El avance de la provisión de servicios celulares ha creado variantes en el negocio que se adaptan a la necesidad de una región que lucha por cerrar su brecha digital. Somos testigos del auge de las empresas torreras.
Guillermo Mulville y Gonzalo Arauz/El Político
Proveer cobertura celular y otros servicios inalámbricos en zonas remotas se torna viable cuando se comparte infraestructura. Testimonio de esto son dos proyectos aprobados por BID Invest: la Red Compartida en México, e Internet Para Todos (IpT) en Perú. Asimismo, aún en los lugares donde ya existe cobertura, el crecimiento de la demanda de datos móviles genera una necesidad de agregar cada vez mayor capacidad a las redes. Para lograrlo, se necesita instalar más sitios dentro de una misma área geográfica. Esta densificación es importante para atender el enorme y exponencial flujo de datos digitales. Y así, las empresas torreras juegan un rol fundamental para hacerlo de la forma más eficiente.
Si una empresa puede tercerizar su infraestructura con jugadores especializados, ¿por qué habría de inmovilizar millones de dólares en componentes pasivos de sus redes (como las torres celulares)? En América Latina y el Caribe (ALC), Cisco estima que el tráfico de datos móviles para el período 2017-2022 crecerá al 43% anual. Esto genera una enorme presión a los gobiernos, que se ven forzados a licitar más espectro electromagnético y a los operadores de redes móviles (o MNOs según sus siglas en inglés) a invertir para así atender la creciente demanda.
Debido a ello, los MNOs se han volcado masivamente al modelo de infraestructura compartida. En tal sentido, albergan antenas de varios MNOs en una misma torre, generando grandes ahorros operativos y de capital. Además, se liberan recursos para que los MNOs puedan pelear la batalla allí donde realmente cuenta, en la relación con el usuario final de Internet, donde hasta la fecha las compañías puramente digitales, tales como las gigantes tecnológicas, han capturado la mayor parte del valor.
El amor y odio a las torres
Cuando uno piensa en torres que despiertan admiración y toda clase de obsesiones la lista es corta y clara: Torre de Babel, Torre de Pisa, Torre Eiffel. Las sociedades siempre han estado obsesionadas con las torres y cuanto más altas, fuertes y vistosas, mejor. La sociedad moderna creó torres utilitarias para llevar telégrafo, telefonía y electricidad a las personas, pero son las torres para la comunicación celular aquellas con las que tenemos una relación más ambigua: se las necesita y se las requiere, pero pareciera que nadie quiere una cerca.
En todo el mundo existen a la fecha casi 4,7 millones de estas torres, de las cuales más de 180 000 se encuentran en ALC.
Las torres para comunicación celular varían de altura, ubicación y propósito. Algunas se encuentran en predios dedicados, otras en azoteas. Desde un punto de vista urbanístico, a menudo se las considera molestias estéticas. Otras veces, están hábilmente disimuladas bajo disfraces de palmeras o dentro de falsos tanques de agua. Pero lo que todas tienen en común es que soportan potentes equipos de telecomunicaciones. Teniendo en cuenta que la manera más común de acceder a Internet es mediante dispositivos móviles, las torres celulares son sin duda un activo clave de la principal infraestructura del siglo XXI: la infraestructura digital.
Torreros y tercerización
En ALC, la tercerización de torres celulares ya lleva una década. Llama la atención que más del 52% de todas las torres de telecomunicaciones de la región ya son propiedad de torreros independientes, entre los que se cuentan jugadores estratégicos como American Towers y SBA, así como un gran número de empresas apoyadas por los principales fondos de inversión del mundo: Grupo Torresur (Providence Partners), ATP (Colony Capital), PTI (Blackstone), BTST (Cartesian) y otros. Estas empresas “torreras” establecen su negocio comprando portafolios de torres existentes de las MNOs o mediante la construcción, por encargo, de nuevas torres para luego rentabilizarlas a través de una operación eficiente y un fuerte foco en comercializar la capacidad excedente.
Bolivia, uno de los últimos países de la región sin este tipo de actividad, debutó durante 2019 con la entrada de PTI, quien compró un portafolio de más de 600 torres con un financiamiento de BID Invest por US$60 millones, con movilización por parte de CIFI. En tan solo 10 años, los torreros en ALC se han convertido en actores clave para la reducción de la brecha digital. Lo que empezó como un modelo de negocio basado en la tercerización de bienes raíces, ahora está consolidándose y sofisticándose con rapidez.
Las torreras están expandiendo su oferta con servicios de mayor valor agregado, incluyendo la gestión de energía, la venta de capacidad de fibra óptica, o construyendo otro tipo de infraestructura como el despliegue de redes para Internet de las Cosas, los sistemas de antenas distribuidas (que nos permiten conectarnos en el metro, estadios y salas de convenciones), o el edge computing que acerca el almacenaje de datos a grandes puntos de consumo.
Pero el salto exponencial se espera que venga en pocos años por el lado de 5G. La nueva generación de tecnología móvil, mediante la cual se multiplicarán los casos de uso como el de los autos autónomos, requerirá de una densificación enorme de las redes. Esto se traduce en miles y miles de nuevos sitios, para lo que muchos consideran será el programa de inversión en infraestructura más grande de la historia. Para esto, torreras, gobiernos, ciudades y MNOs deberán trabajar en conjunto para asegurar un despliegue eficiente.
En definitiva, mientras continúe nuestra obsesión por estar permanentemente conectados a nuestros teléfonos inteligentes aún en las regiones más remotas, o si queremos estar listos para que nuestros autos se manejen solos por las calles de nuestras ciudades, deberemos seguir apoyando la infraestructura compartida y la innovación en dichos modelos de negocios. Esto involucrará, por parte de los torreros, una oferta de servicios más holísticos, incluyendo —por qué no decirlo—, torres camufladas en postes de luz, semáforos o acaso con forma de cactus.
Sobre los autores :
Guillermo Mulville
Es británico-argentino y lidera la cartera de inversión de Telecomunicaciones, Medios y Tecnología (TMT, por sus siglas en inglés) en BID Invest. Se unió a la organización en 2016 y tiene su sede en Washington, D.C. Guillermo ha dirigido equipos especializados de inversión en la industria y ha trabajado en una multitud de transacciones en el sector, en toda América Latina (así como en Europa y Africa), desde principios de los ‘90. Antes de trabajar en BID Invest, pasó más de 9 años en la Corporación Financiera Internacional (IFC, del Grupo del Banco Mundial), donde fue Jefe de TMT para la región de América Latina y el Caribe. Antes de eso, trabajó durante 12 años en ABN AMRO Bank en toda la región, así como para Enron International. También fue miembro de las juntas directivas de compañías panafricanas y panamericanas de banda ancha y distribución. Guillermo es licenciado en Administración de Empresas por la Universidad de San Andrés y Master en Finanzas en la Universidad del CEMA, en Argentina.
Gonzalo Arauz
Es experto en inversión en los rubros de telecomunicaciones, medios y tecnología (TMT). Es oficial líder de inversiones de BID Invest, basado en Buenos Aires, desde 2017. Tiene una amplia experiencia en la originación, estructuración y gestión de transacciones complejas de deudas y capitales en América Latina y el Caribe. Antes de unirse a BID Invest, fue oficial de inversiones en el IFC (Banco Mundial) atendiendo los sectores de TMT e infraestructura. Arauz cuenta con un título de ingeniería del Instituto Tecnológico de Buenos Aires y un MBA de Wharton School.