Las secuelas de las elecciones regionales y municipales en Venezuela siguen aportando elementos reveladores sobre el porvenir del país.
Alejandro Armas / El Político
Las instituciones sometidas a la elite chavista no solo anularon el triunfo del candidato opositor en la competencia por la gobernación del estado Barinas. También están decidiendo quién podrá participar en la contienda repetida y quién no.
Una oleada de inhabilitaciones impidió que los contendientes con mayor oportunidad por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), la mayor coalición opositora, se lancen. En cambio, se omitió con total desparpajo normas electorales para que otras organizaciones que se identifican como “oposición” sin oponerse efectivamente al régimen postulen a un candidato.
De esta manera el chavismo se estaría confeccionando una “oposición” que sería como un traje a la medida. Una que no lo estorbe ni aspire a poner fin a su hegemonía absoluta.
Terreno desigual
Freddy Superlano, candidato de la MUD, ganó las elecciones a la Gobernación de Barinas que se celebraron el 21 de noviembre. Pero una semana después, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), alineado con el régimen, eliminó el resultado. Ordenó repetir los comicios el 9 de enero.
Para justificar su decisión, el TSJ invocó una supuesta inhabilitación contra Superlano emanada por la Contraloría General. Este es otro ente controlado por el chavismo. De esa manera aprovechó para prohibirle a Superlano participar en las nuevas elecciones.
La MUD decidió entonces postular como candidata sustituta a Aurora Silva, esposa de Superlano. Pero apenas un día más tarde se conoció que ella también fue inhabilitada. Ello a pesar de que jamás ocupó un cargo público. Otras posibles alternativas para la MUD, como el exdiputado Julio César Reyes, tuvieron igual suerte. Al final, la MUD tuvo que lanzar a Sergio Garrido, un miembro del parlamento regional de Barinas recién electo.
Mientras tanto, un ex alcalde de Caracas, Claudio Fermín inscribió su candidatura para los mismos comicios. Pudo hacerlo a pesar de que la ley electoral exige que los candidatos estén registrados para votar en el mismo estado en el cual buscan un cargo. Fermín no estaba registrado en Barinas, sino en Miranda, estado que incluye la mitad oriental de la ciudad capital. Luego se le hizo un cambio de centro de votación. Pero la norma fue ignorada olímpicamente en su caso, al momento de inscribirse.
La postulación de Fermín la hizo Acción Democrática (AD). Este partido histórico fue uno de los miembros más prominentes de la MUD, hasta que el TSJ lo intervino para imponerle una nueva dirección. Tras el cambio de guardia, y la división entre quienes lo reconocieron y quienes lo desconocieron, la AD intervenida se movió hacia una dirección mucho más complaciente con el chavismo. Retiró su reconocimiento y apoyo al llamado “gobierno interino” que encabeza Juan Guaidó. Salió de la MUD. Se integró a otro bloque llamado Alianza Democrática, que se ha caracterizado por abstenerse de cualquier acción que moleste al régimen.
Al colocar arbitrariamente obstáculos a la MUD y brindar facilidades igualmente arbitrarias a candidatos de la Alianza Democrática, todo indica que solo la segunda es tolerable como “oposición”. Sorpresivamente, no todos los partidos de la Alianza Democrática apoyan a Fermín. Varios se inclinaron por el candidato de la MUD.
De todas formas, eso no niega el hecho de que se le dejó a la MUD como alternativa un político relativamente poco conocido. Fermín, en cambio, fue dos veces candidato presidencial y es fácilmente identificable. Esto no quiere decir que necesariamente ganará u obtendrá más votos que Sergio Garrido. Pero sí pudiera fácilmente dividir el voto de la base opositora para que el nuevo candidato chavista, Jorge Arreaza, gane. En los comicios originales, Freddy Superlano ganó por un margen muy estrecho sobre el gobernador chavista en funciones, Argenis Chávez.
Incluso si Fermín ganara, su perfil de “opositor” que poco o nada se opone sería mucho más aceptable para el chavismo que un miembro de la MUD.
Emulando a Putin
La política venezolana bajo el chavismo cada vez se parece más a la de su mayor protector internacional: la Rusia de Vladimir Putin. No solo por la transición del socialismo radical a una especie de capitalismo oligárquico e iliberal. Otro aspecto es la existencia de dos “oposiciones”. Una se mantiene leal al statu quo. No pone en peligro la continuidad del régimen. La otra sí busca cambiar el sistema. Como resultado, se le proscribe y persigue.
Rusia no es exactamente un régimen de partido único, como en tiempos de la Unión Soviética. Aunque el partido de Putin es mayoría en el parlamento, convive con otras organizaciones en teoría opositoras. Pero su resistencia a los planes del Kremlin es prácticamente nula. No tienen efectos más allá de lo retórico. Lo saben y no les importa.
Por otro lado están figuras como el activista Alexei Navalny. Su partido, Rusia para el Futuro, nunca ha sido registrado por las autoridades. Ello le impide participar en elecciones. Navalny trató de lanzar su candidatura en las elecciones presidenciales de 2018. Pero fue inhabilitado. Arrastra un cúmulo de investigaciones penales y condenas ampliamente consideradas arbitrarias fuera de Rusia. Hoy está detenido.
Ese parece ser el futuro de la política venezolana que avisora el chavismo. La mayoría de los regímenes autoritarios contemporáneos no proscribe a todos los partidos alternativos. Para mantener cierta apariencia de democracia, toleran a una “oposición” que no se le opone realmente.