrecienten el poder adquisitivo de la clase trabajadora. "Se tiene que acabar esa distorsión disparatada, de que el Estado te paga en una moneda inservible y para comprar bienes de calidad debes pagar en otra moneda que no recibes como salario. En vez de buscar sacarle el dinero del bolsillo a los cubanos emigrados con remesas y recargas telefónicas, el Estado debiera propulsar que el sector laboral sea competitivo y el consumo interno aumente por la productividad, no con dinero ajeno".
Las remesas son una prioridad para la autocracia verde olivo. Han diseñado un esquema, administrado por empresas militares que recauda los miles de millones de dólares que por ese concepto entran al país. Según The Havana Consulting Group, con sede en Miami, en 2018 Cuba recibió unos 6.600 millones de dólares en forma de remesas en efectivo y mercancías. El 90 por ciento de las remesas fue enviado desde Estados Unidos.
Fuente: Diariolasamericas