Jair Bolsonaro y Donald Trump tienen muchas similitudes. Ambos ex mandatarios de derecha, de Brasil y de Estados Unidos, respectivamente, alertaron sobre un fraude electoral, pese a carecer de pruebas. Tras perder en las urnas, hablaron de elecciones amañadas. Miles de sus seguidores manifestaron de forma violenta. Ambos fueron enjuiciados, pero los resultados son muy distintos.
El Político
Aunque el comportamiento de los dos expresidentes y aspirantes a la reelección fue similar, las consecuencias políticas para cada uno fueron diametralmente distintas.
Un análisis realizado por el New York Times destaca que, si bien Trump enfrenta cargos federales y estatales, el proceso en su contra ha sido lento. Mientras tanto, en Brasil, Bolsonaro enfrentó consecuencias jurídicas drásticas y con una velocidad pasmosa.
A Trump lo acusan de pagarle a una actriz de cine porno por su silencio y del manejo inapropiado de documentos clasificados. Pese a los graves señalamientos, más de dos años después de dejar la Casa Blanca, Trump lidera las encuestas para convertirse en el candidato republicano a la presidencia.
Bolsonaro también enfrenta numerosas investigaciones por delitos, pero las autoridades no lo pensaron dos veces para allanar su casa y confiscar su teléfono celular. Además, a menos de seis meses de que dejó el poder, el Tribunal Superior Electoral de Brasil lo inhabilitó para optar a un cargo político durante 8 años.
Diferencias estructurales en la justicia
En Brasil, el tribunal dictaminó que Bolsonaro abusó de su poder cuando hizo afirmaciones sin fundamento sobre la integridad de los sistemas de votación de Brasil en la televisión estatal. Su próxima oportunidad de aspirar a la presidencia sería en las elecciones de 2030, en las que tendría 75 años.
En contraste con lo ocurrido a Bolsonaro, Trump, aún cuando fuera hallado culpable en un caso antes de las elecciones de 2024, no sería descalificado automáticamente de postularse a la presidencia.
El sistema estadounidense deja que el destino de Trump lo decidan los votantes, mientras avanza lentamente el sistema judicial. En Brasil, los tribunales actuaron con velocidad, al considerar que había una amenaza para la democracia, que todavía es joven.
Por esa protección, en Brasil los comicios los rige el Tribunal Superior Electoral y parte de sus funciones es determinar si los candidatos tienen derecho a postularse para un cargo. “Es una diferencia estructural entre los dos países”, dijo Thomas Traumann, analista político.
También explicó las diferencias un juez jubilado del Supremo Tribunal Federal de Brasil, Ricardo Lewandowski.
Señaló que “el alcalde, el gobernador o el presidente tienden a abusar de su poder para ser reelectos. Por eso creamos la ley de inelegibilidad”, declaró al mencionado medio Lewandowski, quien también es expresidente del Tribunal Superior Electoral.
#2Jul ?? “No estoy muerto, vamos a seguir trabajando, tenemos la intención de hacer elegir varios alcaldes en las elecciones del año que viene. No es el fin de la derecha en Brasil” dijo Bolsonaro.#SomosFronteraVivahttps://t.co/VsNlaDVFn9
— Frontera Viva (@fronteravivanew) July 2, 2023
Puede ser demasiado poder
El hecho de que una instancia pueda decidir quién es digno o no de postularse puede ser un exceso. Según las condideraciones de algunos analistas, esta estrategia pone demasiado poder en manos de los siete jueces del Tribunal Superior Electoral.
Se deja en manos de unos jueces que pueden estar parcializados una decisión que debería ser tomada por los votantes.
El sistema electoral centralizado de Brasil evitó que Bolsonaro pudiera pelear por los resultados durante demasiado tiempo. En cambio Trump tuvo condiciones muy distintas, pues en Estados Unidos el conteo lento de los votos retrasó una semana la proclamación del ganador.
Por si fuera poco, el proceso del Colegio Electoral se llevó meses y luego cada estado hizo sus propias elecciones y auditorías. Eso le dio a Trump tiempo y espacio para atacar el proceso.
En Brasil, donde hay 220 millones de habitantes, el sistema electrónico de votación contó las boletas en dos horas. La autoridad electoral anunció al ganador ese mismo día, con presencia de líderes del Congreso, los tribunales y el gobierno.
Demasiada centralización también implica riesgos
El proceso en Brasil es más expedito, pero, sin dudas, está muy concentrado y eso puede generar desconfianza, con fundamentada razón.
“Se podría alegar que ser tan centralizado también te hace propenso a más abusos que en el sistema estadounidense, que está más descentralizado y permite básicamente una supervisión local”. Así lo dijo Omar Encarnación, un estudioso de los sistemas democráticos en ambos países.
En el periodo previo a las elecciones en Brasil, el Supremo Tribunal Federal ordenó redadas y arrestos, bloqueó a miembros del Congreso de las redes sociales y tomó medidas para prohibir a las empresas de tecnología que no cumplieran con las órdenes judiciales.
Todo eso se hizo con las banderas de evitar la desinformación y la manipulación, según argumentaron en su momento.
Pero, aunque las autoridades proclamaban sus buenas intenciones, esas medidas generaron reclamos generalizados por extralimitación.
Algunas redadas se enfocaron en personas solo porque estaban en un grupo de WhatsApp que había mencionado un golpe de Estado. Algunas personas fueron encarceladas temporalmente, sin juicio, por criticar al tribunal. Un congresista fue sentenciado a prisión por amenazar a los jueces en una transmisión en vivo.
¿Avivaron la llama?
A pesar del rápido resultado en Brasil, miles de partidarios de Bolsonaro salieron a las calles enojados. Atacaron y saquearon los recintos del poder de la nación en enero, una semana después de la toma de posesión del nuevo presidente Luiz Inacio Lula Da Silva.
La situación fue muy parecida al asalto al Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de 2021. Pero los roles de los dos expresidentes fueron diferentes.
Ambos avivaron los reclamos y convencieron a sus seguidores de que se cometió un supuesto fraude, pero Trump les ordenó de manera explícita que marcharan hacia el Capitolio durante un discurso en las inmediaciones del lugar.
Cuando los simpatizantes de Bolsonaro formaron su propia turba, Bolsonaro estaba a miles de kilómetros, en Florida, donde permaneció por tres meses.
En Estados Unidos, gran parte del Partido Republicano aceptó las afirmaciones infundadas de fraude electoral. Los estados aprobaron leyes que dificultan el voto y los votantes eligieron candidatos para el Congreso y las legislaturas estatales que niegan los resultados de las elecciones presidenciales.
En Brasil, la clase política se alejó del discurso de fraude electoral, así como del propio Bolsonaro. Los líderes conservadores impulsan en la actualidad a un gobernador más moderado como el nuevo abanderado de la derecha brasileña.
Fuente: New York Times