La economía china fue la única entre los países grandes del mundo que no se encogió en ese fatídico 2020. La hazaña es grande y consiste en que su PIB alcanzó a crecer, en el último trimestre del año que feneció, en niveles superiores a los que mostraba antes de la pandemia.
Beatriz de Majo/El Político
¿Quiere esto significar que el gigante de Asia se encuentra en una vía segura hacia su recuperación?. Cualquier futurólogo dirá que es temprano aun para una afirmación de esta naturaleza, pero lo que sí es claro es que, visto retrospectivamente, haber tomado medidas de corrección drásticas desde el inicio de la crisis facilitó un reacomodo de sus variables.
De esta manera lo analiza The Economist de esta semana, basándose en estudios realizados por la Reserva Federal y secundados por investigaciones de MIT sobre pandemias anteriores, que consiguen determinar los beneficios de una intervención central temprana para la salvaguarda del comportamiento económico.
El 6,5% de expansión ya certificado durante el cuarto trimestre de 2020 provoca entusiasmo, pero el comportamiento de su PIB en año entero retrotrae a China, sin embargo, a los niveles de crecimiento que tuvieron casi medio siglo atrás: 2,5%. No es pues para cantar victoria de voz en cuello.
Lo que resulta significativo comparativamente es la forma que revistió la intervención que favoreció lo industrial por encima de todo y que orientó la producción hacia áreas específicas.
Este sector jalonó al resto de la economía en buena parte por su vocación exportadora. Su balanza comercial con el exterior lo reflejó de inmediato: 27% más alta que la del año 2019: 535 billones de dólares!.
Sin embargo la tarea aún no está hecha por el lado del consumo interno que se desplomó el año 2020 dado el previsivo temperamento de la sociedad: mientras la producción industrial creció 2,8% en el año, las ventas al detal se despeñaron un 3,9%.
Los gurús económicos en Pekín están teniendo que reformular el modelo de crecimiento que habían ya abrazado en 2018, cuando anunciaron que su expansión vendría liderada por el consumo interno y los servicios durante los próximos 10 años.
La tarea será titánica ya que deberán hacer un esfuerzo orientado hacia el cambio de conductas en los mayores de 60 años, un grupo etario que representará 22% de la población para el año 2027. Deberán concentrase en el diseño de servicios para este segmento mientras orientan, por igual, los patrones de consumo de la clase media que para ese mismo año comprenderán al 65% de los hogares.
Este reto incluye a 150 millones de ciudadanos de la Generacion Z – compuesta por 550 millones de chinos responsables por el vertiginoso aumento de la conectividad y del comercio digital – que migrarán antes de 2025 de la escuela o las universidades a la fuerza de trabajo.
Así pues, para que China pueda asegurar que está sobre sus pies de nuevo luego de las turbulencias del año 2020, los acomodos estratégicos que deberá hacer para combatir la desigualdad, estimular al empleo y promover mejores ingresos habrán de ser creativos y colosales.
Y, por último, mientras la pandemia aún sigue amenazando a China al igual que al resto del planeta, tampoco podrán quitarle el ojo de encima a las políticas de reclusión forzada y de restricción de movimientos que dieron tan buenos resultados durante el año pasado.
En ese terreno, hay que decirlo, están mejor ubicados que cualquier otro país donde el autoritarismo no es la regla.