Joe Biden opta por la prudencia en sus relaciones con los medios de comunicación y ha impuesto un estilo muy distinto al audaz y mediático de Donald Trump. Da pocas entrevistas, evita responder a las preguntas de los periodistas y se escabulle una vez que anuncia lo que a él le conviene.
El Político
Dos ruedas de prensa y cuatro entrevistas con medios afines es su balance tras el 3-N. Anuncestá conformando un equipo de prensa integrado sólo por mujeres.
En lo que se espera que sea una relación convencional con los medios de comunicación, quien fuera su directora de comunicaciones durante la campaña, Kate Bedingfield, ocupará el cargo de directora de comunicaciones de la Casa Blanca.
Jen Psaki, portavoz demócrata durante mucho tiempo, será la secretaria de prensa del nuevo mandatario. Karine Jean Pierre, exintegrante del gobierno de Obama, será la principal subsecretaria de prensa del presidente electo.
Además, Pili Tobar, quien nació en Guatemala, será subdirectora de comunicaciones de la Casa Blanca. Tobar fue directora de comunicaciones para coaliciones en la campaña de Biden.
El equipo de transición también anunció el nombramiento de tres asesoras del equipo de campaña de Biden, a altos puestos importantes en comunicaciones. Ashley Etienne, será directora de comunicaciones de Kamala Harris, Symone Sanders será asesora y principal portavoz de Harris y Elizabeth Alexander, será directora de comunicaciones de Jill Biden.
Será la primera vez que todo el equipo de comunicaciones de la Casa Blanca sea completamente femenino.
Pertenece a la Generación Silenciosa
Joe Biden es un miembro de la llamada «Generación silenciosa», la que nació entre 1928 y 1945. Hijos de la Gran Depresión, demasiado jóvenes para combatir en la Segunda Guerra Mundial, demasiado viejos para ser «baby boomers».
Como candidato a la presidencia y como presidente electo ha sido muy silencioso."Se ha quedado sin voz", comentan los reporteros.
Biden, que en su larga carrera en el Senado fue un verso libre, se ha quedado sin voz en el momento cumbre: tras ganar las elecciones a la presidencia de EE.UU., el sueño que persigue desde niño y al que dedicó tres intentonas.
La mudez es, claro, ante la prensa. Biden lleva casi un mes, desde el 19 de noviembre, sin someterse a las preguntas de los periodistas aunque sus apariciones públicas son abundantes, pero sin enfrentamientos periodísticos, simplemente opta por la estrategia de hacer nombramientos sucesivos, cada dos o tres días.
Equipo de prensa femenino
El presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, tendrá en la Casa Blanca un equipo de prensa integrado sólo por mujeres, reflejando su deseo de crear un equipo diverso , así como lo que se espera que sea un retorno a una operación convencional de relación con los medios de comunicación.
Quien fuera su directora de comunicaciones durante la campaña, Kate Bedingfield, ocupará el cargo de directora de comunicaciones de la Casa Blanca. Jen Psaki, portavoz demócrata durante mucho tiempo, será la secretaria de prensa del nuevo mandatario. Biden asumirá como presidente el 20 de enero.
Cuatro de los siete principales puestos de comunicación de la Casa Blanca serán ocupados por mujeres de color, y es la primera vez que todo el equipo de comunicaciones de la Casa Blanca será completamente femenino.
El presidente Donald Trump cambió la forma en que su gobierno se comunicaba con la prensa. En contraste con administraciones pasadas, el equipo de comunicaciones de Trump tuvo pocas reuniones informativas con la prensa, y las que ocurrieron fueron a menudo sobre temas conflictivos plagados de inexactitudes y falsedades.
Con nombramientos y encuentros con grupos de interés logra mantenerse en el candelero. Estira los fichajes de altos cargos hasta tres días: un día se filtra a la prensa, al día siguiente aparecen los nombres en un comunicado y el tercero, por fin, se presenta en público con los elegidos. Pero, tras los discursos, los elogios a los nombrados, Biden se escabulle. Hace mutis por el foro en el escenario de The Queen, el teatro de Wilmington (Delaware) que ha acogido la mayoría de sus actos públicos desde las elecciones. Biden quiere el foco de atención de la prensa, pero no el que quema, el de las preguntas de los periodistas, lo evita.
Preguntas elegidas
La rueda de prensa del 19 de noviembre fue una de las dos que ha dado desde la cita con las urnas. La otra fue el 10 de noviembre. En ambos casos, los pocos medios que han preguntado han sido elegidos de antemano por el equipo de comunicación de Biden, sin que el presidente electo pudiera ser interpelado por el resto de asistentes.
Muchas de las preguntas fueron sobre la situación con la pandemia de Covid-19 o los esfuerzos de Trump para no reconocer su derrota. Otras fueron preguntas muy amables: «¿Se va a vacunar?», «¿Deberían reunirse las familias para Acción de Gracias?»… Las estrecheces no han dejado espacio para cuestionarle por multitud de asuntos candentes: las presiones de la corriente izquierdista en la formación de Gobierno, sus planes para gestionar la pandemia o para un nuevo paquete de estímulo económico… Tampoco ha habido momento para incomodarle con asuntos como la investigación de la justicia sobre irregularidades fiscales de su hijo Hunter.
Mientras tanto, a Biden le acompaña un grupo reducido de periodistas en todos sus movimientos, el llamado «pool». Pero no se les permite tampoco hacer preguntas. La información que comparten se limita a decir que Biden entra o sale de su mansión en Wilmington, va a misa o saluda a un vecino.
¿Por qué eres el único que gritas?
En un encuentro con Nancy Pelosi, la líder demócrata en la Cámara de Representantes, a un periodista de la CBS se le ocurrió gritar desde la distancia una pregunta sobre la reapertura de colegios. Es habitual que los reporteros lo hagan, sobre todo cuando se les convoca a actos donde no hay previstas preguntas. Pero a Biden no le sentó nada bien y respondió airado: «¿Por qué eres el único que siempre gritas preguntas?», mientras su equipo de seguridad expulsaba a la prensa. Este fin de semana, otro periodista le gritó otra pregunta sobre su Hunter, y sus problemas legales. «Estoy orgulloso de mi hijo».
Biden solo ha ofrecido entrevistas desde las elecciones, con medios que han sido muy combativos con Trump y que no le pusieron en grandes aprietos. La de la revista «Time», con motivo de la elección de Biden y de la vicepresidenta electa, Kamala Harris, como sus «personas del año», fue ante todo un masaje.
Controlar el mensaje
El presidente electo usó la misma estrategia como candidato en campaña. Entonces, su gran aliado fueron la pandemia y las restricciones. Biden permaneció en su mansión de Wilmington durante semanas, mientras dejaba que la crisis sanitaria y económica –y la mala gestión del presidente– desgastara a su rival. Se ahorró sus resbalones dialécticos habituales y mucha energía. Controló el mensaje, ofreció un puñado de entrevistas y pasó semanas y semanas sin ruedas de prensa.
Contraste con el Presidente Trump
Trump siempre ha elegido el camino opuesto. Su exposición a los medios ha sido constante hasta las elecciones, porque necesita esa atención y sabe utilizarlos para controlar el mensaje, mientras el control de Biden de los medios durante su presidencia se basa en esquivarlos.
Trump opta por darle a los canales, periódicos y revistas “titulares” con sus excentricidades para que el público les dé los deseados clics, algo que bajo el modelo actual de negocio es necesario para la sostenibilidad de los medios, ha "salvado a la industria".
El plan de Trump consiste en un “tú ganas, yo gano” con los medios de comunicación. Profesores de periodismo en Estados Unidos, como Jay Rosen, recomiendan descentralizar al presidente de las historias. No se trata de ignorar lo que dice, sino de descentrar su figura de la agenda nacional y jerarquizar lo más importante.
“Nada de esto puede funcionar a menos que los productores de noticias sepan en qué están gastando los escasos recursos. ¿Cuánto espacio, cuánto tiempo le está dando a Trump en comparación con otros actores claves, como los gobernadores, los expertos en salud pública o las víctimas de su toma de decisiones?”, escribe Rosen sobre el cubrimiento específico de la pandemia.
"Hemos dejado de lado discusiones más importantes porque el presidente nos ha inundado con un mar de declaraciones que o son falsas o son irrelevantes a final de cuentas. Y él no hace todo esto porque tenga problemas mentales, como sugieren algunos. Trump dice todo lo que dice porque persigue una estrategia de confusión y desinformación propia de gobiernos autoritarios conocida como “la manguera de fuego de la falsedad”, la cual hizo famosa Rusia y que consiste en la continua difusión de mentiras que buscan posicionarse como verdad para confundir a la población. Es una táctica desvergonzada, pero muy efectiva."
La engañosa teoría del fraude
El ejemplo más preocupante de esta ofensiva es cómo Trump y el Partido Republicano lograron engañar a los medios tradicionales para cubrir la teoría sobre el fraude por correo en el país.
Trump se aprovechó de cómo la estructura de los medios concibe la información para lanzar su propia campaña de desinformación en estas elecciones. “Si el presidente lo dice, es noticia” y “hay que perseguir el objetivo de neutralidad o de tomar partido”, son dos principios que persigue el periodismo. En estos meses, el presidente dijo que había fraude en las elecciones, por lo que el voto por correo se posicionó como una noticia frecuente en los medios, y desde entonces ha sido muy difícil convencer a los lectores que lo que denuncia Trump es altamente improbable. Esto se da porque, luego de cumplir su objetivo de posicionar lo que quiere en los medios, Trump señala que los reportajes son falsos y que él tiene la única verdad.
“Donald Trump ha perfeccionado el arte de utilizar las prácticas estándar del periodismo profesional como una forma de aprovechar los medios de comunicación para su campaña de desinformación. En la medida en que el modelo de medios de comunicación que identificamos sea el principal impulsor del desorden de la información, no se curará por más verificación de hechos que Facebook haga”, señala un estudio realizado por el Berkman Klein Center for Internet and Society de Harvard, que analizó 55 mil noticias, cinco millones de tuits y 75 mil posts de Facebook.
Nadie en el mundo parece entender el poder, la influencia y las condiciones actuales de los medios de comunicación como lo ha hecho Trump. Sea desde su faceta como empresario, candidato o presidente, este magnate republicano ha usado su presencia en los medios para su propio beneficio durante años.
Para no ir lejos, en su campaña de 2016, por ejemplo, la extensa cobertura que recibió en los grandes medios le ahorró a Trump miles de millones de dólares en propaganda política y terminó posicionándolo como un contendiente serio en la carrera por la Casa Blanca. ¿Cómo lo hizo? Solo necesitaba poner un tuit escandaloso para que lo convertiéramos en noticia. Esto le dio un gran posicionamiento a su marca porque sus comentarios se consumen mucho en internet. Haga un ejercicio: busque en Google “trump 2016 tweets campaign” y verá la cantidad de análisis sobre los tuits del mandatario en ese año. Y repítalo con cada año de su gobierno. ¿Era necesario convertir cada trino en una noticia? No, no lo era.
Cuando las elecciones de 2016 concluyeron, los medios de comunicación se dieron cuenta de los errores que habían cometido. Hubo un diluvio de análisis sobre lo que pasó y sobre lo que deberían hacer los periodistas en los siguientes cuatro años cuando Trump estuviera al mando: no prestarle excesiva atención a su Twitter y a sus declaraciones extravagantes, que son importantes, y desarrollar lo que era realmente importante, como sus escándalos y las historias sobre los problemas y necesidades del país. Pero ahora podemos ver que esa hoja de guía se incumplió colosalmente.
Cuatro años después, los medios volvieron a fallar y dejaron que Trump marcara la agenda nacional con ridiculeces que han terminado por eclipsar información mucho más importante para el público. Los periodistas hemos olvidado la jerarquización entre lo que es importante, y lo que es realmente importante. ¿Cuál es el problema en que los medios repliquen todas las mentiras de Trump? Las investigaciones sobre la difusión de noticias falsas, como las que salen en el Twitter del presidente, apuntan a que entre más fuentes las citen, el público tiende a pensar que son más creíbles.
Los mismos periodistas se han encargado de normalizar las conductas inapropiadas y nocivas del presidente. Trump ha gastado mucho tiempo en entrevistas con Fox News o tuiteando. Pero en lugar de apuntar el tiempo que el presidente no invierte en gobernar, los medios amplifican las declaraciones que salen de sus muy controvertidas entrevistas o hacen listados con los “tuits más polémicos del presidente”. Ese no es un buen enfoque.
El cambio comienza a notarse
Los ciudadanos debes escoger el tipo de prensa que quieren.El cambio comienza a notarse de a poco. Joe Biden enfrenta un desafío muy amplio: demostrar que el periodismo puede ser crítico con su administración, pues la prensa no es ni amiga ni enemiga de un gobierno. Es independiente a este. La ciudadanía, por otro lado, debe tener en cuenta que con los líderes que elige, también está escogiendo qué proyecto para la prensa considera como el mejor.
Fuentes: Globovision / El Espectador / ABC