En la política hay un monstruo que es imperativo destronar, y no es otro que el culto a la personalidad.
En los países de habla hispana es donde este fenómeno es más tangible y vigente, sin embargo, de unos años para acá el resto del mundo no se exime de experimentar este mal que necesitamos desterrar de la política, solo que de una forma más puntual y tímida.
Vallas con promesas cumplidas, redes sociales repletas de posados convenientes en épocas de campaña, estatuas y pare usted de contar, son las infinitas formas en que la política en su punto más populista, mediocre y chabacano se ejerce en nuestra región, una forma de hacer política que por suerte está cambiando.
Se ha preguntado alguna vez usted -en su fuero personal- ¿por qué el rostro de su alcalde, gobernador, presidente está en determinado lugar tal como marca de agua en fotografías?
Gestas innecesarias, porque no se trata de un reality show, sino de un período de gobernanza, donde usted deposita un voto de confianza en alguien, quien como servidor público que de forma autónoma aspira a ese lugar, es pagado con nuestros impuestos. Entonces ¿El narcisismo como por qué?
Pero amén de lo previamente descrito, existe en la región dentro de ese culto a la personalidad, el síndrome del héroe al que personalmente le tengo profunda aversión.
Cada tanto tiempo entre una crisis y otra, aparecen los que llamo “los héroes del pueblo”, esos que se venden como salvadores de la ciudadanía bien sea de las garras de la corrupción, o de un mal gobierno. Gente que entra en el que llamo el síndrome de Simón Bolívar, narcisismo a tope.
Unos pocos son realmente honestos en sus discursos, pero al final terminan torciéndose y acaban en lo mismo. No me lo estoy sacando de la manga, la historia inequívocamente así lo indica y relata.
El poder corroe todo lo que toca, siempre.
De toda la vida los políticos, tratando como peones a los ciudadanos, los reclutan para cual ejército ponerlos a repetir el eslogan de su campaña. En redes sociales se percibe en la actualidad, además de los trolls que son pagados específicamente para ello, se encuentran aquellos que así estés hablando de la reciente puesta del sol, viran la conversación para terminar con propaganda política de la elección que esté por darse. Es realmente enfermizo y patológico. Digno de estudio.
Se nos hizo costumbre entre los tantos gobiernos y políticos que hemos tenido en la región, que uno de estos “héroes de pueblo” hiciera la promesa (nunca cumplida) de salvar al país, la alcaldía, el estado o lo que aplique. Y justamente por los pésimos políticos y gobernanza que hemos tenido en todos y cada uno de los territorios de habla hispana, es que de forma reiterada vemos estos salvadores convertirse en globos que eventualmente se desinflan, traicionando a la ciudadanía, alimentando una cultura mesiánica que solo desvela el profundo atraso que tenemos en muchas aristas.
Preocupante como esa forma de gobernanza se exporta y propaga.
Queda una y otra vez el sentimiento de frustración de una ciudadanía que cree ciegamente en que una persona, el elegido, es quien nos va a arreglar todos los problemas. Se reitera un relato, con la misma narrativa, solo que, con diferente protagonista a lo largo de la historia, una vez, y otra vez.
Evidentemente algo no está bien aquí, y es donde se cumple aquello de que las experiencias las vivimos una y otra vez hasta que aprendemos. Mucho me temo, que este necesario e imperativo aprendizaje de no adorar gente estamos lejos de comprenderlo y aplicarlo.
Algunos dicen ser pensadores críticos, sin embargo, si les tocas a determinado político se te lanzan encima como si se tratara de que les estás matando un familiar, entonces no son tan pensadores, ni tan críticos. Ejercen el culto a la personalidad, solo que a otros políticos distintos a las masas. Mismo problema con diferente protagonista.
No se defienden políticos, por mucho que sean de su agrado, no importa cuando usted lea esto.
Para correr, primero debemos aprender a caminar. De las primeras cosas que tenemos que desterrar de nuestra mentalidad y cultura política es la idolatría con servidores públicos. No son rockstars, son trabajadores de la administración pública pagados con nuestros impuestos y están ahí por voluntad propia, son nuestros empleados por si no he sido suficientemente clara.
Realmente me cuesta entender y mucho por qué ha sido tan difícil comprender y aplicar algo tan simple en nuestros países.
La carrera contra la sensatez y el sentido común va en franco éxito y aquello de la ciudadanía crítica en proceso de acelerada extinción.
¡Hasta la próxima!