La teocracia o los líderes religiosos políticos de Irán continúan con su plan: el escalamiento de las tensiones. Siete días atrás dio un paso audaz. Fue cuando drones y misiles impactaron contra refinerías en Abqaiq y Khurais, Arabia Saudita provocando una crisis de proporciones en el sector petrolero. Los hutíes de Yemen se atribuyeron el atentado de inmediato. Sin embargo, no poseen ni la capacidad militar ni la independencia política suficiente para semejante misión. Fue un operativo "revolucionario", reseñó Infobae.
El Político
Suponer que los rebeldes chiítas, que responden a Teherán, poseen suficiente albedrío como para actuar y desestabilizar la región por completo es, cuanto menos, ingenuo. Las agresiones que despachan contra Riad son patrocinadas invariablemente por el régimen de los mullah. Son sus soldados, asegura el reportero Laurano Pérez Izquierdo.
No es el único centro de misiones bajo su órbita. Poseen este tipo de servicios desparramados por toda la región: Irak, Siria, Líbano, Afganistán, Yemen. Son milicias irregulares con las cuales puede hacer daño sin exponerse como responsables a los ojos, cándidos, del mundo. Estos combatientes son financiados y entrenados por la Guardia Revolucionaria Islámica que comanda en las sombras Qassem Soleimani, jefe de las Fuerzas Quds, una pieza clave en juego de balance de poderes internos del Ayatollah Ali Khamenei.
En su mayoría, salvo los hutíes, estos soldados sin bandera están constituidos por pakistaníes y afganos a quienes el régimen les paga muy bien, en tiempo y en forma. El salario de estos mercenarios duplica al de un médico iraní y es infinitamente superior al de un maestro o un obrero. Esto también es una fuente de indignación y protestas entre la población. El poco dinero que tiene el estado es destinado a terroristas extranjeros.
De acuerdo a un informe realizado por la Organización No Gubernamental (ONG) Foundation for Defense of Democracies (FDD) Irán destina más de 16 mil millones de dólares al año en sostener esta estructura criminal fuera de sus límites geográficos. La mayoría de ese dinero recae en Siria (15 mil millones), donde tiene bases propias y comanda alrededor de 20 mil milicianos para ayudar a la dictadura de Bashar Al Assad; 150 millones se destinan a los insurgentes en Irak; unos 800 millones para Hezbollah y 100 para Hamas y la Jihad Islámica Palestina. Una cifra promedio entre las dos últimas se dispondría para los hutíes.
A medida que el malestar crezca en las calles iraníes, las sanciones repercutirán más y más en las ya flacas cuentas públicas. Los Estados Unidos emitirán una nueva oleada de amonestaciones contra autoridades, empresas y asociados que intenten triangular operaciones con Teherán. Fue la inmediata reacción anunciada de la Casa Blanca ante el evidente golpe que el régimen dio contra su aliado histórico. Las anteriores funcionaron. Estas también lo harán. El primero de los embates fue contra el sector financiero: el Banco Central tendrá problemas para alcanzar divisas. Representa el mayor castigo que el Tesoro norteamericano impuso contra un organismo.
En tanto, el canciller teocrático Mohamad Yavad Zarif advirtió que si la coalición conformada por los países árabes y Washington emprendiera un contraataque militar contra objetivos en su país habrá una "guerra total". Nada prometió sobre medidas económicas contra su administración. Continuarán con las hostilidades en el Estrecho de Ormuz.
La próxima semana se vivirán momentos de tensión, pero en Nueva York. Será mientras se desarrolle una nueva Asamblea General de Naciones Unidas. Allí, diplomáticos del Ayatollah se cruzarán en los pasillos con países a quienes agredieron. El ministro Zarif se hará presente. Muchos ojos se posarán sobre él y sobre quiénes se le acerquen a hablar. De América Latina lo harán los delegados que Nicolás Maduro enviará a la luminosa ciudad, luego de que temiera dejar Venezuela en manos de militares leales… a causas propias. Quizás también Daniel Ortega y Evo Morales se animen a una foto con su aliado.
El ataque de Irán a Arabia Saudita generó que las conversaciones secretas que el régimen establecía con la Casa Blanca se frenaran e ingresaran en un paréntesis de tiempo indeterminado. Prevaleció la postura más radical por sobre la más política que impulsaba Hassan Rouhani, quien busca salvar algo del acuerdo nuclear. Eso sí: la opción que se impuso deberá mantener indefectiblemente el cuidado de no herir vidas norteamericanas y de que las agresiones que se conozcan no puedan ser atribuidas al gobierno chiíta de manera directa.
Por su parte, Riad sabe que quedarse de brazos cruzados esperando un posible nuevo atentado sin mostrarse firme sería suicida y evidenciaría debilidad. Seguramente dispongan en el corto plazo de una respuesta. La misma podría ser directa o camuflada: ¿recurrirá a los propios insurgentes dentro de Irán? Sería una devolución con características similares. Coincidencias en un tablero de ajedrez incierto. Tampoco debería dejarse de lado otra modalidad: la cibernética. Ya ocurrió hace pocas semanas, cuando los Estados Unidos afectó la capacidad de Teherán para atacar buques petroleros. Sobre todo: más difícil de rastrear aún.
Fuente: Infobae