Caracas está seca y no es precisamente por la sequía como lo justifica el Gobierno de Nicolás Maduro. El agua tiene meses que ya no llega a los grifos de los hogares venezolanos y la poca que sí llega sale sucia. De este a oeste la ciudad está sometida a un severo racionamiento porque la falta de mantenimiento de los embalses y la poca inversión en Hidrocapital ha llevado a la empresa estatal al colapso y la ruina.
«En el Junquito el agua no llega desde el 6 de marzo. Tenemos que ir a otros sectores a llenar los bidones para por lo menos cocinar. Hasta los bomberos han tenido que venir con sus camiones cisternas a suministrarnos agua», comenta Nelly Jiménez, desde esta parroquia al oeste de la ciudad.
De acuerdo a un informe realizado por el portal digital «Prodavinci», 9,8 millones de venezolanos, un tercio de la población, vivió bajo racionamiento formal de agua corriente en 2016 y 2017. Asimismo, indicó que el suministro promedio fue de dos días de agua por tubería a la semana.
Cavar la montaña
La desesperación de los venezolanos ha llevado a las personas a cavar huecos en El Ávila, la montaña que bordea Caracas, en busca de manantiales y riachuelos para abastecerse del líquido. Carlos Acosta, vive en Guarenas y va hasta tres veces al día a llenar los envases de agua a ese lugar improvisado. «Llenar cada botellón de 5 litros puede demorar 30 minutos. Hoy llegué a las 2 de la tarde y salí a las 7 por la cantidad de personas que estaban en la fila», dice.
Camiones cisternas
Para los vecinos del urbanismo San Martín ya no es una opción comprar camiones cisternas para llenar los tanques de los edificios. El precio del servicio varía entre 20 a 40 millones de bolívares dependiendo de la zona, lo que equivale a 16 salarios mínimos. Jesús Armas, concejal de Caracas, asegura a ABC que hace dos meses se agravó la situación: «Los ciclos de racionamiento duran hasta 15 días en zonas urbanas, pero en los sectores populares la escasez es más intensa y puede durar hasta un mes».
Otras de las formas de abastecimiento que han surgido es utilizar las fábricas de hielo como medio de suministro. Nelson Altuve, es el encargado de una venta de hielo ubicada en la entrada del barrio popular el Guarataro, cuando comenzó la crisis, hace un par de meses, decidió voluntariamente regalar a los vecinos de su comunidad el líquido que se obtiene del deshielo. Sin embargo, con el tiempo se comenzó a correr la voz y fueron llegando más personas de otros sectores.
«Actualmente pedimos una colaboración de 100.000 bolívares para llenar el bidón de 5 litros para el mantenimiento de las máquinas. En cambio, los camiones que la venden por la calle cobran entre 300.000 a 500.000 bolívares cada uno», señala Altuve.
A pesar de que la fábrica se encuentra en el oeste de Caracas, el negocio beneficia a toda la ciudad atendiendo diariamente a casi 3.000 personas. Además, ayuda a surtir agua a ministerios, centros de salud, alcaldías, colegios y sedes policiales.