La gestión política y administrativa del secretario General de la OEA, Albert Ramdin, ya merece fuertes críticas internas por su débil postura frente a la dictadura de Venezuela, la decisión de nombrar como su jefe de Gabinete a un diplomático de Bahamas investigado por corrupción y la predisposición a gastar escasos fondos públicos en la remodelación de sus oficinas personales.
Ramdin llegó al cargo apoyado por el bloque del Caribe, la adhesión de Brasil, México y Colombia, y la anuencia de Estados Unidos, que explicitó su voluntad de lograr que la OEA se transforme en un organismo crítico de las dictaduras regionales y muy eficiente en el gasto de los millones de dólares que aporta la Casa Blanca.
A diez semanas de su asunción como secretario General, Ramdin ya protagoniza una tensión permanente con Estados Unidos, mientras que Brasil, México y Colombia han tomado prudente distancia.
Durante la Asamblea de la OEA en Antigua, el subsecretario de Estado, Chris Landau, fijó la posición de la administración Trump sobre el papel que debería asumir el foro regional respecto a Venezuela, tras el fraude electoral cometido por Nicolás Maduro contra la oposición liderada por Edmundo González Urrutia y Carina Corina Machado.
“El año pasado, el mundo entero fue testigo de una elección robada descaradamente en Venezuela. La oposición no solo ganó abrumadoramente, sino que tenía las pruebas para demostrarlo: las “actas”. El régimen ni siquiera se molestó en disputar seriamente la validez de las “actas” o el fraude electoral. En respuesta a ese descarado fraude electoral, ¿qué ha hecho esta organización? Por lo que podemos ver, nada sustancial", describió Landau.
En este contexto, Ramdin asumió que Estados Unidos planteaba poner en primera fila a la OEA ante las sistemáticas violaciones a los derechos humanos cometidos por Maduro.
Y se comprometió como secretario General a ejecutar una agenda regional que permita iniciar una transición democrática en Venezuela.