Cuando nació la pandemia del nuevo coronavirus muchos países, entre los que se incluyen grandes potencias como Estados Unidos, demostraron no estar preparados para lo que se avecinaba. Con la nueva variante ómicron, es otro ensayo para una próxima pandemia.
El Político
Muchas vidas de las casi 800 mil muertes que ha reportado Estados Unidos por COVID-19 se habrían podido salvar si esta potencia hubiera estado preparada.
Cuando ómicron llegó, se activaron muchos de los protocolos que al momento de iniciar la pandemia se hicieron:
Se hicieron secretas conferencias secretas entre expertos, luego sombrías conferencia de prensa alertando. Tras esos las autoridades impusieron prohibiciones de viaje, que probablemente llegaron demasiado tarde.
"Tuvimos un retraso de uno o dos meses antes de poder identificar la presencia del virus", dijo el Dr. Charles Chiu, especialista en enfermedades infecciosas y microbiólogo de la Universidad de California en San Francisco.
"Y para entonces, ya había circulado ampliamente entre múltiples estados y de costa a costa".
Por esto, reporta Clarín que ómicron es también un ensayo general para la próxima pandemia.
El trabajo que tenemos ante nosotros -detectar, rastrear y frenar la propagación de una amenaza sanitaria que no comprendemos del todo- es el mismo que será necesario para detener un futuro brote.
La analogía no es perfecta.
Cuando llegó ómicron, los científicos ya habían desarrollado vacunas y tratamientos para el virus y estaban en alerta máxima ante nuevas variantes.
La próxima pandemia puede llegar con menos advertencia.
"Sabemos que hay patógenos peores que el SARS-CoV-2 que están emergiendo y reemergiendo y esperando su momento para despegar", dijo Rick Bright, director general del Instituto de Prevención de Pandemias de la Fundación Rockefeller.
La aparición de Ómicron es una oportunidad para hacer balance tanto de los avances que hemos conseguido como de los aspectos en los que todavía nos quedamos cortos.
También es una llamada a la acción:
Cualquier progreso que hayamos hecho no es suficiente.
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En cualquier otro contexto, no habría sido nada destacable:
El 28 de noviembre, un residente de San Francisco que se había sentido ligeramente enfermo se hizo una prueba de COVID.
Al día siguiente, el resultado fue positivo.
Sin embargo, lo que hizo saltar las alarmas fue que el residente había regresado recientemente de Sudáfrica, donde la variante ómicron recién descubierta estaba muy extendida.
La muestra del viajero fue seleccionada para la secuenciación genómica prioritaria, que revelaría el código genético exacto del virus que había infectado al viajero y si tenía las mutaciones reveladoras de omicron.
Chiu, el microbiólogo de la UCSF, fue el encargado de realizar la secuenciación. A las 6 de la tarde del 30 de noviembre, apenas unas horas después de que Chiu se enterara de la existencia de la muestra, ésta fue entregada en mano en su laboratorio, embalada en hielo seco.
Chiu y sus colegas se pusieron rápidamente a trabajar.
Aunque la generación de la secuencia completa lleva horas, los científicos optaron por utilizar una técnica conocida como secuenciación por nanoporos, que les permitió analizar los resultados en tiempo real, mientras el proceso seguía su curso.
"A medida que se acumulaban los datos, éramos capaces de identificar más y más mutaciones", recuerda Chiu.