Argentina votará en segunda vuelta. El balotaje, decisivo para determinar quién gobernará al país por los próximos cuatro años, se efectuará el domingo, 19 de noviembre.
El Político
Un padrón conformado por más de 35 millones de electores podrá participar en los comicios, de carácter obligatorio para los que residen en la nación albiceleste.
Los radicados en el exterior podrán sumarse al proceso, si desean hacerlo, a través de las embajadas y consulados de la República Argentina en el mundo.
A diferencia de la primera vuelta, en la que se enfrentaron cinco candidatos, en el balotaje compiten apenas dos.
Sergio Massa y Javier Milei avanzaron hasta la segunda ronda, luego de consagrarse como los aspirantes más votados en la jornada del 22 de octubre.
Aquel día Massa, actual ministro de Economía, consiguió 36.68% de los sufragios, mientras que Milei, un economista de corte liberal, obtuvo 29.98% de las preferencias.
Peronista amigable
Dados sus estrechos vínculos con el actual Ejecutivo, muchos votantes comparten la idea de que Sergio Massa representa la continuidad.
El candidato, abanderado de la coalición Unión por la Patria (UP), no sólo forma parte del tren ministerial del presidente Alberto Fernández.
Massa, un hombre formado dentro del peronismo, también guarda profunda relación con la vicepresidente Cristina Fernández.
Ambos tienen un amplio historial de encuentros y desencuentros. Ciertamente, el ministro enfrentó a Fernández en las legislativas de 2013 y las presidenciales de 2015.
Sin embargo, los dos llegaron a trabajar juntos en 2008, cuando Sergio Massa, para entonces intendente de la región de Tigre, fue llamado al frente.
Cristina Fernández, en ese momento presidente y titular de la Casa Rosada, requería de una figura que aplacara la crisis en ciernes.
La jefe de Estado se había enfrentado con la dirigencia rural y para sofocar el incendio convocó a Massa, un hombre de carácter afable que trabajo para calmar los ánimos.
De esa forma, Sergio Massa se convirtió en jefe de Gabinete, reemplazando, por cierto, al actual presidente, Alberto Fernández.
Con tales antecedentes, el abogado de 51 años ha desarrollado una campaña que, al menos en la forma, ha roto con la ortodoxia propia de la izquierda argentina.
Massa no se desvincula de los ideales de su corriente, pero sí busca mostrarse como un peronista amigable.
Por eso, antes que recurrir al tradicional verbo incendiario, se le ha escuchado hablar con un tono moderado, incluso, conciliador.
De igual forma – y a diferencia de sus antecesores – ha procurado evitar los baños innecesarios de masas.
Muestra de ello fue su cierre de campaña. Sergio Massa lo realizó en el Colegio “Carlos Pellegrini”, una escuela técnica superior localizada en la Ciudad de Buenos Aires.
Allí, el candidato se rodeó de jóvenes a los que les habló acerca de la “igualdad de oportunidades”.
“No es cierto que uno nace condicionado al lugar donde nace”, sentenció el aspirante de manera esperanzadora.
Massa aprovechó el mitin para reivindicar “la educación pública, gratuita y de calidad”. Esa premisa sirvió de trampolín para atacar al rival.
“Tenemos que generar todas las condiciones para tener (…) la libertad de elegir en la universidad en que van a estudiar sin que nadie le ponga precio”, dijo.
Aunque parezca frase trillada, la promesa es la contraoferta a la propuesta formulada por Javier Milei.
El economista propone un sistema en el que el Estado, más que financiar a las escuelas o universidades, financie a los niños y jóvenes que deseen estudiar.
Los fondos llegarían a los beneficiarios a modo de vouchers o cheques, con los que cada estudiante cubriría sus gastos educativos.
León de rugido suave
Aunque su rostro y su partido (La Libertad Avanza) tienen poco tiempo en la arena política de Argentina, Javier Milei no es un anónimo ni un desconocido.
El economista, calificado como un dirigente conservador, empezó a aparecer en los medios entre 2012 y 2013.
Hacia aquellos años, Milei comenzó a escribir, como columnista, para los diarios “La Nación” y “El Cronista”.
A partir de 2014 se convirtió en un invitado frecuente de espacios radiales y televisivos, por su capacidad para explicar la coyuntura económica de entonces.
Más adelante, en 2017 (y hasta el año pasado), el candidato condujo su propio programa. Se transmitía por radio una vez a la semana, con el nombre de “Demoliendo Mitos”.
Javier Milei conoce al sistema por dentro. En sus comienzos, se desempeñó como pasante dentro del Banco Central de la República Argentina.
Posteriormente – y con más horas de vuelo – fungió como asesor del Estado en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI).
Su salto a la política lo dio, sin embargo, en 2021. Ese año, participó en las elecciones legislativas y obtuvo un puesto dentro del Congreso.
Como diputado nacional por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el ahora aspirante presidencial empezó a perfilarse como figura de la oposición.
Gracias a un lenguaje directo y disruptivo, Milei caló entre la ciudadanía hastiada de los dirigentes políticos tradicionales.
Avalado por su condición de experto, ha criticado, con dureza, el desempeño económico del actual Ejecutivo.
Javier Milei acusa a Alberto Fernández y a su rival, Sergio Massa, de la depreciación constante del peso argentino.
Tal fenómeno, sumado a una inflación que suma 120% a lo largo de 2023, ha provocado una desmejora en los sueldos y salarios de la ciudadanía.
Para frenar la debacle, el economista propone la dolarización, la supresión del Banco Central y un amplio recorte en el número de ministerios.
En sus discursos ha calificado como “casta” a los dirigentes que, pese a tener una profesión, han hecho de la política un oficio.
En ocasiones – y sin tapujos – ha empleado un lenguaje contundente, que poco se suele ver en las figuras públicas.
Con ese tono logró el pase a la segunda vuelta. Desde entonces, Milei, a quien se le compara con un león, dada su frondosa cabellera, se ha moderado.
El aspirante libertario no ha dejado de rugir, pero sus ideas empiezan a parecer más parcas que en un principio.
Durante su cierre de campaña, celebrado en la provincia de Córdoba, defendió, por ejemplo, la gratuidad del sistema de salud.
Sobre el escenario le acompañaron, entre otros, Victoria Villarruel, su compañera de fórmula, pero también Patricia Bullrich, ex abanderada presidencial de la centro derecha.
Escoltado por ambas figuras, Milei pidió confianza. “No se dejen ganar por el miedo, porque el miedo paraliza”, espetó.
El candidato reconoció que sus formas no son las tradicionales, pero, ante ello, explicó de qué va su modelo.
El liberalismo, dijo, “es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión”.
En su prédica, Javier Milei volvió a hablar sobre “la propiedad privada, los mercados libres de intervención estatal, la competencia, la división del trabajo, la cooperación social”.
El punto fuerte de su intervención se centró, sin embargo, en lo que él mismo denominó como una “campaña de miedo”.
“Yo quisiera preguntarme si acaso nos quieren reducir al hombre de las cavernas”, expresó en forma retórica.
Para cerrar la idea, Milei indicó que “la caverna era segura, pero (…) si ustedes salían de la caverna, ustedes corrían riesgo, pero podían vivir y podían ser felices”.