El satírico semanario francés conserva intacto su tono provocador, más de un lustro después del atentado que diezmó su redacción, y sigue presentándose como un baluarte de la libertad de expresión.
El Político
“Todo vuelve, ver a los acusados en la sala hace revivir lo que vivimos, es un poco angustioso. No sé ni siquiera cómo definirlos. Hasta mirarlos es duro, muy duro”, reconocía al término de la primera sesión Bathily, que fue calificado como héroe por ayudar a esconderse a varios clientes del supermercado en el que trabajaba como dependiente y que hoy trabaja para la Alcaldía de París.
“Demasiadas emociones, es muy duro, muy difícil”, coincidía, conteniendo apenas la emoción, el médico Patrick Pelloux, colaborador de Charlie Hebdo y uno de los primeros que llegaron a la redacción tras la masacre que en la revista dejó 12 muertos, muchos de ellos viejos amigos.
El juicio constituye la primera ocasión en que se pudo ver a los 11 de los 14 acusados —tres de ellos siguen fugados y con orden de captura— por diversos grados de complicidad y participación en una organización criminal terrorista. Todos confirmaron su identidad y se declararon dispuestos a responder a las preguntas durante el largo encuentro.
El fallo, tras 49 días de audiencias, está anunciado para el 10 de noviembre. Las penas que afrontan los acusados, cuya expresión quedaba oculta por la mascarilla obligatoria en todo el tribunal por el coronavirus, van desde la cadena perpetua para uno de los principales inculpados, Ali Riza Polat, a sentencias que oscilan entre los 10 y 20 años.
Una condena será importante, explicaba Bathily, para que las víctimas puedan “pasar página” de una vez. Pero del juicio, en el que declararán 144 testigos y 14 expertos, muchos esperan mucho más.
“Queremos saber cómo y por qué. Cómo se organizó el ataque, y por qué. Las condenas son importantes, claro, pero tienen más bien un valor simbólico, lo importante son las respuestas y la investigación”, afirmaba Philippe Assor, abogado de Hélène Fresnel, pareja del economista y colaborador de Charlie Hebdo Bernard Maris, uno de los ocho miembros de la revista satírica que fallecieron en el ataque del 7 de enero que también acabó con la vida de su director, Charb, o los dibujantes históricos Cabu, Tignous o Wolinski.
El humor es algo serio
"Antes decíamos a la mierda Dios, el ejército, la Iglesia, el Estado. Hoy, debemos aprender a decir a la mierda las asociaciones tiránicas, las minorías ególatras, los blogueros y blogueras que nos reprenden como si fueran pequeños maestros de escuela", escribió en enero Riss, director de la redacción, con motivo del quinto aniversario de la matanza.
El 7 de enero de 2015, los hermanos yihadistas Said y Chérif Kouachi irrumpieron en la sede parisina de Charlie Hebdo y mataron a 12 de sus colaboradores, incluidos los conocidos caricaturistas Cabu, Charb, Honoré, Tignous y Wolinski.
Los autores estimaron "vengar" así a Mahoma, después de que el semanario hubiera publicado varias caricaturas mofándose del profeta, de la misma manera que se ríe con frecuencia de las otras religiones, cosa legal en Francia, donde el delito de blasfemia no existe.
La línea anticlerical fue marca de la casa desde su fundación en 1970, si bien con el tiempo sus caricaturistas fueron burlándose de todo y de todos, hasta el punto de que las denuncias por difamación de la Iglesia, empresarios, ministros y famosos obligaron a cerrar la publicación durante 11 años, entre 1981 y 1992.
En el atentado de 2015, Charlie Hebdo perdió a varias de sus mejores firmas y algunos otros de los que sobrevivieron se marcharon poco después, traumatizados. Fue el caso de Luz, pilar de la redacción y autor de la caricatura de Mahoma proclamando "Todo está perdonado", del primer número posatentado, del que se vendieron casi 8 millones de ejemplares.
"Cada vez que cerramos un número es una tortura porque los demás ya no están ahí"
.Pasar noches sin dormir invocando a los desaparecidos, preguntándome qué habrían hecho Charb, Cabu, Honoré, Tignous es extenuante", confió Luz al diario Libération. Desde entonces, el dibujante se dedica a los cómics y entre sus publicaciones destaca Catarsis, donde cuenta cómo se recuperó del atentado, del que escapó por poco.
También se fue Patrick Pelloux por la necesidad de "pasar página". Se quedó el periodista Philippe Lançon, cuyo libro Le Lambeau, en el que narra cómo vivió el atentado y el doloroso proceso de reconstrucción facial al que se sometió tras resultar gravemente herido, se llevó varias de las recompensas literarias más prestigiosas de Francia.
A la cabeza de la redacción está Riss (Laurent Sourisseau), caricaturista del semanario desde hace casi 30 años. Sucedió a Charb tras su muerte en el atentado – él resultó herido en el hombro – y llevó a cabo la renovación de la redacción con la llegada de nuevos periodistas.
"Hoy en día, lo políticamente correcto nos impone una ortografía acorde con el género, nos desaconseja emplear palabras supuestamente incómodas", fustiga Riss, arremetiendo contra los "nuevos censores" que "se creen los reyes del mundo detrás del teclado de su teléfono".
"Las llamas del infierno de antaño dieron paso a los tuits delatores de ahora", agrega.
En cuanto a las ventas, el atentado revirtió un periodo financieramente difícil. De unos 20.000 ejemplares semanales vendidos en kiosko y de unos 10.000 suscriptores, Charlie Hebdo, que vive sin publicidad ni subvenciones, se benefició de una ola de solidaridad que le llevó a sumar 240.000 suscriptores en febrero de 2015.
Más adelante, las cifras se estabilizaron y actualmente se venden cada semana unos 25.000 ejemplares, además de unas 30.000 suscripciones. Su volumen de negocios pasó de 5 millones de euros (5,9 millones de dólares al cambio actual) en 2014 a más de 8 millones el año pasado (9,4 millones de dólares).
Después del atentado, el semanario se convirtió en el primer medio francés en adoptar el estatuto de empresa solidaria de prensa, por lo que se comprometió a reinvertir el 70% de sus beneficios anuales y el resto para autofinanciarse.
El año pasado, Riss, que posee dos tercios del capital de Charlie Hebdo, cedió algunas partes a tres miembros de la redacción, con vistas a preparar un futuro relevo generacional al frente de la publicación.
Charlie Hebdo se ríe del coronavirus
El semanario satírico francés Charlie Hebdo es conocido por la acidez con la que suele abordar los temas de actualidad. “Se mete con todo y con todos”, “No perdona nada ni a nadie”, son las frases con las que rápidamente se lo describe
. Es un semanario que se autoproclama de izquierda, satírico y laico al punto de “unir” credos: enoja por igual a musulmanes, judíos y católicos.
El semanario sigue satirizando todo lo que se le cruza por el camino: ahora y desde hace seis números, el coronavirus, la pandemia y la política francesa.
La primera portada dedicada al coronavirus es del 4 de marzo, antes de declararse la pandemia, el cierre de fronteras y el pánico generalizado. Dice “Manténgase alejado del virus con el barbijo de…” y el nombre se completa con personajes franceses como el polémico escritor Michel Houellebecq o la exministra francesa de salud Agnès Buzyn. Como si la sola mención de estas figuras bastara para espantar la peor de las pestes.
Algunas caricaturas son muy irreverentes, y muestras la desazón colectiva frente a un virus que ha sido objeto de todas las conjeturas y análisis, pero ahora se humaniza desde la mirada del amor, es la magia irreverente de Charlie Hedbo
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