Actualmente, hay presencia de mercenarios rusos en al menos 30 países de cuatro continentes, lo que demuestra la expansión de este fenómeno que tuvo en el conflicto de Ucrania en 2014 su primer ensayo.
El Político
Uno de sus principales cometidos es de apuntalar la política exterior del gobierno de Vladimir Putin y ampliar su influencia a nivel mundial, puesto que gracias a los mercenarios Moscú puede apoyar a determinados países o socios.
Según Infobae, desde el punto de vista militar, dadas las capacidades de estos mercenarios (generalmente antiguos miembros de las fuerzas de seguridad), se puede reforzar a aliados, al tiempo que se establece presencia militar en escenarios donde no la había e incluso se llega a alterar el equilibrio de poder en determinados conflictos “mientras se mantiene un grado de negación plausible por parte del Kremlin”, destacan los autores.
Además, los mercenarios son más prescindibles y su uso es menos arriesgado que el despliegue de soldados rusos, especialmente en caso de que mueran en combate o durante misiones de entrenamiento. Los efectivos de las empresas de seguridad se han convertido también en una fuente para recabar información de Inteligencia, además de poder llevar a cabo acciones encubiertas y actividades clandestinas, según el CSIS.
Las empresas militares privadas, como el Grupo Wagner, se han convertido en los últimos años en una herramienta vital con la que Rusia expande su influencia en el mundo al tiempo que defiende sus intereses.
De Ucrania a Venezuela
Ucrania fue el primer país en el que hicieron acto de presencia los mercenarios rusos. Antes de su papel central en el conflicto en la región de Donbás, todavía activo, ya estuvieron presentes en la anexión rusa de Crimea en marzo de 2014. Según el CSIS, en el momento álgido del conflicto entre los separatistas y las fuerzas ucranianas hubo entre 2.500 y 5.000 mercenarios rusos, incluidos del Grupo Wagner.
Su rol fue el de “desestabilizar y luego consolidar el control sobre Crimea y Donbás, lastrando y presionando a Kiev y sus aliados occidentales para que hicieran concesiones diplomáticas”, todo ello “negando cualquier implicación oficial rusa”, subrayan los expertos autores del informe. Pese a ello, la contienda ha terminado por convertirse en un “conflicto congelado” del que no obstante Rusia ha podido sacar algunas lecciones que aplicar en otros escenarios.
Siria ha sido uno de ellos. Aquí, los mercenarios rusos han sido claves a la hora de apuntalar al régimen de Bashar al Assad y de frenar los esfuerzos de Estados Unidos y sus aliados. Además, han sido cruciales en la toma de yacimientos de petróleo, refinerías, plantas de gas y otras infraestructuras que estaban en manos de los rebeldes.
Según CSIS, en este país ha llegado a haber hasta entre 1.000 y 3.000 mercenarios rusos de distintas firmas, incluido el Grupo Wagner, los cuales han tenido un papel cada vez más directo en las operaciones de combate del régimen sirio y a menudo sincronizado con las prioridades económicas de Moscú. Este país ha servido también como terreno de pruebas de un modelo de despliegue híbrido que incluye a fuerzas estatales y a mercenarios.
En el caso de Libia, el respaldo de los mercenarios no ha sido para el Gobierno reconocido por la comunidad internacional, sino para el general Jalifa Haftar, a cuyas fuerzas ha entrenado y apoyado en su ofensiva para tomar Trípoli. El papel de los entre 800 y 1.200 mercenarios, principalmente del Grupo Wagner, también ha incluido defender los intereses rusos en el país.
“Rusia vio un vacío de poder y una oportunidad de explotar la inestabilidad para ampliar la influencia rusa, usando a los mercenarios para fortalecer a Haftar, decantar el conflicto a su favor y llevarse la recompensa”, subrayan los autores del informe. Además, los mercenarios rusos han reforzado “la posición geoestratégica y la influencia diplomática” en Libia, lo que confiere a Rusia un papel en cualquier solución en el conflicto.