“O como o lavo la ropa”. Ante esa disyuntiva se encuentra Diosdada Pereira una viuda de 75 años, clase media, jubilada de la administración pública cuando va al supermercado. Pero ella no es la única. Millones de venezolanos hacen malabares para llegar al menos a dos comidas diarias y cubrir sus necesidades básicas ante la pauperización de sus vidas a causa de la hiperinflación, la peor consecuencia de la crisis socioeconómica.
Por Aymara Lorenzo / Infobae
“El dinero no me alcanza para muchas cosas. La carne es incomparable, el pollo ya está en algunas partes en un millón 300 mil bolívares el kilo (el equivalente a $1.52 dólares a tasa de mercado negro). Todo está caro, el jabón ni se diga. La semana pasada estaba en dos millones cincuenta mil bolívares, casi que me da una crisis (soponcio) cuando lo vi en ese precio. Había cobrado la pensión y tuve que llamar a mi hijo para que me completara para poder comprarlo”, dice la mujer, angustiada.
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— El Político (@elpoliticonews) May 13, 2018
Con el dinero que recibe por las dos pensiones ella ni siquiera llega al salario mínimo. Después de haber trabajado toda su vida lo que recibe Diosdada de pensión no le alcanza ni para una pasta de dientes.
“Por la pensión de mi esposo, como sobreviviente, me pagan cuatroscientos mil bolívares al mes ($0.47 dólares) y por la mía me dan quinientos mil ($0.58 dólares). Como te digo o, una cosa, compro pan o compro jabón para lavar. Las verduras son incomparables. Por un plátano te cobran doscientos mil, con ese poco de ceros estoy confundida”, añade.
Como el dinero no le alcanza Diosdada ha tenido que modificar su alimentación. “Ya casi no puedo comprar queso, ahora compro a la semana 200 gramos y lo como de a poquito para que me rinda, ni siquiera puedo ponerle mantequilla porque es muy cara. En la mañana me tomo una avena o un café con pan tostado. A mediodía como, y como bien. Hago dos comidas buenas en el día para que no se me acabe tan rápido la comida”.
Aunque no es chavista, admite que observó que la situación comenzó a empeorar después de la muerte de Hugo Chávez. “Antes había medicinas, comida en los supermercados y uno compraba lo que quería. Aquel resolvía, este, Maduro, no resuelve nada lo que hace es empeorar todo cada día. La situación está tan grave en Venezuela que ya no podemos ni votar porque hasta los votos nos los roban. ¿Qué hacemos si ellos siempre van a ganar?”.
Diosdada, que vive en el este de Caracas, una zona que en el pasado era de alto poder adquisitivo sale del automercado que se encuentra surtido de mercancía, pero no la que conforma la dieta básica del venezolano, con tres productos en la mano, por los que pagó cuatro millones y medio de bolívares ($5.29 dólares) que además debe llevar sin bolsa porque por cada una le cobrar mil bolívares.
El 30 de abril el presidente Nicolás Maduro ordenó de forma unilateral, sin consultarlo con el sector empresarial ni con los trabajadores, como lo contemplan los convenios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) un nuevo aumento salarial, el tercero en lo que va de 2018, con lo que un trabajador que devenga sueldo mínimo pasó a recibir mensualmente por el salario y el bono de alimentación Bs. 2.555.500,00 bolívares mensuales ($3.00 dólares a tasa de mercado negro).
Una bolsa de cinco kilos de jabón para lavar ropa cuesta el equivalente a dos veces y media el salario mínimo de un venezolano. El del litro de aceite de maíz incrementó su costo en cinco días en un 64%. Según la comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional la inflación del mes de abril fue de 80,1%. La acumulada entre enero y abril de 2018 fue de 897% y la anualizada de abril de 2017 a abril de 2018 fue de 13.779%
Para el economista Asdrúbal Oliveros el aumento de salario se diluye como sal en el agua sin medidas que frenen la hiperinflación. “El aumento de salario en Venezuela la gente lo necesita, es necesario. Sin embargo, sin medidas que ataquen el problema de la hiperinflación no se va a resolver nada y ese aumento, de alguna manera, se va a disolver y lo que va a generar es un incremento mucho más agresivo en los precios, por lo que las gente va a tener pérdida del poder adquisitivo. Porque los precios van a crecer mucho más rápido de lo que crecen sus sueldos”. ?
María Eugenia García, de 62 años, coloca en cuentas su realidad. “El kilo de carne cuesta casi cuatro millones de bolívares. Con mi jubilación ni siquiera puedo pagar medio. Para mí un helado se convirtió en un artículo de lujo, un gusto que no puedo darme, porque un pote de helado de tres raciones cuesta un millón de bolívares, es decir casi la mitad de un salario mínimo. Ya no puedo comprar galletas, mermelada y menos mantequilla”.
Algunos venezolanos clase media como ella, que pueden tener algo de dinero en la cuenta bancaria prefieren gastarlo en comida que saben que al día siguiente va a aumentar. “Yo tuve la suerte de hacer un mercado de carne cuando estaba en un millón cuatroscientos el kilo (equivalente a $1.6 dólares), hace dos semanas, porque ya esta semana cuesta cuatro millones ($4.70 dólares). ¿Podré volver a hacer un mercado de carne? Lo dudo”, dice, para luego agregar que se siente agobiada. “Eso me tiene con la tensión alta, no me deja dormir pensando que en algún momento no voy a tener para comer, porque no es solo comer también es pagar la luz, el teléfono, la gasolina. En este momento no sé cuánto tendría que tener de ingreso para poder vivir mensualmente”.
La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de la Población Venezolana (ENCOVI), proyecto que adelantan varias universidades públicas reseña de 2014 refleja que en 2017 solo el 39,9% de los hogares compra carne semanalmente, y 79,8% de los venezolanos afirma que ha comido menos porque no había suficiente comida en el hogar. El 64,3% de los venezolanos perdió alrededor de 8 kilos de peso.
El empobrecimiento no se refleja en el día a día del ciudadano solamente. También el aparato productivo, ese que es objetivo de transformación (destrucción) según el Plan de la Patria, sufre los estragos del empobrecimiento y la devaluación.
El primer vicepresidente de Fedecámaras, Ricardo Cusanno explica que “el proceso de destrucción del aparato productivo, sin duda alguna se incrementa. Esta mortandad se acelera pero no podemos saber en qué magnitud, lo que es cierto, que de continuar estas políticas basadas en el Plan de la Patria no veremos ningún tipo de resultado distinto a los que hemos visto en los últimos 18 años, que es la caída del producto interno bruto y sobre todo, la pérdida de empleos sustentables y decentes”.
Según proyecciones del Fondo Monetario Internacional para 2018 en Venezuela la tasa de desempleo rondará por el 33,3%. Para una persona que ha vivido más de la mitad de su vida en el chavismo, como María Alejandra Bausson, arquitecto de 30 años las expectativas de tener calidad
de vida no existen.
“La mitad de mi ingreso mensual se va en la perrarina para mi perro y la otra mitad es para medio comer, porque ya no compro la misma cantidad de proteínas. Hemos sustituido la carne y el pollo por arroz con huevo. Y en mi caso debo además tener dinero para comprar medicinas, porque sufro de la tiroides y debo tomar Eutyrox a diario y la caja cuesta casi cuatro millones de bolívares (equivalente a $4.70)”.
Mientras día a día empeora la vida de los venezolanos el presidente Nicolás Maduro continúa en campaña para unas elecciones calificadas como una “farsa electoral” por el Frente Amplio Venezuela Libre (una renovación ampliada de la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática).
Como si fuera un candidato opositor, durante un mitin el jueves 10 de mayo, el mismo día que el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela en el exilio envió los oficios para su detención, Maduro pidió el voto para su triunfo electoral con una promesa falaz. “Tenemos que ganar para cambiar todo lo que está mal”.