Desde el fin de la dictadura de Augusto Pinochet en 1990, Chile ha sido ampliamente considerado no solo como una democracia modelo. También como una muestra del éxito de la economía de libre mercado. Su estabilidad política y prosperidad generalizada eran muestra de ello… Hasta que un sacudón puso ambas cosas en entredicho.
Alejandro Armas / El Político
Ese sacudón fue la oleada de protestas que estalló en 2019. Se esté de acuerdo o no con las exigencias expresadas en su momento por los manifestantes, una cosa es segura: había un descontento amplio y latente incubándose entre la población. Ese es el caldo de cultivo ideal para las rupturas con el statu quo. Efectivamente, para aplacar a las masas, el gobierno de Sebastián Piñera hizo un plebiscito preguntando a los ciudadanos si querían una nueva Constitución. Participó la mitad del electorado chileno, y casi 80% se decanto por el “sí”.
La nueva Carta Magna está en proceso de gestación por una asamblea constituyente. Pero entre tanto, se acercan unas elecciones presidenciales que son otra muestra del hastío de los chilenos con su clase política tradicional. Dos figuras que hasta hace unos años hubieran sido de poco peso son las que encabezan las encuestas. Uno es el agitador izquierdista Gabriel Boric, y el otro es el ultraconservador José Antonio Kast. Pudieran ser las elecciones más polarizadas en la historia reciente de la nación sureña.
¿El terror del “neoliberalismo”?
Muy a duras penas pudiera decirse que Gabriel Boric encaja en la imagen estereotípica de un candidato presidencial. Con solo 35 años de edad, su cabello a menudo revuelto, barba poblada, brazos tatuados y la indumentaria informal con la que se muestra en público, más bien parece un activista estudiantil que ha tardado demasiado en graduarse (de hecho sí tiene un título en Derecho).
Fue precisamente en el activismo político universitario donde Boric dio sus primeros pasos en la política, siempre con marcada tendencia de izquierda. Pero no se quedó en los pasillos de la facultad. En 2018 fue electo diputado al Congreso por el llamado Movimiento Autonomista, hoy devenido en el partido Convergencia Social. Es de esas nuevas organizaciones de izquierda que, además del enfoque tradicional en reivindicaciones de los pobres y su crítica al capitalismo, asume posiciones feministas, ecologistas, etc.
En julio, varias coaliciones políticas chilenas hicieron primarias presidenciales. En las de Apruebo Dignidad, una agrupación de distintas organizaciones socialistas, Boric se impuso cómodamente sobre un rival mucho más radical: Daniel Jadue, del Partido Comunista de Chile.
Pero, exactamente cuál es la visión de Boric para su país? Una de cambios profundos, sin duda. Sobre todo en materia económica. "Si Chile fue la cuna del neoliberalismo, también será su tumba”, se le cita en un perfil de Bloomberg. Específicamente, según esa nota, llama a aumentar los impuestos sobre las grandes fortunas e ingresos y tomar medidas enérgicas contra la evasión fiscal. También plantea un gravamen sobre las regalías mineras e “impuestos verdes” sobre los combustibles y las emisiones industriales. En general, aumentaría los impuestos, como porcentaje del producto interno bruto, desde 21% al 29,5% durante la próxima década.
Por otro lado, el joven candidato ha tratado de dar a entender que lo suyo no será una revolución marxista. “Quienes estén dispuestos a perseguir un modelo de desarrollo ambientalmente sustentable, con buenas prácticas laborales, y que genere transferencia de tecnología y una distribución más justa de la riqueza serán más que bienvenidos”, dijo a inversionistas.
Además, Boric se ha distanciado de muchos de sus camaradas criticando los gobiernos autoritarios de izquierda en Latinoamérica. Hasta condenó la represión de las protestas en Cuba este año y se solidarizó con los manifestantes, a pesar de que cualquier crítica al castrismo es considerado anatema para buena parte de la izquierda internacional. También ha repudiado a los regímenes de Nicaragua y Venezuela (aunque al menos hasta 2013 expresó simpatías hacia el chavismo). Todo eso pudiera ser moderación fingida, claro. El tiempo dirá.
Sin pelos en la lengua
Para describir a Jair Bolsonaro a personas no familiarizadas con la política brasileña, cuando era apenas un candidato presidencial, se le comparó con Donald Trump. Ahora Bolsonaro es el modelo… Para describir a José Antonio Kast a quienes no están familiarizados con la política chilena. Como el Presidente de Brasil, Kast encarna un populismo ultraconservador y potencialmente autoritario.
Comenzó su trayectoria política en la Unión Demócrata Independiente (UDI), un partido surgido del seno del pinochetismo y que desde entonces ha sido de los más conservadores de Chile. Fue con esta agrupación que obtuvo un escaño en el Congreso en 2002. Sin embargo, en 2016 dejó la UDI para formar su propia organización, el Partido Republicano. En 2017 se lanzó a la presidencia como alternativa de derecha mucho más radical que el eventual ganador, el presidente Piñera. Kast entonces quedó de cuarto con 7,93% de los votos. Fungió como diputado hasta el año siguiente.
Si Boric representa a la nueva izquierda postmarxista, Kast no se queda atrás y marca todas las casillas de la derecha reaccionaria contemporánea. Rechaza el matrimonio igualitario, puesto que “dos hombres no pueden procrear”. Cuando el Palacio de la Moneda, que aloja las oficinas de la Presidencia de la República”. se iluminó con los colores del movimiento Lgbtiq, Kast no ocultó su disgusto. “Se rinden ante la dictadura gay”, dijo.
También se opone al aborto en todos los casos. En su campaña de 2017 prometió derogar una ley que autoriza el aborto si la madre corre peligro, hay malformación fetal o el el embarazo es producto de una violación, según un perfil en El País de Madrid. La misma nota le atribuye la intención de poner “profesores de religión” en las escuelas públicas, a pesar de que Chile es un Estado laico.
Las posturas migratorias de Kast son de cero tolerancia hacia los indocumentados. Ha planteado detenerlos a todos y expulsarlos del país. También reforzar los controles fronterizos y sancionar a las ONG que apoyen a inmigrantes sin documentos. Un episodio reciente de xenofobia contra venezolanos en la ciudad de Iquique fue comentado por Kast con la etiqueta #NoMásInmigrantes. Así, a secas.
Por último, Kast es el político chileno prominente más abierto a la exaltación de la dictadura militar, cosa que hasta los gobiernos democráticos de derecha han evitado. Admite las violaciones de Derechos Humanos, pero se ha ofrecido a indultar a los responsables. De acuerdo con la nota de El País, admite que tiene relativamente “pocos complejos con el gobierno de Pinochet” y que “defiende con orgullo” la obra de la dictadura.
Escenario explosivo
Mientras Boric derrotaba a Jadue, la derecha chilena hizo sus propias primarias. El ganador fue Sebastián Sichel, un moderado de orígenes democristianos. Kast no participó.
Se esperaba que la cosa se definiera en última instancia entre Boric y Sichel. Pero las encuestas muestran algo distinto. Sichel no estaría dando la talla como candidato que aglutine a la derecha y se mantiene considerablemente por debajo de Kast.
Por ejemplo, el último sondeo de la firma Cadem pone a Boric a la cabeza, con una intención de voto de 21%. Le sigue Kast, con 18%. Sichel aparece relegado al cuarto lugar, con solo 10%.
Así pues, quienes tienen mayor oportunidad de prevalecer en la primera vuelta (21 de noviembre) y pasar al balotaje (19 de diciembre) son Boric y Kast. Es decir dos elementos ajenos a la Concertación de centroizquierda que gobernó Chile desde el fin de la dictadura, pero también a la oposición de centroderecha a la misma, liderada por Piñera.
Dos outsiders que tienden hacia extremos opuestos del espectro ideológico hacen muy difícil predecir a quién apoyarán las menguadas fuerzas del establishment una vez que toque decidir entre uno o el otro. Lo único seguro es que la polarización será fortísima y que habrá mucho intercambio de ira y miedo de un bando hacia el otro. El futuro de Chile es una gran incógnita.