Según las previsiones de los principales organismos regionales e internacionales, la región de América Latina y el Caribe (ALC) será la más afectada por la pandemia del coronavirus en términos económicos y sociales. Pero la recesión no impactará de igual modo en cada país de la zona a causa de la heterogeneidad económica y social que hay entre ellos.
El Político
Esta es la conclusión principal del estudio “COVID-19 y América Latina y el Caribe: los efectos económicos diferenciales en la región”, que ha realizado en el Instituto de Análisis Económico y Social de la Universidad de Alcalá de Henares.
Latinoamérica tiene un largo historial de crisis financieras y cambiarias. Los problemas de la deuda de los años 80 generó la primera “década perdida” (a causa del retroceso económico y social) de la región.
Luego, en el decenio de 1990, se desató el “efecto tequila” y la crisis afectó a México (1994-1995), Argentina (1995), Brasil (1998-1999) y nuevamente a Argentina entre 2001 y 2002 (con el famoso “corralito”). Más recientemente, la región también sufrió los efectos de la crisis financiera internacional de 2008.
Puntos débiles
Esta nueva recesión, la mayor crisis económica y social en ALC desde la Gran Depresión de los años 30, atacará a la región por distintas vías.
La primera y más directa será la de la disminución de las exportaciones. Las economías latinoamericanas dependen de sus exportaciones de materias primas (cobre, soja, celulosa, gas natural, petróleo…) y, en el caso de México y Centroamérica, también de la venta de productos manufacturados. Así, la caída de la demanda en Estados Unidos, China y la zona euro, afectará gravemente las balanzas de pago de los países de la zona.
El segundo canal, y más severo, será la caída en el precio de las materias primas. Los países exportadores de petróleo (Venezuela, Ecuador, México y Colombia) serán los más expuestos, pues en 2020 el precio del crudo ha alcanzado mínimos históricos.
El tercer canal de transmisión de la crisis será el desplome del turismo y el transporte de pasajeros.
Las restricciones en los viajes afectarán especialmente a México, Costa Rica y los países del Caribe (en los que el turismo genera cerca de 2,4 millones de empleos y representa el 15,5% del PIB).
Un factor menos generalizado pero clave para algunas economías será el de la caída del flujo de remesas. Impactará sobre todo en Haití (casi un tercio de su PIB proviene de esta fuente), El Salvador y Honduras (20%) y, en menor medida, México (2,8% del PIB).
Economía en picada
La crisis del COVID-19 parece abocar a Latinoamérica y el Caribe a la mayor recesión de su historia.
El informe de abril de este año del FMI estima una caída del PIB regional de -5,2% en 2020. Este dato deja atrás la caída del 5% de la Gran Depresión, el retroceso de 2,5% de la crisis de deuda de 1983 y el 1,9% de contracción tras la crisis mundial de 2008.
Todas las economías latinoamericanas (salvo, quizás, República Dominicana y Guyana) verán reducidos sus niveles del PIB, del gasto de los hogares, de la inversión privada y del comercio internacional.
También las previsiones del Banco de España son sombrías para las grandes economías del área (Brasil, México, Argentina, Colombia, Chile y Perú). En su informe destaca la débil actividad económica que arrastran estos países desde el segundo semestre de 2019. Esto, a causa de las tensiones sociales de 2018 y 2019, al fin del súper ciclo de las materias primas y a la escasa demanda interna.
Si se cumplen estas estimaciones, la caída del PIB para el grupo de los grandes sería mucho mayor que la de toda la región (-5%): –11,5% en caso de un confinamiento prolongado y –6,5% con una desescalada paulatina.
La OIT estima que el impacto de la crisis será descomunal en el empleo y la tasa de ocupación de ALC. A causa de la pandemia, hasta 11,5 millones de personas podrían perder su empleo, aumentando la tasa de paro de la región del 8,1% en 2019 a 11,5% en 2020.
Según prevé la CEPAL, la pobreza y la pobreza extrema aumentarán en todos los países. Latinoamérica y el Caribe podrían acabar el año con 28,7 millones de personas más en situación de pobreza. Así, se llegaría a 214,7 millones y la pobreza extrema aumentaría de 67,5 millones a 83,4 millones.
También se esperan aumentos en términos de desigualdad; el índice de Gini subirá entre el 0,5% y el 6,0%, según países. Esto implica un grave retroceso respecto a los avances logrados en la década de 2000 y un desafío monumental en la lucha contra la pobreza en la etapa poscovid-19 en ALC.
Fuente: Infobae