En una crónica publicada por El Nuevo Herald, se puede leer como la crisis en Venezuela ha llevado a muchos a tener que dejar el país por necesidad, algunos han tenido que llegar al extremo, como ocurre con algunas venezolanas, que han entregado su cuerpo a la prostitución, a cambio de dinero que les permita mandarle a sus familiares.
Jorge González / El Político
En la reseña se cuenta la historia de una mujer venezolana de 37 años, que ha tenido que iniciarse en la prostitución a pesar de ejercer por muchos años la enfermería en Venezuela.
Bajando por un estrecho camino de tierra se llega a un pequeño bar en una isla. Carla, de 37 años, camina ansiosamente de un lado a otro en la entrada. Está esperando noticias de su hijo, que está a 600 kilómetros de distancia y enfermo. Esta mañana le transfirió dinero a su madre para que comprara una medicina para el niño, pero la mujer no estaba segura de poder encontrarla, reseñó El Nuevo Herald.
“Duele más ver a mis seres queridos sufriendo que sentir tu propio dolor”, dice. Habla como alguien que ha estudiado mucho, algo extraño en este lugar.
Finalmente su madre la llama. Encontró la medicina a través de los comerciantes del mercado negro, los llamados bachaqueros. Costó mucho más de lo normal, pero al menos pudieron conseguirla.
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“Esa es la razón por la que estamos aquí”, dice. “Llegó el momento en las cosas se pusieron tan mal, cuando no teníamos comida, ni dinero, no podía cuidar a mis hijos y dije: ‘¡Ya! ¡Basta!’ “Era irme yo o verlos morir”.
Carla —cuyo nombre real no revelamos por la sensibilidad de su situación— trabajó durante muchos años de enfermera titulada antes de dejar Venezuela y venir a Anguila, un territorio británico del Caribe, para convertirse en trabajadora del sexo. Ella nunca se había prostituido, hasta que la crisis política y económica en Venezuela hizo que fuera una manera de mantener a sus hijos y a su madre.
Liliana y su esposo, dueños del bar donde trabaja Carla, son parte de una red que recluta a mujeres en Venezuela y las traslada a las islas para ejercer la prostitución. Organizan sus visados de turistas, la compra de sus boletos de avión y también les dan alojamiento en una habitación pequeña en la parte de atrás del bar. Duermen en la misma habitación donde reciben a los clientes.
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“Si pudiera, trabajaría día y noche”, dice Carla, “hasta que mi cuerpo no pueda más. Esa es la única razón por la que estamos aquí. No es ni para paseos turísticos ni para ir a la playa”. Tiene que pagar a los dueños del bar y enviar dinero a casa.
Aunque no se conoce la cifra exacta, se cree que en los últimos tres años miles de venezolanas han renunciado a sus empleos para dedicarse a la prostitución en el extranjero. Al principio muchas se fueron a Colombia, pero poco a poco se les hizo más difícil ganar dinero allí debido a conflictos con las prostitutas colombianas, que perdían clientes y sufrían el hostigamiento de las autoridades colombiana de inmigración. Así las venezolanas comenzaron a irse a lugares más lejanos. Hoy se las puede encontrar en la mayor parte del Caribe.
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