Para muchos, es la alternativa norteamericana a los Estados Unidos de Donald Trump. Un país con un jefe de Gobierno guapo, moderno… y que utiliza las redes sociales y los golpes de efecto de imagen tanto o más que el inquilino de la Casa Blanca, sólo que para transmitir un mensaje completamente diferente. Un mensaje de globalización, apertura a la inmigración y a los refugiados, igualdad de género y lucha contra el cambio climático.
Es la Canadá de Justin Trudeau. Un país que hasta ha liberalizado en todo su territorio el consumo de marihuana. Más contrastes con EEUU, donde el Gobierno federal está en guerra con los estados y territorios que han adoptado esa medida, imposible. Con esa perspectiva, no es de extrañar que el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, visitara a Trudeau en vísperas de su intervención en la reciente Asamblea General de la ONU.
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Pero la Canadá de Trudeau también está descubriendo que la frase del dictador mexicano Porfirio Díaz es aplicable a los vecinos del Norte de EEUU: "Tan lejos de Dios y tan cerca de EEUU". Hace dos semanas, Trudeau tuvo que hacer concesiones significativas a Washington en la renegociación del Tratado de Libre Comercio (NAFTA) para satisfacer las exigencias de Trump.

Con un PIB que es sólo el 9% del de su vecino del sur, y una población menor que la del estado de California (y aún sobran dos millones de personas), Canadá está atrapada por la dependencia de EEUU, el país al que van el 85% de sus exportaciones y del que proceden el 60% de sus compras en el exterior.
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Los intentos de Trudeau de diversificar las relaciones comerciales canadienses con la UE y los países de Asia no van a generar una alternativa a EEUU. Y menos aún después de que en el nuevo tratado Ottawa -y, también, México- esencialmente renuncie al establecimiento de acuerdos comerciales con China sin la aquiescencia de Washington.

Pero no es sólo EEUU. La Canadá de Trudeau -que el año que viene se enfrenta a una reelección en la que parte, en principio, como favorito- no es inmune a los cambios políticos que vive todo Occidente. Canadá vive también el colapso de la vieja política, con un primer ministro al que sus rivales acusan de ser mucho mejor en ‘selfie’ que en el Gobierno, y que, entre sus conciudadanos, y como suele ser normal en estos casos (pensemos en Felipe González en los 80 o en José María Aznar a principios de la década pasada) es visto no como una estrella del rock, sino como un político más. Éstos son algunos de los ejes de la alternativa a Trump de América del Norte.
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