A los principales líderes del Partido Republicano de EEUU, Venezuela, y los venezolanos, sólo les interesan en función de sus particulares fines de autopromoción de cara a las presidenciales de 2024.
El Político
Así lo señala un trabajo de AlNavío que agrega que "por un lado condenan las tiranías de Venezuela, Cuba y Nicaragua, mientras amargamente acusan a la Administración de Joe Biden debilidad ante las mismas".
Pero por el otro lado usan sin ningún tipo de escrúpulos a los inmigrantes, que se suponen huyen de esas tiranías, como armas arrojadizas contra el inquilino de la Casa Blanca, reportó AlNavio.
Esa fue la táctica que le resultó sumamente eficaz a Donald Trump para abrirse paso entre una docena de precandidatos republicanos en 2016, y es la misma que ahora usan sus émulos, los gobernadores Greg Abbot y Ron DeSantis, de Texas y Florida respectivamente.
Hasta el senador de este último estado, Marco Rubio, siempre tan pendiente de usar el tema venezolano para destacarse en Washington, se ha alineado discretamente con ese discurso porque también tiene su mirada puesta en la nominación presidencial republicana.
El caso de los venezolanos
La evidente contradicción es lo de menos. Resolver el problema, la crisis migratoria de la frontera del Río Grande, tampoco.
Lo importante es salir en los noticieros de las cadenas de televisión estadounidenses de costa a costa y tener un buen movimiento de sus nombres e imágenes en las redes sociales explotando el temor del votante medio con la inmigración descontrolada.
Una perversa tendencia electoral que desde hace tiempo recorre las democracias occidentales. Alentar el miedo da votos.
El gobernador DeSantis alegó que el envío dos aviones de migrantes desde Florida a Martha’s Vineyard en Massachusetts pretendía resaltar la difícil situación que enfrentan las ciudades fronterizas de Estados Unidos “que se han visto abrumadas por inmigrantes ilegales”.
Abbott, por su parte, feroz crítico de la política inmigratoria de Biden, afirmó que: “solo Texas y Arizona eran los que soportaban la peor parte de todo el caos y los problemas que conlleva (…) Ahora, el resto de Estados Unidos puede entender exactamente lo que está pasando”.
Sin embargo, republicanos y demócratas llevan décadas sin ponerse de acuerdo en el Congreso en una política bipartidista que aborde eficazmente el tema. Pareciera que resulta más ventajoso explotar electoralmente el problema que resolverlo.
El Partido Republicano no era así
No es que sirva de consuelo pero esa no es una cuestión nueva en Estados Unidos. En siglo XIX un partido político anti-inmigrantes que alcanzó cierto éxito nacional explotando los mismos temores de nuestros días.
Lo curioso es que el tradicional Partido Republicano no era así. Los dos últimos presidentes republicanos del siglo XX no tuvieron un discurso anti-inmigración, todo lo contrario.
En abril de 1980 Ronald Reagan y George Bush padre participaron en un debate en medio de la disputa por la nominación presidencial republicana de ese año.
Ante una pregunta sobre la situación de los inmigrantes indocumentados que ingresaban por la frontera sur las respuestas de los dos fueron muy distintas a las que dan sus supuestos correligionarios hoy.
En aquella oportunidad un miembro de la audiencia les formuló una interrogante sobre una ley que había desatado una de las polémicas de la época:
“¿Creen que se debería permitir que los hijos de los inmigrantes indocumentados fueran a las escuelas públicas de Texas de forma gratuita o creen que sus padres deberían pagar por su educación?”.
Las medidas de Reagan
La respuesta de Bush fue: “El país necesita una solución completa al problema de la inmigración ilegal (…) estamos creando una sociedad de personas honorables, decentes, que violan la ley (…)
Yo no quiero ver niños de seis u ocho años sin educar que sientan que viven fuera de la ley. Resolvamos el problema fundamental porque esas personas son buenas personas y personas fuertes. Parte de mi familia es mexicana”.
En su turno Reagan ni siquiera se refirió a esa ley de Texas sino a la relación de Estados Unidos con México: “Es hora de entender a nuestros vecinos, sobre todo a nuestro vecino del sur (…) ¿Por qué no hacemos algo para reconocer nuestros problemas comunes y hacemos lo posible para que ellos vengan aquí de forma legal con un permiso de trabajo? Así, mientras trabajan aquí y ganan aquí su salario, ellos pagarán impuestos aquí. Y cuando quieran volver, volverán a su país”.
Consecuente con su posición en 1986 Reagan firmó una amnistía que otorgó la residencia a casi 3 millones de inmigrantes que se encontraban en ese país sin papeles.
Lamentablemente esa medida, que pudo ser el inicio de un arreglo práctico que le permitiera a centenares de miles de latinoamericanos ir como trabajadores temporales a Estados Unidos, no tuvo continuidad.
Una advertencia para Venezuela y los venezolanos
Cuatro décadas después tenemos a un grupo de políticos que ensalzan el legado de esos presidentes, pero que en este tema en concreto hacen y dicen todo lo contrario. Parte del envenenamiento que se ha ido apoderando de la política estadounidense.
Cada quien dice o hace la mayor barbaridad con tal de ganarse la atención del público. En 2016 Trump ofreció construir un muro en la frontera con México.
Hace unos días fue un gobernador mandando un bus con venezolanos a la casa de la vicepresidenta. Que se hable bien o que se hable mal, pero que se hable de uno, es el consejo de los estrategas electorales.
Como presidente Trump agitó el tema de Venezuela para asegurarse los votos de la Florida, pero nunca tuvo la intención de hacer más de lo que hizo.
Y podemos estar seguros de que si regresara a la Casa Blanca llegaría a un acuerdo pragmático con Nicolás Maduro, siempre y cuando éste deje que las compañías petroleras estadounidenses (que hacen lobby detrás de cada político republicano importante) sean bien tratadas en Venezuela.
Esto debería ser otra advertencia para Venezuela y para los venezolanos sobre la imprudencia de atar el destino nacional a los intereses particulares de los políticos de otra nación por más importante y poderosa que pueda ser. Aunque sea la primera democracia del mundo.