Para los habitantes de las favelas de Río de Janeiro, que tienen una elevadísima densidad de población y en donde una residencia es compartida entre cuatro y cinco personas de media, es totalmente imposible huir de las aglomeraciones aunque sean la principal recomendación para evitar los contagios por COVID-19.
El Político
Este martes la primera muerte por coronavirus en el estado brasileño de Sao Paulo, el más poblado del país y afectado por la enfermedad, donde se están investigando otros cuatro decesos que podrían haber sido causados por el COVID-19, informó este martes el Gobierno regional.
El hombre, que no tenía histórico de viajes al exterior y por tanto se trata de una transmisión comunitaria del virus, falleció en un hospital privado de Sao Paulo.
La Gobernación de Sao Paulo estima que el brote de coronavirus deberá durar "cuatro o cinco meses" en la región y señaló que las medidas restrictivas se extenderán "por el tiempo que sea necesario" para contener el avance del COVID-19.
En la ciudad de Sao Paulo, la mayor del país y que cuenta con unos 12 millones de habitantes, el alcalde Bruno Covas declaró estado de emergencia y decretó una serie de medidas adicionales para contener la expansión del coronavirus.
Las Favelas
El 22,03 % de los 6,3 millones de habitantes de Río vive en favelas. Es decir, 1,4 millones de personas residen en este tipo de asentamientos irregulares, convirtiendo a la ciudad carioca en la urbe con más barriadas de este tipo en el país, por encima incluso de Sao Paulo -1,28 millones de personas en 1.020 favelas-, según los datos del último Censo.
Por eso, la situación de las barriadas pobres de la ciudad más emblemática de Brasil se ha convertido en uno de los mayores desafíos para sus autoridades sanitarias a la hora de definir políticas que reduzcan el impacto de la pandemia.
Pero el temor obedece no sólo a las grandes aglomeraciones que suponen las favelas, sino también a un diezmado sistema sanitario afectado en los últimos años por grandes problemas financieros.
Desde que el estado de Río de Janeiro se declarase en bancarrota en 2016, poco antes de organizar los Juegos Olímpicos, la red de salud ha ido mermando. Mientras que en 2014 los hospitales regionales y municipales contaban con 7.652 camas, ese número cayó hasta 6.486 el año pasado.
Río tuvo que cerrar varios centros de atención médica y hospitalarios acusado por las deudas, y prácticamente desmontó su sistema de salud, haciendo así de la ciudad una de las más vulnerables al coronavirus en Brasil.