Para Eurasia Group, consultora de riesgo político con sede en Nueva York y oficina en São Paulo las probabilidades de que el actual presidente de Brasil, Michel Temer no logre completar su mandato hasta 2018, han subido en los últimos días del 10% al 20%.
En menos de 100 días ha sido destituida Rouseff, detenido el ex presidente de la Cámara de los Diputados y suspendido el presidente del SenadoDisturbios y ruido de ‘impeachment’ en Brasil.
El 1 de enero, cuando los fuegos artificiales dieron la bienvenida a 2016 frente a la playa de Copacabana, Brasil estaba gobernado por una mujer, Dilma Rousseff, y su Congreso lo comandaban dos hombres: Eduardo Cunha y Renan Calheiros.
A punto de despedir el año más accidentado de su historia reciente, y sin que haya habido elecciones generales de por medio, la primera ya no ocupa el poder, el segundo está entre rejas y el tercero fue apartado ayer de la línea de sucesión a la Presidencia mientras se defiende de una acción penal.
Terminada la época de relativa estabilidad política que reinó durante dos décadas, y en medio de una crisis económica sin precedentes en el país, nadie esperaba que estos 12 meses fueran a desarrollarse con tranquilidad. Pero la realidad ha superado las previsiones más alarmistas y la Plaza de los Tres Poderes, en Brasilia, ha acabado por convertirse en una especie de castillo de naipes que se derrumba a un ritmo vertiginoso.
Todo esto ha ocurrido en menos de 100 días: primero, el 31 de agosto, la destitución definitiva de la presidenta de la República por maquillar las finanzas; después, en octubre, la detención de su enemigo y ex presidente de la Cámara de los Diputados- forzado a dimitir meses antes- por cobrar comisiones y esconder el dinero en Suiza; y finalmente, en la noche del lunes, la suspensión del presidente del Senado por una acusación de malversación de caudales públicos.
Esta última decisión, adoptada provisionalmente por un juez del Tribunal Supremo, fue desobedecida por la Mesa de la Cámara Alta y obligó ayer a la Corte a reunirse en pleno para zanjar el ‘caso Renan’, como se conoce popularmente al senador Calheiros. Por seis votos contra tres, los magistrados optaron por un desenlace salomónico para que el acusado siga en el cargo, casi tambaleándose, pero bajo ninguna circunstancia pueda reemplazar al jefe del Estado.
Votaciones en riesgo En cualquier caso, la disputa entre poderes demuestra que la inestabilidad está lejos de superarse cuando se cumplen siete meses desde que el conservador Michel Temer ocupó el sillón de la izquierdista Dilma Rousseff en el Palacio de Planalto.No es sólo que Calheiros -conocido popularmente como Renan- pertenezca a la misma formación que Temer, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), y fuera un aliado clave para sacar adelante su plan de austeridad. Existe el problema añadido de que, en caso de ser suspendido, su sustituto habría sido Jorge Viana, compañero de la derrocada Dilma y de Lula da Silva en el Partido de los Trabajadores (PT)En otras palabras: la oposición podría controlar, aunque fuera de forma interina, la tramitación de la agenda en el Senado.
Pese al perfil conciliador de Viana, al Gobierno le preocupaba que la situación de provisionalidad dejara en el aire la aprobación, prevista para la próxima semana, de la enmienda constitucional que congela el gasto público durante 20 años y que cuenta con el apoyo de los sectores empresariales como mecanismo para reequilibrar las cuentas.ImpopularidadEl voto de confianza con el que los mercados recibieron en su momento el cambio de Gobierno parece haberse evaporado.
Tampoco rebosa optimismo la inmensa mayoría de la población; así lo confirma un sondeo del instituto Ipsos, según el cual un 89% de los brasileños piensa que el país camina por el rumbo equivocado.La misma encuesta muestra que apenas un 7% valora como "buena" o "muy buena" la gestión del actual mandatario, un ex diputado de 76 años sin carisma y enrocado en la zona de confort de su palacio presidencial, de donde raramente sale por miedo a abucheos y gritos de "¡Fuera, Temer!". Cuando su predecesora fue apartada de sus funciones, también entre llamamientos de "¡Fuera, Dilma!", su aprobación rondaba el 14%.
Mientras el veterano gobernante confía en atravesar la tormenta con el respaldo de su coalición parlamentaria de centro-derecha e incluso se atreve a lanzar una controvertida reforma de las pensiones, los especialistas en adelantarse a los acontecimientos ya están encendiendo las luces de alarma.
Con información de El Mundo