Luego de una larga semana de agónicos trances en al menos cinco frentes electorales, Estados Unidos pareció haber llegado al final del ciclo electoral que determinaría si Donald Trump era reelegido como presidente, o si la plataforma demócrata representada por el ex vicepresidente Biden y la senadora Harris, arrancarían de cuajo ese arbusto sembrado en 2016 que comenzaba a echar las raíces de una nación volcada sobre sus intereses internos, bajo la consigna de la preservación de su supremacía como potencia mundial.
Esta apariencia muy bien expresada en las plataformas de opinión pública pero que no cuenta aún con un pronunciamiento oficial de los entes jurídicos que certifican el nombramiento oficial de la nueva dupla, ha alcanzado el proverbial hito de las felicitaciones internacionales por parte de Jefes de Estado de gran significación estratégica como Netanyahu, Macron, Merkel y Trudeau, pero no de la totalidad como ocurrió por ejemplo cuando Trump resultó electo.
No obstante, la dinámica post electoral que conlleva un protocolo expresado en múltiples eventos y actividades, continúa avanzando bajo la sombra de una posición de no concesión por parte del presidente Trump y por las dudas generadas a raíz de irregularidades denunciadas en suficientes estados como para revertir el resultado de superación de 270 votos electorales.
Detener el curso de la dinámica política parece cada hora que transcurre una montaña cada vez mas difícil de escalar. La conjunción de acontecimientos políticos que incluye la alineación de múltiples entidades de la sociedad con la dupla demócrata y el silencio de las mismas huestes republicanas, en negativa tácita a restearse con Trump salvo escasas excepciones, hacen el camino de las demandas judiciales y la conclusión de una eventual decisión en el más alto tribunal a favor del actual presidente un escenario ominoso.
Las dinámicas del poder se asemejan al ajedrez; la administración Trump fue puesta en jaque a principios de año con el brote del Covid y ésta no se supo anticipar los movimientos que el adversario político estaría en posición de hacer con semejante viento de cola. La creación de un estado de exaltación civil aprovechando un evento como el de George Floyd, sumado a la promoción masiva del voto por correo colocaron a la platafoma republicana, pero en especial a la presidencia en una muy difícil posición. Quedará para el terreno de la especulación eterna qué hubiese ocurrido si en lugar de oponerse al voto por correo, Trump hubiera invitado a su base a unirse a esta modalidad.
Al momento, la realidad es que Estados Unidos tiene un presidente en funciones hasta que su periodo constitucional venza en enero de 2021, y dos contendientes ninguno de los cuales ha sido aun investido mediante el único mecanismo legal que es la proclamación desde el Senado, en base a los resultados definitivos de cada Colegio Electoral.
ASM