El hermano zorro llegó a Santiago, las hermanas gaviotas descansan en las playas de Lima, los hermanos perros buscan comida en Nueva York, y hasta los pavos reales camina por las calles de Africa y hasta una rata se atreve a pasear por una acera. San Francisco de Asís estaría muy felísi pudiese ver el mundo por un agujero. Los únicos encerrados son los humanos, dirán los animales que seadentranen las ciudades vacías.
El Político
Los centros urbanos vacíos y la reducción de la contaminación por el coronavirus provocan que todo tipo de animales campeen a sus anchas por las grandes urbes, mientras las personas se quedan en sus casas
A medida que las calles y plazas de las ciudades de todo el mundo se vacían de gente, se imponen las cuarentenas y se crean ambientes más desérticos, limpios y silenciosos, los animales salvajes irrumpen y se adentran en los centros urbanos como si exploraran nuevos ecosistemas que un día habitaron.
Las redes sociales recogen muestras de cómo la crisis del coronavirus cambia los ritmos de la vida ciudadana y actúan como un termómetro que da señales evidentes de que la fauna sale a la escena con un protagonismo que hasta ahora no tenía.
Es cierto que la fauna salvaje de la periferia de ciudades y pueblos sale de sus refugios y se siente dueña de enclaves dominados hasta ahora por el hombre.
Normalmente, todos estos animales viven en áreas limítrofes, en enclaves no frecuentados por el hombre o en espacios ocultos. De alguna manera, son como fantasmas, que ahora sí se dejan ver.
Razones de las apariciones
Los zoólogos de la Universidad de Massachusetts estudiarán el grado de audacia y agresividad con que puedan actuar los coyotes y los zorros en las ciudades estadounidenses.
El naturalista español Joaquim Araujo sostiene que asistimos a una "recolonización de los espacios urbanos por especies silvestres". Es una paradoja. Los animales, que estaban confinados por infraestructuras que cuartean sus espacios naturales y les imponen restricciones en el movimiento, salen de su aislamiento.
Al resultar confinados los seres humanos, se produce una liberación de esa fauna salvaje, señala Araujo.
"Nosotros somos ahora los que estamos atemorizados, y nos encerramos; y con nuestro miedo lo que hacemos es liberar a quienes nos tenían miedo".
Araujo explica que la actual situación demuestra que cuando se frena la presión urbana (tráfico, ruidos, etc.), "la naturaleza vuelve a demostrar que tiene una gran capacidad de reacción, tanto para lo malo como para lo bueno".
En esta colonización llevan la delantera las especies- rendija que aprovechan cualquier oportunidad para ganar espacios. Este es el comportamiento que muestran los arácnidos y los dípteros (los insectos voladores), que saben todos esos resquicios.
Pero en ocasiones también los grandes carnívoros encuentran su oportunidad. De ahí que los leopardos empiezan a mostrarse confortables en las ciudades indias y los zorros se adentran en Londres (hay más de 1.000), dice Araujo.
"Los vertebrados, ante este paisaje urbano sosegado, amplían su territorio en busca de comida", dice Antoni Alarcón, director del zoo de Barcelona, España.
"Cuando en el mundo rural se abandonan los cultivos agrícolas, se produce una invasión del bosque y se recuperan especies antiguas. Salvando las distancias, algo parecido ocurre en pueblos y ciudades ahora".
El español Theo Oberhuber, naturalista de Ecologistas en Acción, cree que aún es pronto para concluir si se dan cambios reales en el comportamiento de la fauna.
Oberhuber sostiene que “muchos de los fenómenos de acercamiento de la fauna a las ciudades ya se habían constatado con anterioridad. Nos puede sorprender la presencia de aves; pero ya estaban ahí”.
"Lo que ocurre es que la gente tiene ahora más tiempo para ver las aves desde la ventanas; salimos más al balcón. Detectamos cosas que ante pasaban inadvertidas”, dice antes de recordar que el cielo a veces es atravesado por milanos, cernícalos o halcones.
Componentes decisivos
Una atmósfera más limpia, unida a una menor contaminación acústica son otros componentes decisivos.
"El ruido es nuestro estandarte de civilización: el ruido de los motores, el de la velocidad, el de nuestras máquinas y comodidades. Si disminuye, es como si se hubieran abatido nuestra señas de identidad", dice Araujo. Y los animales lo saben.
En realidad, todo se resume de forma fácil en la frase "la vida se abre camino". Es una de las sentencias más conocidas de la película Parque Jurásico, de Steven Spielberg, 1993. La naturaleza se impone en ocasiones en las situaciones más adversas.
Los expertos señalan como tras un cambio ecológico brusco (y ya no digamos si se trata de catástrofe destructiva), la naturaleza tiende a recuperar el terreno perdido a través de la llamada sucesión ecológica, una teoría que desarrolló, entre otros, Ramón Margalef, y que estudia cómo animales y plantas van ocupando esos espacios en una carrera de colonización.
En esta sucesión se ha constatado, por ejemplo que en los ecosistemas de Cataluña, primero nacen las pequeñas hierbas, luego los pinos (que se reproducen a los 15 años) y luego las encinas (40 años), hasta conformar ecosistemas estables maduros.
Las personas que han visitado enclaves que han sido pasto de la destrucción (un bombardeo, un abandono repentino como el que se dio en Chernobyl) expresan la fascinación que produce la escenografía lúgubre y desolada que envuelve el lugar; pero aún les llama más la atención la mágica vitalidad con que se abre paso la naturaleza entre ruinas.
Por ejemplo, tras desaparecer los humanos de la ciudad balneario de Varosha, en Chipre (que huyeron despavoridos tras la guerra greco chipriota de 1974), lo que más extrañó a los visitantes que se adentraron en ella al cabo de unos años no fueron las llaves petrificadas en el mostrador del viejo hotel, las tazas de café turco lamidas por los ratones o la ropa deshilachada aún en los tendederos, sino la irrupción de árboles, plantas y animales, y sobre todo, la fuerza de las flores para hacer pedazos el asfalto.
El escritor estadounidense Alan Weisman explica ese paisaje en "El mundo sin nosotros": "Las acacias brotaban en plena calle, las exuberantes plantas ornamentales se encaramaban por todas partes, y las diminutas semillas de ciclamen infiltradas en las grietas del asfalto habían levantado losas enteras de cemento de la ciudad abandonada. Las casas desaparecen bajo montones de buganvillas de color magenta, mientras que los lagartos y las serpientes látigo se mueven entre chumberas y hierbas de dos metros".
La presencia salvaje
Así pues, a medida que los residentes de ciudades enteras se recluyen en sus casas por la pandemia de coronavirus, nuevos paseantes toman las calles vacías de ciudades en las que su presencia habría sido impensable hace sólo unas semanas.
Se trata de distintas especies de animales que habitan la periferia de estos grandes núcleos urbanos y que ahora, al desaparecer el bullicio del tráfico y la actividad humana se atreven a adentrarse en ellas en búsqueda de comida.
Por ejemplo, en los últimos días han podido verse jabalíes merodeando por algunas de las avenidas principales de Barcelona; cabras en Albacete e incluso un oso pardo en Asturias, España.
En Cerdeña, Italia, los empleados del puerto han tenido la extraña suerte de ver y grabar delfines del adriático nadando dentro de sus aguas. En Nara, Japón, los ciervos que habitan el parque natural cercano también se han acercado en manada a sus calles.
Incluso, en San Francisco, Estados Unidos. algunos usuarios de redes sociales aseguran haber divisado a los coyotes, que viven en las áreas verdes de la periferia, recorriendo las calles.
Mientras que en Londres, los zorros se dejan ver de día y de noche.
Los animales salen de los parques
Además de estas especies, que proceden principalmente del exterior de las ciudades, algunos que ya las habitaban han aprovechado la súbita calma para salir de sus hábitats habituales a explorar y se han dejado ver fuera de los lugares típicos.
Así, por ejemplo, durante la primera semana del estado de alarma en España los pavos reales y patos de algunos parques de Madrid han salido del espacio verde hacia las calles vecinas; y en Venecia, Italia, los cisnes se han dejado ver y fotografiar, mientras las aguas de los canales se vuelven más transparentes gracias al descenso del movimiento y la contaminación y revelan un enorme número de peces.
Las peleas por alimentos
Sin embargo, no para todos los animales es una buena noticia la cuarentena. Aquellos que sí estaban acostumbrados a convivir con los humanos, y que recibían comida están pasando un momento difícil al dejar de ser alimentados. En España, este es el caso de palomas, gaviotas o gatos ferales. Tanto es así que algunos han mostrado conductas desesperadas en su búsqueda de alimento. En Tailandia, multitudes de monos se pelean violentamente en mitad de las calles por unas pocas frutas.
A pesar de todo, varios expertos han explicado que no es probable que estas especies permanezcan una vez que retorne la normalidad a las urbes. En su lugar, se reajustarán a la presencia humana y volverán a retirarse hacia las zonas en las que viven normalmente.
Aparecen en varios países
En una localidad de Galés se vio cómo un rebaño de cabras irrumpía en sus calles, paseando tranquilamente entre gasolineras, aceras, semáforos, casas e iglesias.
Venecia ha experimentado un repentino cambio de color en sus aguas por la ausencia de góndolas moviéndose sobre ellas. De un horrendo gris-marrón vinculado a la suciedad han pasado a un azul turquesa. Además, también han sido asaltadas por peces que hacía años no aparecían.
En Santiago de Chile, un puma campeó a sus anchas por las calles, y tras ser capturado y examinado, lo regresaron a su hábitat.
En Venezuela, en el lago de Maracaibo, estado Zulia, reaparecieron los delfines; y en parque nacional Mochima, estado Anzoátegui, las ballenas jorobadas.
Recomendaciones
Evitar el contacto físico con estos animales. No manipularnos ni capturarlos; no darles ningún tipo de alimento; no arrojarles objetos que puedan causarles lesiones; e informar a las autoridades locales sobre la presencia de estos animales.
(Con información de Clarín, El Mundo)